Al gobernador reelecto Juan Manuel Urtubey no se le ocurrió dedicar su victoria holgada a Cristina, que como sabemos "ya ganó" las elecciones nacionales por las que aún no se ha postulado, sino que, al contrario, aprovechó la oportunidad para desvincularse de ella, subrayando que no es un peronista K sino un justicialista a secas, ya que "no soy nada que tenga que ver con seguimientos personales de nadie".

De este modo impidió que se repitiera en Salta lo ocurrido en Catamarca, donde la ganadora de las elecciones a gobernador, Lucía Corpacci, no titubeó en atribuir su triunfo sobre el radical Eduardo Brizuela del Moral al carisma supuestamente poderoso de Cristina.

Para más señas, Urtubey negó estar interesado en ser compañero de fórmula de la presidenta en el caso de que finalmente opte por formalizar su candidatura, insistiendo en que "voy a ser gobernador los cuatro años que vienen".

Así las cosas, parecería que en Salta por lo menos los kirchneristas tendrán que conformarse con el 8,8% de los votos que consiguió el ex vicegobernador Walter Wayar que se benefició, por decirlo de algún modo, del apoyo de algunos kirchneristas, entre ellos el ministro de Planificación Julio De Vido, y de su aliado sindical, Hugo Moyano.

En cambio, el PRO de Mauricio Macri pudo festejar el 25,9% cosechado por Alfredo Olmedo, lo que, dadas las circunstancias, fue un resultado respetable.

En vista de la propensión de los kirchneristas a privar de fondos a las provincias cuyos mandatarios son reacios a rendirles pleitesía y a colmar de obras públicas y otros favores a las gobernadas por quienes les son "leales", sin preocuparse en absoluto por su origen partidario, la actitud asumida por Urtubey al llamar la atención a su independencia podría considerarse arriesgada.

Si bien para el gobierno de Cristina sería contraproducente reaccionar tomando medidas encaminadas a hacerle la vida difícil, los ultrakirchneristas que han medrado a partir de la muerte de Néstor Kirchner no suelen dejarse inhibir por tales detalles. De todas maneras, por tratarse de un político de apenas 41 años, Urtubey entenderá muy bien que ya es hora de prepararse para un futuro no kirchnerista.

Como señalaba Néstor Kirchner cuando pesaba el pro y el contra de presentarse para la reelección del 2007, en política cuatro años es poco, de suerte que la conciencia de que un presidente no podrá seguir en el cargo por más tiempo asegura que, no bien se inicia lo que será su última gestión, comience la lucha por la sucesión. Por lo tanto, si como muchos creen Urtubey tiene los ojos puestos en la carrera presidencial del 2015, no le convendría comprometerse demasiado con Cristina aunque, claro está, no querrá brindar la impresión de ser un opositor.

Asimismo, el resultado contundente de las elecciones salteñas habrá servido para advertirle al gobierno nacional de que no siempre es de su interés intentar reducir el poder de mandatarios locales ayudando a varios candidatos. En la provincia de Buenos Aires, kirchneristas esperan debilitar al gobernador Daniel Scioli privándolo de votos mediante el uso de listas colectoras, como la encabezada por Martín Sabbatella. En Salta, una variante de la misma maniobra a cargo de Wayar no sólo fracasó sino que brindó a Urtubey más motivos para diferenciarse del gobierno nacional.

No extrañaría que su forma de enfrentar el desafío así supuesto incidiera en otras jurisdicciones. Si bien a esta altura muchos entenderán que los gobernadores e intendentes tienen motivos concretos para procurar congraciarse con la Casa Rosada, el grueso de los votantes no sentirá respeto por políticos excesivamente obsecuentes, razón por la que podría hacer escuela la forma de actuar de dirigentes, como Urtubey, que se niegan a desempeñar el papel de un mero delegado del gobierno nacional sin por eso caer en la tentación de tratar de imitar al jefe porteño Macri, que todos los días se enfrenta con virulencia con integrantes del equipo de Cristina.