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01/06/2013 | Ernst Von Freyberg / Presidente del Instituto para las Obras de Religión -''El banco vaticano no le ha hecho un buen servicio al Papa''

Lola Galán

Su nombramiento, en febrero pasado, fue una de las últimas decisiones de Benedicto XVI antes de renunciar a su ministerio.

 

Ernst von Freyberg, abogado alemán nacido en Ginebra hace 55 años, casado, aristócrata y miembro de la Orden de Malta, ha tomado las riendas del desprestigiado Instituto para las Obras de Religión (IOR), el llamado banco vaticano, con determinación y entusiasmo. En esta entrevista, realizada por correo electrónico, reconoce la pésima reputación de la entidad que preside, y se da de plazo los cinco años de su presidencia para convertirla en una institución transparente.

Pregunta. Como presidente del IOR es usted su máximo responsable, pero su trabajo, según explicó en su día el portavoz vaticano, no es de jornada completa, ¿qué espera lograr en los cinco años de presidencia para los que ha sido designado?

Respuesta. Si lee usted nuestros estatutos verá que especifican que el consejo se reúne una vez cada tres meses como tal y el presidente tiene que revisar los resultados económicos con el director. Eso es lo que decidieron los fundadores que tenía que ser mi tarea. Ahora bien, a la vista de la tarea que tenemos entre manos en 2013, estoy tres días a la semana en Roma, y uno o dos más trabajo fuera para el IOR. Mi objetivo es que dentro de cinco años el IOR tenga una excelente reputación sirviendo a la Iglesia en todo el mundo, cumpliendo con las leyes y siendo transparente.

P. ¿Forma parte aun de los consejos supervisores de la consultora Flossbach & von Storch, y de la agencia de trabajo temporal Manpower en Alemania?

R.- Sigo estando en el consejo de Blohm&Voss y en el de Malteser Deutschland. He dimitido de todos mis restantes puestos para concentrarme en mi tarea al frente del IOR.

P. Está usted sometido a la autoridad de la Comisión de cardenales y de las tareas del día a día se ocupa el director de la entidad, Paolo Cipriani. ¿Se siente usted lo bastante independiente como para alcanzar sus objetivos?

R. No he encontrado la menor resistencia a la hora de formular y ejecutar nuestra estrategia. De hecho, me siento muy apoyado por el compromiso profesional del consejo y de todos los empleados. ¡El director, doctor Cipriani, su número dos, doctor Tulli, y yo formamos un buen equipo!

P. En el sillón que ocupa se sentó hace años el fallecido arzobispo Paul Marcinkus, implicado en la bancarrota fraudulenta del banco Ambrosiano, que le costó la vida al que fuera su presidente Roberto Calvi. Después de Marcinkus se han destapado otros escándalos en el IOR. ¿Cómo piensa restaurar la reputación del instituto?

R. Es nuestra principal tarea. El IOR no puede empañar el mensaje de la Iglesia. Y para conseguirlo necesitamos comunicarnos. En el pasado no hablábamos con nadie, empezando por nuestros miembros más próximos (cardenales, obispos, la Iglesia). Todos los católicos del mundo tienen derecho a estar bien informados sobre esta institución. ¿Qué vamos a hacer ahora? Empezamos a hablar con los medios de comunicación, y con la Iglesia y pretendemos informar de forma sistemática a nuestros principales miembros, y vamos a publicar un informe anual igual que cualquier otra institución financiera haría y vamos a ponerlo en nuestra propia web el primero de octubre. Creo que somos una institución financiera limpia y bien dirigida, solo necesitamos contarle al mundo lo que hacemos.

P. El Papa Benedicto XVI introdujo nueva legislación para prevenir el lavado de dinero y la financiación del terrorismo, en diciembre de 2010. ¿Comparte su sucesor el interés en esta política de cambios? ¿Ha podido hablar con el Papa Francisco del IOR?

R. La Santa Sede aprobó las leyes necesarias en 2010, y creó la agencia supervisora independiente, la Autoridad de Información Financiera (AIF). La Santa Sede guía y controla el IOR mediante la Comisión de cardenales, que son mis interlocutores principales en cuestiones relativas al instituto. No obstante, algunas veces he tenido el privilegio de asistir a misa por la mañana en la casa Santa Marta, y escuchar los sermones del Papa que me inspiran mucho en mi trabajo.

P. El verano pasado, el IOR y la agencia supervisora (AIF), no pasaron el test de Moneyval, [la agencia del Consejo de Europa que monitoriza el cumplimiento de la legislación contra el lavado de dinero]. ¿Cree que podrán superar la prueba en la visita prevista para el mes de diciembre próximo?

R.  Al contrario que otros grandes países europeos, la Santa Sede ha superado los suficientes criterios de evaluación de Moneyval como para no necesitar ninguna revisión especial. Yo diría, por tanto, que la nota fue suficiente. El informe de 2012 planteó dudas sobre la eficiencia de algunos de nuestros procedimientos internos y yo me he fijado el objetivo de mejorarlos de aquí a finales del verano.

P. Su antecesor en el cargo, el economista Ettore Gotti Tedeschi, fue despedido en mayo de 2012, en medio de una enorme polémica, cuando le quedaban más de dos años de presidencia. ¿No le parece un precedente inquietante?

R.  No conozco al señor Gotti Tedeschi, pero todas las historias tienen diferentes versiones. Lo importante para mi es que, tanto el consejo, como la Comisión de cardenales, los directores y los empleados del IOR apoyan completamente la política de ‘tolerancia cero’ en lo que se refiere al lavado de dinero y nuestra apuesta por la transparencia.

