Pero en última instancia, no fueron los ceños fruncidos, sino el apretón de manos al final lo que mejor resume las dos horas de reunión de los presidentes en el marco de la conferencia del Grupo de los 8 en Irlanda del Norte -una señal de que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia están entrando en una fase más businesslike (que podría traducirse como formal pero al mismo tiempo metódica).

Las declaraciones de Obama durante la comparecencia conjunta fueron notables por lo que no se dijo: ni una sola vez criticó a Putin sobre los derechos humanos y el imperio de la ley. No mencionó la persecución de los líderes de la oposición en Rusia, los juicios penales de manifestantes políticos comunes o la presión reciente sobre los grupos sin fines de lucro. En su lugar, Obama comenzó por agradecer a Putin por la cooperación de Rusia en la investigación del atentado en la maratón de Boston y terminó elogiando un acuerdo con el presidente de Rusia para extender un programa conjunto para desmantelar otras armas no convencionales y químicas en la antigua Unión Soviética.

Rusia había anunciado que no renovaría el programa, llamado Nunn-Lugar Cooperative Threat Reduction Program, a punto de expirar, ya que dio a Estados Unidos un papel demasiado grande en los asuntos militares de Rusia.  En conversaciones recientes, los países se comprometieron a limitar el alcance del programa en Rusia, sino ampliarlo para tratar de eliminar las armas similares en otros lugares.

Al igual que el presidente Putin en Moscú, la política sobre Siria del Obama es tironeada enérgicamente en Washington por los halcones y las palomas. El 13 de junio, Obama entregó dos victorias limitadas pero ominosas para los halcones: la constatación de que las tropas del presidente de Siria, Bashar al-Assad "utilizaron armas químicas (por ejemplo, sarín) contra las fuerzas rebeldes", y la consiguiente decisión de "iniciar el suministro a los rebeldes por primera vez con armas pequeñas y municiones".

Algunos informes de prensa han atribuido el repentino cambio de Obama en el tema como producto de la reciente ascensión de Susan Rice como su asesor de seguridad nacional y Samantha Power como su embajadora ante la ONU. Eso no tiene sentido: Un par de asesores no puede tener un impacto tan dramático en la política con tanta rapidez, sobre todo en esta Casa Blanca, donde el presidente da el tono de la política exterior y de la seguridad nacional.

Los dos anuncios de Obama suenas muy extraños para cualquier personas que ha estado siguiendo la crisis siria. El asesor adjunto de Seguridad Nacional, Benjamin Rhodes, uno de los principales advisers de política exterior de la administración Obama, fue citado por el New York Times diciendo que "no había ninguna razón para pensar que la resistencia tiene acceso a las armas químicas". Por lo tanto, al igual que la mayor parte del actual e de medios de comunicación estadounidense, Rhodes simplemente ignoró los informes en mayo pasado de la prensa británica que "los investigadores de derechos humanos de la ONU han reunido testimonios de víctimas de la guerra civil de Siria y el personal médico indica que las fuerzas rebeldes han utilizado el agente nervioso sarín". Tres semanas más tarde hubo informes adicionales controvertidos de que un cilindro de 2 kilogramos con gas sarín había sido incautado de las fuerzas rebeldes sirias en Turquía.

El segundo anuncio, que Estados Unidos "comenzará a suministrar a los rebeldes" es difícil también de conciliar con la realidad. Como el propio Times reveló hace tres meses, la CIA desde principios de 2012 ha ayudado a facilitar un puente aéreo de 3.500 toneladas o más de armas a los rebeldes procedentes de Arabia Saudita y Qatar. El papel de Arabia Saudita y Qatar como cutouts repite un patrón visto en Bosnia en 2003 y sobre todo en Libia en 2011, y la historia nos dice que pese a que Washington preferiría que las armas no lleguen a los yihadistas salafistas, será difícil o imposible impedir que eso suceda. El Washington Post sostiene que el objetivo de suministrar armas es "dar un impulso psicológico a las fuerzas rebeldes" que han sido desalentadas por los últimos avances militares de Assad y el ingreso del Hezbollah. Lo que está claro es que las nuevas armas se sumarán a la masacre, sin finalizarla.

