China se ha convertido en el tercer exportador del mundo y en la cuarta economía en tamaño del mundo. Salto cualitativo inmenso si se compara con su situación a la muerte de Mao: 9 de septiembre de 1976. Los tecnócratas sobrevivientes de las persecuciones implacables de la Revolución Cultural, como fue el caso de Deng Xiaopig, tomarían las riendas.
Lo cierto es que, en el 2006, pese a las ventajas impresionantes que tiene México con una frontera común con EEUU, los datos son duros: de los 250 mil 292.3 millones de dólares que conformaron las exportaciones totales de México al mundo, EU absorbió 212 mil 18.3 millones de dólares, esto es, 84.71%. Incluyendo a Canadá el porcentaje, tácitamente a un solo mercado con los graves problemas que ello acarrea, se eleva a 86.78%.
En el año 2006 las exportaciones totales de China se elevaron a 969 mil millones de dólares (tercer lugar mundial después de Alemania y EEUU que ha dejado de ser ya el primer exportador mundial para seguir siendo “imbatible” como primer “importador” del planeta con lo que ello significa) y de esa cifra —leo en USA Today del 10 de julio de 2007— 287 mil 800 millones fueron a EEUU con quien China tuvo un superávit, según las estadísticas USA, de 232 mil millones de dólares.
En suma, una mutación en el comercio mundial puesto que, con su lucidez acostumbrada, Arnulfo R. Gómez nos dice que China era el séptimo poder exportador mundial y el tercero en 2006. En el caso de México, según ese análisis, México que fue en 2001 el déimosegundo exportador pasó, en el 2006, al lugar décimoquinto. El mismo comentarista y profesor universitario añade algo no menos impresionante que el retroceso: “Conviene señalar que del monto de las exportaciones totales mexicanas (citadas anteriormente) 121 mil millones corresponden a la importación temporal de insumos que la planta industrial mexicana realiza para llevar a cabo labores de ensamble y procesamiento a través de programas de maquila y Pitex”. En resumen, ello quiere decir que se “reexporta” y se reduce, peligrosamente, el valor añadido en las exportaciones mexicanas. Alguna vez he dicho, como axioma, que sin valor agregado o añadido no se puede hablar, en serio, de economía.
El dilema que ahora cruza el horizonte comercial es, como se sabe, la delicada definición de inseguridad sobre ciertas exportaciones chinas. Ante los alimentos, dentífricos y otras exportaciones chinas se han producido alarmas que deben implicar para China —ha ejecutado a uno de los responsables— un incremento de la revisión de sus exportaciones. Sobremanera aquellas que pueden tener inmediata repercusión sanitaria en las sociedades que importan sus productos. Su gigantesca expansión universal, con los problemas de los derechos humanos y las contradicciones entre sus nuevos ricos, con dimensiones impresionantes, y los más de 200 millones de campesinos en otra etapa del desarrollo, todo ello debe obligar, a esa fabulosa máquina productiva, a superar etapas sociales y políticas necesarias.
En 2006 las exportaciones mexicanas a Asia se cifraron en 6 mil 407.4 millones de dólares, pero las importaciones mexicanas de esa región fueron ya de 68 mil 896.3 millones de dólares, es decir, un déficit (sin el contrabando) de 62 mil 488.8 millones de dólares. México exportó a China mil 690 millones de dólares e importó de China 24 mil 443.6 millones de dólares, es decir, un déficit con China de 22 mil 753.5 millones de dólares. A Japón exportó, México, mil 601.6 millones de dólares e importó, a su vez, 15 mil 293.8 millones. Parece evidente que la estrategia comercial de México, dependiente de un solo mercado es, a todas luces, una renuncia a explorar y diversificar las opciones de la globalización que, en el caso de México, es su síntesis contraria: la dependencia a un solo mercado. Mal camino.
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