P. Exceptuando al arzobispo Marcinkus, solo ha habido italianos al frente del IOR antes de elegirle a usted, que es alemán, en febrero pasado. ¿Cree que un no italiano está en mejor situación para dirigir el instituto?

R. El proceso de selección profesional que ha precedido a mi nombramiento me lleva a pensar que la nacionalidad del presidente del IOR es una cuestión aleatoria. El hecho es que no había tenido contacto previo con el instituto ni con ninguno de sus representantes.

P. El IOR ha sido una fuente de problemas para la Santa Sede. Son muchas las voces en el mundo católico que han pedido su supresión. ¿Es realmente tan necesario para el Vaticano?

R. Hay que mirarlo desde dos perspectivas. Una es la de nuestros clientes. Nuestra misión es servirles y ellos quieren que sigamos. Por eso 19.000 de ellos han decidido poner su dinero aquí. Otra perspectiva es si realizamos un buen servicio para el Santo Padre. Y no siempre le hemos servido bien dada nuestra reputación. Ocuparme de resolver esto es mi principal tarea.

P. El IOR inició en noviembre de 2010 una revisión de la base de datos de sus clientes. En marzo de 2012, todavía estaba apenas iniciada. ¿Cuando concluirá esta tarea?

R. Tengo dos prioridades al respecto: la primera, aplicar las mejoras sugeridas por Moneyval para el 31 de Julio de este año. La segunda, he pedido a una consultora externa, Promontory, que revise todas y cada una de nuestras relaciones clientelares. A la menor indicación de relación impropia con un cliente, informaremos a nuestro supervisor (AIF), y cerraremos la cuenta. Llevamos un ritmo de revisión de mil relaciones por mes, y el grueso estará terminado para finales de año.

P. En los últimos tres años, el banco vaticano ha tenido muchos problemas con el Banco de Italia. En septiembre de 2010 consideró sospechosa una transacción del IOR por importe de 23 millones de euros, y secuestró el dinero. ¿Tienen los mismos problemas con los bancos nacionales de otros países donde operan?

R. Tenemos relaciones con alrededor de 40 bancos en todo el mundo. Las relaciones con los reguladores, como el Banco de Italia son competencia de nuestro regulador y supervisor AIF, aunque desde luego, mi objetivo es asegurar que colaboramos también en mejorar esas relaciones. Los 23 millones que menciona ya fueron desbloqueados por el banco de Italia en 2011.

P. ¿Por qué cree usted que el Banco de Italia es tan estricto últimamente?

R. No me compete a mí hablar del Banco de Italia.

P.  El IOR maneja en torno a los 6.300 millones de euros, ¿en qué los invierte?

R.-La seguridad del patrimonio de nuestros clientes es nuestra mayor preocupación. Nuestra política de inversiones es muy prudente, y se dirige sobre todo a los bonos del Estado y monedas. Solo una pequeña fracción - menos del 5%- de los actives que gestionamos se invierten en fondos.

P. ¿Es cierto que los beneficios del IOR están a disposición del Papa? ¿Tiene el Papa una cuenta en el Instituto?

R. Comprenderá que no hable de clientes individuales. Nuestro excedente anual pertenece a nuestro dueño que es la Santa Sede, por lo tanto está a disposición del Santo Padre.

P. ¿Maneja el IOR el dinero del Óbolo de San Pedro?

R.  Puedo decirle que nuestro mayor cliente es la propia Santa Sede.

Una turbulenta historia

Creado en junio de 1942 por Pío XII, sobre la estructura de un organismo decimonónico, el Instituto para Obras de Religión (IOR), más conocido como Banco Vaticano, se ocupa de custodiar y gestionar bienes de personas e instituciones religiosas, aunque entre sus clientes hay también empleados de la Santa Sede y diplomáticos acreditados en el Vaticano. Pese a la reserva con la que ha conducido hasta ahora sus actividades, el IOR se ha visto envuelto en los peores escándalos de la historia italiana de los años ochenta y noventa. El más grave, la bancarrota fraudulenta del banco Ambrosiano, a principio de los años ochenta. El presunto suicidio de su presidente, Roberto Calvi, destapó una red de turbias conexiones mafiosas en las que figuraba también el entonces presidente del IOR, el arzobispo Paul Marcinkus. En realidad, se supo después, el banco del Papa era el principal accionista del Ambrosiano, cuyo colapso sacudió el sistema bancario italiano, dejó montones de acreedores y dañó considerablemente la imagen de la Santa Sede, que tuvo que pagar 242 millones de euros para restituir parte del dinero ‘evaporado’. Marcinkus permaneció en su puesto hasta 1989.

Juan Pablo II le sustituyó ese año por un banquero laico, Angelo Caloia, después de refundar el IOR aprobando nuevos estatutos, y creando un organigrama que todavía se mantiene hoy, compuesto por una Comisión de cardenales, un consejo de administración laico, con un presidente a la cabeza, y un director general asistido por un vicedirector. El impacto de estos cambios en la imagen del instituto fue efímero. Un excolaborador de Marcinkus, Donato De Bonis, siguió controlando el IOR hasta 1993. Valiéndose de una contabilidad paralela y cuentas cifradas en las que solo figuraba él como firma autorizada, y en algún caso el fallecido exprimer ministro Gulio Andreotti, De Bonis consiguió lavar dinero de los grandes sobornos de la etapa de ‘Tangentopoli’ a través de la institución. Un escándalo que se hizo público en 2009.

El Pais (Es) (España)

 


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