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Dossier Joseph Ratzinger  
 
25/04/2005 | La verdad de Ratzinger

José Carreño

Para el cardenal Joseph Alois Ratzinger sólo había verdades absolutas y de hecho sería difícil hallar alguna controversia católica de los últimos 20 años en la que no haya estado involucrado

 

Pero esas opiniones pueden variar ahora que es el papa Benedicto XVI, dice el analista John Allen, autor de la biografía Cardenal Ratzinger: el vigilante de la fe , que en su libro describe al religioso como "el zar doctrinal" de la Iglesia católica.

De hecho, Ratzinger podría ser visto como un conservador que ve la Iglesia como un punto de referencia permanente en un mundo frecuentemente necesitado de guía, y eso implica creencias fundamentalistas.

Según Allen, el cardenal Ratzinger creía que donde la Iglesia no ofrece un sistema de valores alternativos, donde se compromete con el Estado o la cultura, deja de tener la capacidad de proteger la libertad.

Pero al mismo tiempo, las acciones de Ratzinger como prefecto de la Congregación por la Doctrina de la Fe, definida como la oficina vigilante de la ortodoxia, es una de dureza doctrinal e incluso de intransigencia.

El biógrafo considera que esa forma de ser y actuar y, por tanto, su visión de la Iglesia y la moralidad, tienen raíces en la experiencia personal de Ratzinger, que fue testigo, en su niñez, del ascenso del Partido Nazi y vivió como adolescente sus consecuencias.

Como seminarista fue brevemente enrolado en las Juventudes Hitlerianas a principios de los 40, aunque nunca fue miembro del Partido Nazi. En 1943 fue enlistado en una unidad antiaérea que resguardaba una planta de BMW fuera de Munich y después fue enviado a la frontera de Austria con Hungría para construir trampas para tanques. Tras ser enviado de regreso a Bavaria desertó y cuando la guerra terminó era prisionero de guerra de EU.

"Bajo Hitler, Ratzinger dijo que vio a los nazis retroceder y distorsionar la verdad. Sus mentiras acerca de judíos, sobre la genética fueron más que ejercicios académicos. La gente murió por millones debido a ellas. El servicio de la Iglesia a la sociedad, concluyó Ratzinger, es mantener verdades absolutas que funcionen como marcadores de límites", escribió Allen.

De acuerdo con el autor, ya como autoridad eclesiástica, Ratzinger "marcó rayas en la arena y usó las herramientas de su oficina sobre muchos que cruzaron las líneas... sea una profilaxis necesaria o una abierta jugada de poder, sus esfuerzos para limitar la disensión han dejado la Iglesia más golpeada, más dividida, que en cualquier otro tiempo desde el final del (concilio) Vaticano II".

La historia de Ratzinger como prefecto de la Congregación por la Doctrina de la Fe incluye el disciplinamiento de teólogos, especialmente aquellos con pensamientos liberales; el bloqueo contra movimientos como la Teología de la Liberación y el pluralismo religioso; limitaciones a obispos progresistas y conferencias episcopales obligadas a aceptar límites en temas como la inclusividad y la expansión de la idea de la autoridad vaticana, sobre todo en temas como la ordenación de mujeres y la invalidez de las ordenaciones de la Iglesia anglicana.

Ciertamente, comentó Allen, esa era la naturaleza de su trabajo: "Ningún otro prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el siglo XX, tal vez jamás, ha disfrutado del elevado perfil de Ratzinger o de su centralidad para la vida de la Iglesia".

Ratzinger, agregó, "ha perseguido lo que considera como peligrosas ideas con vigor. Si sus tácticas y férreo sentido de certidumbre son más peligrosas que las ideas que ha intentado suprimir, es una cuestión que llega al centro de algunas de las más profundas divisiones de la Iglesia católica".

Pero el retrato del papa Benedicto XVI no estaría completo sin antes señalar que, de acuerdo con el biógrafo, el cardenal Ratzinger veía su trabajo como una defensa de la libertad humana, con la convicción de que Juan Pablo II y él son los verdaderos herederos del Vaticano II y que el tiempo está de su lado.

Es importante tratar de entenderlo en sus propios términos, no sólo como un ejercicio histórico sino porque aquellos que ven la Iglesia como él, los católicos de Ratzinger, serán probablemente una fuerza más allá de la vida del cardenal, ahora Papa.

Humano y con sentido del humor, pero a la vez intransigente y severo, el retrato del nuevo Pontífice es uno de complejidad.

De hecho, es considerado como un ultraconservador que está convencido "de que la crisis en la Iglesia que hoy experimentamos se debe en gran medida a la desintegración de la liturgia", consideró Ratzinger de acuerdo con el recuento de Allen y, de hecho, el autor cita que en una entrevista en 1998, el ahora Papa dijo que tenía la esperanza de una nueva generación de obispos que restaurasen el latín a la liturgia y limitasen los excesos de la era posconciliar.

Y la conclusión es que sea lo que sea, Ratzinger va a seguir defendiendo lo que considera la verdad. Su verdad.

El Universal (Mexico)

 


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