«Esta vieja es peor que un tuerto. El tuerto era más político. Esta es terca», comentó el pasado jueves, sin percatarse seguramente que los micrófonos estaban abiertos, el presidente de Uruguay, José Mujica, en referencia al matrimonio Kirchner. Inmediatamente «esta vieja es peor que el tuerto» se convirtió en «trending topic» y se creó un grupo de Facebook con la frase de marras. Pero este tipo de deslices por parte de la clase política no es un hecho aislado, más bien recurrente, puesto que les ha pasado (y les pasará) a otros muchos.

Por ejemplo a Mitt Romney, entonces candidato presidencial, en un encuentro realizado en mayo para recaudar fondos destinados a su campaña, cuando se expresó de modo poco considerado sobre 47% de los estadounidenses que no pagan el IRPF federal y reciben subsidios públicos, a los que consideró seguros votantes de Obama. «Hay un 47% de gente que votará al presidente de cualquier forma», dijo Romney en un acto, cuyo vídeo grabado subrepticiamente fue difundido el lunes por la noche. «Son los dependientes del Gobierno, que se ven como víctimas, creen que el Gobierno tiene responsabilidad de cuidar de ellos... Mi trabajo no es preocuparme de ellos», dijo.

Nicolas Sarkozy y Obama también tuvieron un pequeño percance de esta índole. El fallo de un funcionario del Elíseo permitió conocer una conversación íntima que tenía lugar en una sala entre el presidente de Estados Unidos y el entonces de Francia que estaban solos. Un miembro del equipo del Elíseo entregó a los periodistas, en otra salas, los auriculares para seguir en distintas lenguas la traducción simultánea y varios de ellos conectaron inmediatamente sus auriculares en los que pudo escuchar el diálogo entre Sarkozy y Obama, en el que el primero atacaba a Netanyahu: «Es un embustero. No lo puedo tragar». Obama respondería: «Tú estás harto de Netanyahu. Pero yo tengo que tratar con él todos los días».

Los micrófonos también captaron como José Bono calificaba ante Juan Carlos Rodríguez Ibarra de «gilipollas integral» a Tony Blair por haber recibido a Mariano Rajoy en plena precampaña. O José María Aznar y el «vaya coñazo que he soltado» cuando era el presidente de turno de la UE. Otra víctima de los micrófonos abiertos fue Esperanza Aguirre cuando mantenía una conversación con el alcalde de la capital sobre el estado de la economía. «No tenemos un puto duro», resumía la exalcaldesa.

Y hay más, claro. Al propio presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, un micrófono indiscreto le jugó una mala pasada y se pudo escuchar la conversación que mantenía con Javier Arenas, en el PP de Andalucia por entonces. Rajoy comentó: «Mañana tengo el coñazo del desfile...en fin, un plan apasionante», en referencia al desfile de las Fuerzas Armadas con motivo del Día de la Hispanidad, al que acuden los Reyes, el presidente del Gobierno y las autoridades del Estado. O Luis de Guindos murmurándole al comisario europeo Oli Rehn que la reforma laboral sería «extremadamente agresiva».

O un clásico. Cuando se escuchó la evaluación del exministro Jordi Sevilla al entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que le alentaba con que sabría ciertos conocimientos económicos «en dos tardes».