Lo que está claro es que, cualquier arma que sea enviada, son sólo una parte -y quizás no la mayor parte- del paquete. Hablando de las fuerzas rebeldes, Rhodes dijo que era importante para "fortalecer su cohesión", para convertir estos grupos dispares de combatientes de la oposición en diferentes partes del país" en una "oposición organizada". En otras palabras, está hablando de mando y control, comunicaciones, inteligencia, logística, el tejido conectivo de la guerra, que sólo un poder militar profesional foráneo puede proporcionar.

Este tejido es político como militar. Como Rhodes dijo: "Queremos conectar (a los rebeldes) con nosotros, sino también con nuestros otros socios que prestan asistencia", entre ellos Jordania, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Turquía. "Todos los países que quieren ayudar a los rebeldes, aunque sea sólo para evitar las ambiciones expansionistas de Irán, pero que han demostrado poca habilidad para trabajar juntos en estos asuntos, o para establecer un líder y ceder la autoridad a él. Estados Unidos puede ser el líder de esa coordinación. Algunos críticos de Obama ridiculizan esto como un leading from behind, pero a veces, el ejemplo de Libia puede funcionar", dijo Fred Kaplan, en un artículo en Slate.

A contracorriente de lo anterior, Max Fisher escribe en The Washington Post: El presidente Obama ofreció algunas pistas sobre su forma de pensar sobre la participación de Estados Unidos en Siria en una entrevista el lunes pasado con Charlie Rose. Dio a entender que uno sus principales objetivos era reducir o prevenir el aumento de los extremistas, como el grupo Jabhat al-Nusra, aliado de al-Qaeda. "Realmente lo que estamos tratando de hacer es tomar partido contra los extremistas de todo tipo", dijo Obama. Esta estrategia parece dar a entender que prefiere una solución política en un solo ejército, algo que deja un margen, aunque no para el mismo presidente Bashar al-Assad. Y parece sugerir que Obama considera principal enemigo de Estados Unidos no tanto a Assad y su régimen, sino los extremistas, la instabilidad y el caos que ambos generan. “Jabhat al-Nusra es la estructura más eficiente de la oposición armada y la gran parte del armamento que ya llega a Siria y va a llegar al país, sin duda alguna, se distribuirá bajo su control”, dijo Serguei Lavrov, Ministros de exterior ruso.

Del colapso total de Siria probablemente deriva en grandes cosas para grupos como Jabhat al-Nusra u otros, que florecen en el vacío político y de seguridad. Parece que la estrategia emergente de Obama en Siria, pues, es evitar el caos. Eso no es necesariamente gratuito, con, e incluso, podría estar en desacuerdo con, el objetivo de derrocar al régimen de Assad.

Aunque Obama apoya armar a los rebeldes, esto parece más una reacción a las recientes pérdidas de los rebeldes y un esfuerzo para mantenerlos lo suficientemente fuerte como para obligar a Assad a sentarse en una mesa de negociaciones, pero no necesariamente excederlos (esto no es argumentar que Obama está frenando las armas para evitar que los rebeldes tomen Damasco, sino que no parece dispuesto a asumir los riesgos, por ejemplo, poner en manos de los extremistas misiles fabricados y distribuidos en Estados Unidos). "No estoy seguro que se pueda caracterizar esto como una nueva política", dijo Obama a Rose en la entrevista. "Esto es consistente con la política que he tenido en todas partes". También hizo hincapié en los intereses estratégicos de Estados Unidos en la contención de armas químicas y para frenar el flujo de refugiados y la propagación de la violencia más allá de las fronteras de Siria, lo que podría potencialmente desestabilizar a Jordania, el Líbano e Irak.

