Ya Juan XXIII, el Papa Bueno, al que no se lo puede acusar de ser inhumano, afirmaba que "el progreso de las ciencias y los inventos de la técnica nos manifiestan el maravilloso orden que reina en los seres vivos y en las fuerzas de la naturaleza, al mismo tiempo que la grandeza del hombre que descubre este orden y crea los medios aptos para adueñarse de esas fuerzas y reducirlas a su servicio" (ENCÍCLICA "PACEN IN TERRIS", Introducción 2). Si fuera cierto que la tecnología produce desocupación, EEUU debería ser el país con más alto índice de desempleo y, sin embargo, históricamente ha sido todo lo contrario. 

Pocos siglos atrás, las fuentes de trabajo eran poco más que la agricultura, la ganadería y la artesanía. Hoy, la mayoría de las personas trabaja en actividades creadas a partir del desarrollo tecnológico: fábricas de automóviles, de aparatos electrónicos, empresas de servicios como la telefonía y demás. Claro está, pues, que la creación de la mente humana, no solo no produce desocupación sino que aumenta la ocupación extraordinariamente. De hecho, según Frank Tipler, lo que produce el sistema económico no son bienes materiales, sino más bien conocimiento inmaterial, capaz de potenciar incalculablemente los recursos sociales. 

Si por sociedad artificial entendemos aquella que se aleja de la naturaleza de las cosas, fundamentalmente de la humana, lo cierto es que la tecnología, por el contrario, ha fortalecido al hombre permitiéndole superar muchas barreras físicas, como volar o hablar a miles de kilómetros de distancia, por casos. Y esto sin contar, por ejemplo, que los veterinarios curan las plagas que podrían diezmar a las especies. 

Recordemos que la violencia, la coerción, según Santo Tomás, es absolutamente artificial, ya que es, precisamente, lo que desvía el curso natural, espontáneo, de la naturaleza. Así, definitivamente es cierto que existen avances científicos que pueden ser mal utilizados o francamente macabros, la bomba atómica por caso (inventada por los gobiernos), pero este sí es un uso antinatural, artificial, de la tecnología. 

Que la máquina podría reemplazar al hombre es una vieja hipótesis que jamás se ha corroborado, ni la veremos realizar. Ya Pierre de Latil (ver EL PENSAMIENTO ARTIFICIAL), muchos años atrás, aseguraba que la máquina sería capaz de ocupar el lugar de los seres humanos, incluso en una de las funciones más complejas del cerebro, como es la de producir acciones a partir de abstracciones. Más recientemente, Hans Moravec (ver EL HOMBRE MECÁNICO) aseguró que la máquina no sólo podría independizarse al autorrepararse y auto alimentarse, sino que hasta podría producir algo excepcional, como series más avanzadas, es decir, el mejoramiento generacional de la especie. 

Lo cierto es que, por un lado, nunca podrán tener sentimientos lo que no es poca cosa al momento de desarrollar la vida. Para una idea crítica de la importancia de las emociones, a la hora de tomar decisiones e iniciativas, es interesante el libro EMOTIONAL INTELLIGENCE, de Daniel Goleman. 

Y, por el otro, lo que es mucho más importante, nunca podrán tener la capacidad de mirar más allá de la pobre realidad material que las rodea porque, de otro modo, se autodestruirían visto que, justamente, la informática consiste en transmitir datos real, actual y efectivamente existentes. Y esta capacidad de mirar más allá es justamente lo que caracteriza a la capacidad creadora del hombre. 

En fin, en cualquier caso, queda claro que la tecnología, como que es su libre y esforzado producto, viene a fortalecer a la naturaleza humana. De modo que las sociedades deberían tener un sentido positivo hacia lo que, de hecho, demandan. Mientras que el Estado debería abstenerse de impedir coercitivamente (con esa violencia que dijimos es contraria a la naturaleza), con una maraña incomprensible de regulaciones, el desarrollo natural de la sociedad. Debería abstenerse, precisamente, de crear sociedades artificiales. 

*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
alextagliavini@gmail.com