. Canales que hoy suelen brillar, no por la claridad del agua que llevan, sino por la basura acumulada, que impide un flujo normal y libre de ese elemento.

Se trata de una tierra que enfrenta sequías y emergencias hídricas y que se ha convertido en un lugar donde el periodismo corre el grave peligro de estancarse hasta desaparecer.

Mendoza ha dejado de ser sólo la tierra del sol y del buen vino: ahora es tierra narco. Fue alertada hace una década de lo que hoy sorprende a todos: una guerra de bandas que pugnan por el control territorial para comercializar, sobre todo, cocaína, y líderes que emplean chicos y mano de obra barata para el trabajo sucio, que incluye matar.

Tal vez son jóvenes víctimas de un sistema que sólo les enseñó a despreciar la vida. De ahí el miedo, aunque paralice. No es fácil saber cómo pueden reaccionar si tienen que accionar bajo órdenes y adormecidos por una realidad que ya los excedió. Los devaluados y muchas veces minimizados casos de "ajustes de cuentas" están tomando otro color y suelen tener relación con el tráfico de drogas, en menor o mayor escala. Todos los días pasan motos a los tiros. El resultado es trágico: otro mendocino sin vida.

Fue justamente un grupo de periodistas el que se animó a introducirse en el tema de la droga, a sentir ese temor difícil de explicar pero necesario, a lanzarse a ese canal que nadie se animaba a explorar. Y hasta ahí llegaron los trabajadores del diario El Sol, hoy con custodia policial, tras ser alertados de que estaban pidiendo sus cabezas. Todo indica que la presunta líder de una banda narco de una zona marginal de Godoy Cruz, Sandra Yaquelina Vargas, de 40 años, alias "la Yaqui", se cansó de que salieran a la luz sus actividades ilegales y sus peligrosos "mandados".

Mientras, el gobierno, la Justicia y la policía ensayan manotazos de ahogado para intentar dar señales en medio de la presión. ¿Por qué el Estado no se comprometió e investigó desde que comenzó a develarse lo que estaba oculto, hace más de un año y medio? ¿Qué tiene que esconder?

Afortunadamente ahora hubo una reacción inmediata de una pequeña pata del aparato judicial, que decidió dar protección a los jóvenes y presionar para que todo el sistema se abocara a dar respuestas. Mientras, el periódico en cuestión se debate entre agresiones, robos y ataques sobre cómo seguir enfrentando a uno de los delitos que más creció en la última década. Ya tomó una decisión: seguir regando su acción en pos de la verdad y en defensa de la libertad de expresión, además de bregar para que lo ocurrido sirva para no bajar los brazos y animar a todos los valientes a seguir enfrentando al narcotráfico.

Con especial inquietud deben evaluarse declaraciones de uno de los hombres del gobernador Francisco Pérez, el ex sacerdote salesiano Cristián Bassin, ministro de Desarrollo Social, quien cansado de denunciar casos a la policía, advirtió: "Lo digo como funcionario. No hay compromiso de funcionarios contra el narcotráfico. Hay un pacto de silencio, dentro y fuera de sectores que deberían hablar y no lo hacen. No podemos pactar más con la muerte".

Lo que hicieron los trabajadores de El Sol fue arriesgado ante un Estado ausente, pero también meritorio porque revelaron algo que por lo visto muchos no querían que se conociera.

Estos periodistas tienen que saber que para todo el país representan ese oasis que será vigilado permanentemente para que puedan seguir en esa búsqueda sin que sus vidas corran peligro. Sólo resta esperar que la tierra del sol, del buen vino y ahora lamentablemente del narcotráfico no termine convirtiéndose en tierra de nadie.