Concesión a los halcones

Con estos movimientos pequeños, Obama ha concedido a los halcones, como el senador republicano John McCain, mucho menos de lo que desean. En el mismo anuncio, Benjamin Rhodes "prácticamente descarta la opción de una zona de exclusión aérea", la estrategia no-boots-on-the-ground que derrocó a Gaddafi en Libia. Al descartar una zona de exclusión aérea, Obama aún puede aspirar a evitar un movimiento ruso para abastecer a Assad con misiles antiaéreos avanzados, un paso casi seguro para provocar la participación de Israel y tal vez una mayor expansión del conflicto en el Líbano e Irak.

A principios de mayo, el Secretario de Estado John Kerry se reunió con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, y los dos acordaron volver a convocar a una conferencia internacional para hacer frente a la crisis siria fines de mayo (en un momento en que el embargo de armas de la Unión Europea iba a expirar). La conferencia, sin embargo, fue pospuesta y todavía está en dudas, en gran parte porque los clientes preferidos de occidente en el uprising, el Free Syrian Army, se niega a participar. Kerry y Lavrov se reunieron de nuevo en Paris a finales de mayo, y el resultado esta vez fue más siniestro. Los medios rusos informaron aún, con optimismo, a una conferencia prospectiva pero tardía. Los medios de comunicación americanos, sin embargo, ignoraron o minimizaron la noción de conferencia. En su lugar, citaron a un portavoz del  State Department, Patrick Ventrell, quien reprendió a Moscú para anunciar que entregaría el sistema misiles antiaéreos avanzado a Siria, y agregó que Estados Unidos ahora eran son compatibles con la flexibilización del embargo de armas de la UE.

Dos características de la política siria de Obama, compensando entre sí, han sido visibles desde que asumió el cargo. El primero ha sido su extrema precaución, y su negativa a acometer compromiso como el que tiene a América actualmente empantanado en Afganistán. El segundo ha sido la tendencia a justificar sus tácticas dilatorias por políticas abstractas que sólo sirven para los headlines, como cuando en agosto de 2011, dijo categóricamente que Assad debe "step aside" (hacerse a un lado). Mientras tanto, numerosos análisis americanos e internacionales informan de la crisis siria advirtiendo que el conflicto, ya una guerra de poder que enfrenta a Turquía y los países de la península arábiga en contra de Irán, podría llegar a ser aún más grande y más peligrosa. Sin embargo, estos informes tienden a ignorar las realidad del petróleo bruto que puedan determinar la caída de Assad, si no son directamente enfrentadas y refutadas.

Las reservas de petróleo de Siria fueron estimadas en 2010 a 2,500,000,000 barriles. Más importante aún, Siria es la ruta terrestre más obvia para los ductos de exportación de petróleo y gas en el Golfo Pérsico (algo que ya escribimos en esta sección), incluyendo a Irán, a las naciones necesitadas de energía del occidente europeo. Pero Kirkuk, la tubería de petróleo crudo Baniyas, desde el campo petrolero de Kirkurk en Irak al Mediterráneo, fue destruido por los ataques aéreos de Estados Unidos en 2003 y nunca se volvió a abrir.

En 2009, Qatar y Turquía comenzaron a negociar un nuevo gasoducto a través de Arabia Saudita y Siria a Turquía, para enlazar con el gasoducto Nabucco propuesto en Turquía desde Azerbaiyán. Un recorrido a través de Irak parecía cada vez más problemático con el aumento de los conflicto allí. Mientras tanto, según el sitio Oilprice.com, Arabia Saudita negó a Qatar el uso de su territorio, dejando una ruta por el sur de Irak y Siria para que Qatar se "asegure una nueva fuente de ingresos. Las tuberías se han establecido ya en Turquía para recibir el gas. Sólo Assad está en el camino".

Financial Times ha reportado que "el pequeño estado rico en gas de Qatar ha gastado hasta 3 mil millones de dólares en los últimos dos años, apoyando a la rebelión en Siria, muy por encima de cualquier otro gobierno...su apoyo financiero a la revolución que se ha convertido en una cruenta guerra civil, que ensombrece notablemente el respaldo occidental a la oposición".