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14/03/2012 | Mara - Las temibles maras buscan abrirse espacio en Suramérica

Rebeca Lucía Galindo

La reciente captura en Lima de un joven que mató a su padre prendió alarmas en la región.Tenía dos caminos: matar a su padre o renunciar a su aspiración de ingresar a la mara, donde lo esperaba su otra 'familia'. Óscar Raúl Barrientos, un joven peruano de 19 años, eligió el primero.

 

El comienzo de su nueva vida estuvo marcado por el dolor. En la parte interna de su labio quedaron grabadas para siempre las siglas MSX3. El ritual de iniciación estaba consumado. Su nuevo tatuaje lo hacía miembro oficial de la mara Salvatrucha, una organización criminal transnacional que, hasta ahora, permanecía en las sombras para los países suramericanos.

El caso de Barrientos tiene a la Policía limeña cavando en un tema que hasta hace poco parecía exclusivo de centroamericanos y de mexicano-estadounidenses. Los cálculos más conservadores dan cuenta de, al menos, 20 mareros en la capital peruana.

A Barrientos, que estuvo prófugo casi un año, lo capturaron el pasado 25 de febrero en una deprimida zona del distrito limeño de El Callao. "Nunca tuve una familia. Mi mamá me abandonó cuando tenía un año y cuatro meses y mi padre fue un canalla, jamás me quiso. La mara es mi verdadera familia", declaró el joven ese día.

Brotes de estas organizaciones también se han confirmado en Argentina y Chile, y expertos creen que, si no se toman medidas preventivas, la región podría enfrentar una nueva amenaza. Pero ningún país suramericano tiene estadísticas sobre su alcance.

Según un informe del año pasado de Naciones Unidas, en la actualidad operan en América Central más de 900 maras, que tienen unos 70.000 miembros. El fenómeno es más grave en El Salvador, Guatemala y Honduras.

"La mara Salvatrucha y la mara 18 (enemigas acérrimas) de El Salvador son las más antiguas, las más numerosas, organizadas y extendidas en Centroamérica", le explicó a EL TIEMPO Evelyn Villarreal, investigadora del Programa Estado de la Nación, de Costa Rica.

Para Villarreal, cualquier terreno que les brinde condiciones de desarrollo son fértiles para los mareros: "Un país donde los jóvenes sean una población excluida vulnerable, aunado a un Estado débil y una policía corrupta".

De acuerdo con Laura Etcharren, socióloga y autora del libro Las maras, estado embrionario en Argentina, una ley que en el 2010 prohibió las maras en El Salvador pudo haber generado el éxodo de algunos de sus miembros hacia otros países, aunque, según ella, estos grupos se vienen gestando en Suramérica desde el 2000 y comienzan como pequeños 'parches' que luego se vinculan con narcotraficantes.

"Hay maras locales e importadas. En Perú, reciben flujos informativos, vía tecnológica y presencial, de miembros de la mara Salvatrucha que son perseguidos en sus países de origen y saben que América del Sur devino en un centro especial para la creación de nuevas organizaciones criminales", aseguró Etcharren.

El coronel Luis Montesinos, de la División de Investigación Criminal de El Callao, reveló a medios locales el mayor obstáculo para seguirle la pista al problema del chico peruano: Barrientos no está colaborando con la justicia. "Sus códigos de conducta indican que si hablas con la policía eres hombre muerto. Tienen un lema: 'Vives por la mara o mueres por la mara'", dijo.

 El 'Lagrima', caso argentino

El primer asesinato con características de maras que capturó la atención de los medios argentinos se presentó en el 2006, cuando Félix Alberto Toscano, conocido como el 'Lágrima', integrante de una mara inspirada en la Salvatrucha, violó y asesinó a un joven en La Matanza, área metropolitana de Buenos Aires.

"Una lágrima, en el código de las maras, significa los muertos que uno tiene en su haber y se los exhibe, tatuados", explica Etcharren.

El hombre, detenido dos meses, quedó en libertad por falta de pruebas. Para los expertos, el crecimiento de las llamadas 'villas miseria' en ese país ha hecho que surjan maras propias en la zona.

No hay casos en Colombia

Según Mauricio Rubio, investigador de la Universidad Externado de Colombia, en el país no se ha reportado presencia de maras porque "se contrapone a la influencia de organizaciones que centralizaron el reclutamiento de jóvenes desde hace décadas (guerrillas y paramilitares)".

Un grupo camaleónico

El hecho de que Barrientos se haya tatuado el símbolo de la mara en un lugar escondido de su cuerpo y no lo hayan encontrado con los barrocos diseños que es posible ver en algunos miembros de estos grupos en Centroamérica también refleja la forma como se han adaptado a sus entornos.

"Ya no es tan fácil identificarlos - dice Villarreal- en los últimos años se ha ido quitando la costumbre de tatuarse todo el cuerpo, incluido el rostro". Esto, para no levantar sospechas de las autoridades.

Según esta investigadora costarricense, las maras también diversificaron sus actividades: "Antes se dedicaban a la extorsión de los vecinos como principal actividad, ahora se complica el panorama porque se ligaron a grupos de narcotráfico, de armas y de personas". 

¿Cómo surgen las maras?

Las maras no sinónimo de pandillas. A diferencia de las segundas, que no necesariamente cometen actos ilegales, son grupos de crimen organizado trasnacional en la mayoría de los casos vinculados al narcotráfico.

La palabra 'mara' la acogieron, en principio, los salvadoreños como una derivación de marabunta, que es una hormiga bastante agresiva.

Estas agrupaciones surgieron en los años 80 en Los Ángeles, Estados Unidos, y estaban formados por inmigrantes mexicanos y centroamericanos. En la década de los 90, muchos de ellos fueron deportados a sus países de origen y allí se extendieron en las zonas marginales de las zonas urbanas.

Según una investigación del diario 'La Prensa' de Honduras, en las maras no hay un 'capo' o 'padrino' al estilo de la mafia, pero sí "un cuerpo de 'veteranos' que, desde las sombras, controlan a las pequeñas células".

**Rebeca Lucía Galindo, Redacción Internacional

El Tiempo (Colombia)

 


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