Lo peor para la senadora es que el ataque no ha venido directamente de su rival, sino de un multimillonario productor de Hollywood, David Geffen, uno de los más generosos donantes demócratas y antiguo amigo de los Clinton. Geffen los ha llamado mentirosos, ha criticado a ella por confiar demasiado en el marketing político y ha advertido que él, incorregible, puede hundirla en cualquier momento con un repentino escándalo.

Una columna de la incendiaria periodista Maureen Dowd en The New York Times,el miércoles, desató la controversia. En el artículo se citaba a Geffen con comentarios demoledores sobre Hillary y su marido. El magnate, asociado a Steven Spielberg y productor de películas como Dreamgirls,candidata al Oscar, afirmó: "Todo el mundo en la política miente, pero ellos lo hacen con tanta tranquilidad que es inquietante". Geffen habla con conocimiento de causa. Hace años ayudó a recaudar 18 millones de dólares para la campaña de Bill. Esos méritos le llevaron a dormir en dos ocasiones en el dormitorio Lincoln de la Casa Blanca, un privilegio para satisfacer la vanidad de un selecto club.

Geffen se mostró muy contrariado por la incapacidad de Hillary Clinton de reconocer que se equivocó al votar a favor de la guerra de Iraq, en otoño del 2002, y por estar "sobreasesorada" y "sobreguiada" por una corte de gurús políticos. El productor apoya a Obama porque "inspira y no pertenece ni a la familia real de Bush ni a la familia real de Clinton". A juicio de Geffen, en un momento en que el prestigio de Estados Unidos en el mundo está tan bajo como durante la guerra de Vietnam, el país no necesita "una figura tan increíblemente polarizadora como Hillary Clinton, no importa cuán ambiciosa sea". Con Bill fue también despiadado. Le llamó "un tipo temerario que dio a sus enemigos mucha munición para hacerle daño y distraer al país". "No creo que nadie piense que Bill, en los últimos seis años, de repente se ha convertido en otra persona", añadió, convencido de que los republicanos estarían contentos de que fuera Clinton la candidata porque podrían hurgar en el lodo con la expectativa de encontrar algo.

Geffen no se contentó con la diatriba dialéctica sino que convocó en su mansión a sus amigos de Hollywood para recaudar 1,3 millones de dólares para Obama. Esta bendición del show business al senador de Illinois es en principio buena para él, pero también puede traerle problemas al hacerle presa de los ataques de los medios conservadores que odian los valores que Hollywood encarna.

Un portavoz la campaña de Clinton, Phil Singer, no tardó en reaccionar, dirigiendo su ira hacia Obama, para provocarle. Le reprochó haber incumplido su promesa de juego limpio y de "abrazar la política de la basura". Singer le exigió que contestara a las afirmaciones de Geffen y que devolviera los 2.300 dólares recibidos del magnate. El senador replicó: "No me queda claro por qué debería excusarme por la afirmación de otro". Clinton tampoco quiso entrar directamente al trapo. "Me centraré sólo en mi campaña y será positiva", dijo en el primer foro de debate entre los candidatos demócratas, en Carson City (Nevada), AFP acto en el que faltó Obama.

La súbita popularidad del senador afroamericano, que sólo lleva dos años en Washington y carece de experiencia ejecutiva, provoca temores entre los analistas demócratas. Le reconocen frescura y carisma, pero advierten que cuanto más espumosa sea la subida, más riesgo corre de desplomarse si comete algún error.

Está en la mente de todos la experiencia de Howard Dean en el año 2003. Aupado por unas bases entusiastas a través de internet, acudió a los caucus de Iowa en enero del 2004 como si las primarias fueran a ser un trámite. Su radicalismo y varios errores amplificados por la prensa desinflaron el fenómeno, lo que aprovechó John Kerry para llevarse el voto moderado y ganar la nominación con una facilidad inesperada.