Cinco semanas después de haber sido designado por el presidente Barack Obama, como el sucesor de Carlos Pascual en su embajada de México, Earl Anthony Wayne inicia éste semana su proceso de confirmación en el Senado.

La audiencia, en la que Anthony Wayne será sometido al tercer grado, se producirá el próximo miércoles ante el comité de Relaciones Exteriores que encabezará Bob Menéndez.

Hace poco menos de dos años, Carlos Pascual comparecía ante ese mismo comité y pronosticaba un aumento de la violencia de los carteles de la droga, como respuesta a la lucha sin cuartel que había entablado el gobierno de México.

Pocos imaginaban, en ese mes de agosto del 2009, que la vida de Pascual como embajador en México sería de corta duración tras uno de los episodios más ríspidos en las relaciones de ambos países y en el que, al final, la administración Obama cedería a las exigencias del presidente, Felipe Calderón, para retirarlo del cargo.

Si uno hace una revisión en retrospectiva de la trayectoria de quien será el relevo de Carlos Pascual, comenzando desde su última misión como segundo de a bordo de la embajada estadounidense en Afganistán, éste funcionario de más de 60 años ha sido --junto con personajes como los generales, Stanley McChrystal o David Petraeus--, una pieza clave en la estrategia de la administración Obama para reducir a su mínima expresión la narco insurgencia talibán y para tratar de reconstruir el tejido institucional de un país debilitado por una corrupción rampante y una sucesión de guerras de más de 30 años.

Durante su gestión en la embajada en Kabul, a Wayne le ha tocó seguir muy de cerca y hasta cierto punto custodiar las segundas elecciones presidenciales en la historia reciente de Afganistán, un proceso electoral caótico y violento, que se saldó con un total de 50 muertos y la elección de Hamid Karzai.

Si uno se remite a la labor que desarrolló desde el 2006 hasta el 2009 como embajador de su país en Argentina, Wayne se consagró como un ser de piel dura, como un espíritu refractario a las presiones y a la marginación absoluta que tuvo que soportar durante la última parte de su gestión tras la decisión de la presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, quien decidió aplicarle la ley del hielo y pasarle factura por el escándalo de la "valija-gate".

Fuentes familiarizadas con su gestión durante ésta etapa aún recuerdan cómo Wayne soportó de forma estoica, mientras las puertas de todos los ministerios y de sus principales interlocutores en Argentina se cerraban por órdenes de la Casa Rosada para anularlo como interlocutor de Washington, en un momento que marcó una de las peores crisis entre los dos países.

El inicio del proceso de confirmación de Anthony Wayne dominará la agenda bilateral, mientras la administración Obama prosigue con sus negociaciones contra reloj para llegar a un principio de acuerdo que permita elevar el techo de la deuda soberana y alcanzar un difícil pacto para la reducción del déficit en aproximadamente 4 billones de dólares durante los próximos 10 años.

Tras casi un mes de intensas negociaciones, fuentes allegadas al partido republicano anticipaban ayer que, al final, la amenaza de un fracaso en las negociaciones y el posible cierre del gobierno se había conjurado.

El gobierno rebasará el 2 de agosto el actual límite de la deuda de 14,3 billones de dólares, tras lo cual se encontrará en la insolvencia para hacer frente a sus obligaciones. Las consecuencias podrían ser de largo alcance: tasas más altas de interés a hipotecas y a préstamos para la compra de vehículos, la cancelación de los pagos de Seguridad Social y desestabilización en los mercados financieros.