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Dossier Juan Pablo II  
 
18/04/2005 | Millones de gracias Santo Padre Juan Pablo II -

Natalia Sélem Abud

Una carta al Cielo

 

Juan Pablo II: Quiero que sepas que eres el mayor ejemplo de fe y fortaleza en el mundo. También me impresionó mucho el perdón que le diste a quien te causó el balazo.

Sin ti muchas personas estarían en guerra pero gracias a ti ahora todos están reunidos en un mismo lugar, rezando para que tú y tu corazón disfruten estar cerca de Dios.

Hiciste que los terroristas confíen en Dios y cambien su sentido del mal. Hiciste también que la semilla que sembraste en todos y cada uno de los países siga creciendo hasta que se forme una planta de amor a la Virgen que llegue al cielo.

Las veces que has venido a México ha sido un gran honor para el país, porque sólo con ver tu rostro divino basta. Las porras que te echamos, los rezos que te damos son para apoyarte en tu misión, que ya cumpliste; porque aunque te veas cansado por fuera, en tu interior, en tu corazón, siempre tendrás la fortaleza que Dios te ha dado durante estos años.

Ayúdame a ser como tú, a seguir tu ejemplo desde ahora. Nadie es capaz de viajar tanto con enfermedades tan graves como tú, eso es porque Dios te ha ayudado y te ama como tú a nosotros.

Gracias por apoyarnos en la carrera de la fe, porque gracias a ti hemos pasado a otra etapa de la vida y hemos dado otro salto al cielo. Gracias.

No sé que más decirte, pues hay tantas cosas. Te amo, te quiero mucho y espero que desde el Cielo con todos los santos, Dios y la Virgen reces por nosotros.

Gracias por representar a Cristo. Te amamos, y aunque el mundo esté llorando, sabe en su interior que nadie te podrá reemplazar, aunque seguir tu paso sí, pero nadie será igual a ti. Jamás nadie nunca te olvidará en el mundo.

Espero que disfrutes en el cielo la vida eterna y que algún día te conozca ahí, en el cielo, con Dios. Tú sufrías mucho, mas nunca te quejabas.

Enséñanos a seguir tu paso, tus virtudes, porque es lo mejor que nos pudiste dejar, aparte de tu amor.

Lo que más me impresiona son tus decisiones; porque así como Jesús estuvo decidido a cargar con una cruz cuando lo podía impedir, así tú decides fortalecer tu corazón viajando, misionando y llevando la Palabra de Dios a otros corazones que no creían y no lo conocían.

Ahora están reunidos judíos, ateos, reyes, reinas, presidentes y millones de jóvenes, pero ¿por qué? La única razón, porque te aman y les duele mucho lo que te sucedió. Muchos niños te vieron, también jóvenes y ancianos, monjas, sacerdotes, obispos, cardenales y aunque no podías hablar muy bien, con tu mirada se veía que querías cumplir tu misión y ellos te entendieron y siguieron tus pasos.

Convenciste a millones de personas, ayudaste a los pobres y enfermos; hiciste lo imposible para obtener la paz del mundo y lo lograste, lograste las metas que tenías en mente y cumpliste los planes que Dios tenía para ti, su voluntad. Le diste de comer a los corazones vacíos. Le diste amor y sentido a mi vida. Pues sin ti, no supiese verdaderamente lo que es amar verdaderamente a Dios.

El mundo entero te conoce, todos te echan porras, te alaban y te rezan porque no sólo eres el representante de Cristo en la Tierra, sino que eres tú mismo, Cristo. Quien nos ha convencido de que el pecado es malo has sido tú, y sólo tú. La verdad es que nosotros y en nombre de todo el mundo lo único que debemos de decirte es “gracias”, pero no un gracias cualquiera, sino un gracias que salga desde el interior de mi corazón.

Gracias por convencer al mundo del amor que Dios nos tiene, porque sin tu fe no existiese persona que llegue al paraíso, al mejor mundo, a la Casa de Dios. Millones de gracias.

Te amamos.

Natalia Sélem Abud  es Alumna de cuarto año de primaria del Instituto Godwin.

Yucat (Mexico)

 


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