Otro tanto, se dijo, ocurre con el volumen mundial de producción de cocaína, en el que Colombia figuraba primero con 43%, el Perú segundo con 38% y Bolivia tercero con 19%. En aquel momento nos preguntamos si no estábamos ante una discusión bizantina, “pues, tal como van las cosas, resulta inevitable que en algún momento próximo pasemos a ocupar ese deshonroso primer lugar”. Ese momento llegó con las cifras de este año, en las que superamos a Colombia.

Es claro que el récord difícilmente puede atribuirse a un gobierno que aún no cumple 90 días en el poder: pertenece por completo al régimen pasado. En 2009 la superficie sembrada de coca pasó de 56.100 hectáreas a 59.900, un aumento de 6,8%, el mayor en un decenio. Y ahora se ha comprobado que, por cuarto año consecutivo, esta superficie de cocales ha seguido aumentando. Consolarnos pensando que aún estamos lejos de las 140.000 hectáreas de 1990 es ridículo, pues también ha mejorado la productividad por hectárea.

Este crecimiento en nuestro territorio se debe a varios factores: 1) La muy eficaz guerra colombiana contra los sembríos de coca, lo cual genera el “efecto espejo”, es decir que los narcos del país vecino cruzan la frontera y obligan a campesinos del Putumayo y Bajo Amazonas a sembrar coca; 2) El constante aumento del mercado, que además de EEUU y Europa abarca ahora el Cono Sur; 3) El bajo porcentaje de incautaciones de cocaína e insumos químicos. En el primer rubro, Colombia  incauta el 60% de su producción de 203 toneladas.

El informe de la ONU añade dos datos: la presencia de carteles mexicanos y la protección que los remanentes de SL brindan a un 45% de los productores. Es verdad que, si tomamos datos de meses recientes, se ha registrado una mejora evidente en las incautaciones y el nuevo gobierno prepara un plan para cambiar el escenario del VRAE, con presión creciente sobre las bandas narcoterroristas. Pero también es necesario revertir la cooperación extranjera, que cada año disminuye y es indispensable para apoyar cultivos alternativos.

De otro lado, el combate al consumo local de droga debe ser más severo. En ese terreno estamos perdiendo la batalla, pues según cifras de CEDRO ya contamos con 200.000 consumidores habituales de cocaína y el número de adolescentes que confiesa haber probado droga va en aumento. Si la superficie sembrada de cocales disminuye  y el total de toneladas de cocaína incautadas aumenta para el próximo año, tal vez logremos salir de este lamentable primer puesto. Pero ello por ahora no pasa de un buen deseo.