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17/02/2013 | La guerra de los dos Concilios: el verdadero y el falso

Sandro Magister

En el discurso de adiós a los sacerdotes de Roma, el impresionante acto de acusación de Benedicto XVI a la interpretación política del Vaticano II hecha por los medios de comunicación, durante las sesiones y después.

 

ROMA, 15 de febrero de 2013 – A los sacerdotes de su diócesis, con quienes se ha encontrado ayer por última vez antes de su abandono del cargo, Benedicto XVI quiso entregarles "una pequeña conversación sobre el Concilio Vaticano II, tal como yo lo he visto".

En realidad, la "pequeña conversación" se prolongó por casi 40 minutos, con el auditorio siempre atento al extremo.

Joseph Ratzinger habló improvisando sus palabras, sin arrojar en ningún momento una mirada a sus apuntes.

Procedió por grandes capítulos, cada uno de ellos dedicado a las mayores cuestiones afrontadas una tras otra por el Concilio: la liturgia, la Iglesia, la Revelación, el ecumenismo, la libertad religiosa, la relación con el judaísmo y las otras religiones.

De cada uno de estos temas detalló lo que estaba en juego y contó cómo los padres conciliares confrontaron en ellos. Con pasajes de gran interés sobre el concepto de Pueblo de Dios y sobre la relación entre Escritura y Tradición.

Pero a todo ello le agregó una premisa y un final que impresionaron particularmente a los presentes.

LA PREMISA

Benedicto XVI comenzó con una anécdota, relatando el momento en el que el cardenal Frings lo invitó a él, joven teólogo, a escribirle el esbozo de una conferencia que tenía que pronunciar en Génova, a pedido del cardenal Siri, sobre el tema “El Concilio y el pensamiento moderno”.

Al cardenal le gustó tanto el esbozo que lo leyó tal cual el joven Ratzinger lo había escrito. Pero lo lindo vino después:

"Poco después el papa Juan llamó a Frings, quien estaba lleno de temor porque quizás había dicho algo que no era correcto, falso, y que habría de ser interrogado para una reprimenda, quizás también para quitarle la púrpura… Efectivamente, cuando su secretario lo estaba vistiendo para la audiencia con el Papa, él dijo: 'quizás ahora llevo por última vez estas cosas'. Luego entró. El papa Juan fue a su encuentro, lo abrazó y dijo:

'Gracias, eminencia, usted dijo las cosas que yo quería decir, pero no había encontrado las palabras'. Así, el cardenal supo que estaba en la senda correcta, y me invitó a ir con él al Concilio, primero como su experto personal, y luego también como perito oficial".

Benedicto XVI prosiguió luego de esta manera:

"Fuimos al Concilio no sólo con alegría, sino con entusiasmo. Había una expectativa increíble. Esperábamos que todo se renovara, que viniera un nuevo Pentecostés, una nueva era de la Iglesia, porque la Iglesia era todavía bastante robusta en ese tiempo, pero parecía más una realidad del pasado que del futuro. En ese entonces esperábamos que esto cambiase, que la Iglesia volviera a ser fuerza del mañana y fuerza del hoy".

El modelo negativo – recordó el Papa – era considerado el Sínodo romano, "donde se dice que se leerían en el aula los textos ya preparados, y que los miembros del Sínodo simplemente los aprobarían". En el Concilio los obispos no quisieron obrar de ese modo, en cuanto ellos mismos eran uno de los temas, y "el primer momento en el que se mostró esa actitud fue inmediatamente el primer día".

Se habían previsto, para ese primer día, las elecciones de las comisiones, sobre la base de listas compiladas anteriormente. Los padres las rechazaron, primero querían conocerse un poco y después preparar ellos mismos las nuevas listas. Así sucedió. Y esto "no fue un acto revolucionario, sino un acto de conciencia, de responsabilidad de los padres conciliares".

De este modo – recordó el Papa – comenzó una fuerte actividad de conocimiento recíproco. Esto se convirtió en algo habitual para todo el período del Concilio. "De este modo he podido conocer a grandes figuras como los padres de Lubac, Daniélou, Congar. Fue una experiencia de la universalidad de la Iglesia, que no recibe simplemente órdenes de lo alto, sino que crece en forma conjunta y avanza, naturalmente siempre bajo la guía del sucesor de Pedro".

Entre los obispos de todo el mundo, los que tenían intenciones más definidas de entrada eran los episcopados francés, alemán, belga, holandés, la llamada “Alianza renana”. En la primera parte del Concilio "fueron ellos los que marcaron el camino, pero después se extendió velozmente la actividad y cada vez más todos participaron en la creatividad de la asamblea".

EL FINAL

Al final de la conversación, Benedicto XVI Benedetto sometió a crítica la relación que se ha instaurado entre el "verdadero Concilio" y el "Concilio de los medios de comunicación", entre el Concilio real y el virtual.

Aquí es bueno confiar en la transcripción literal e íntegra de sus palabras:

"Ahora quisiera agregar también un punto: fue el Concilio de los Padres – el verdadero Concilio –, pero fue también el Concilio de los medios de comunicación. Fue casi un Concilio en sí mismo, y el mundo percibió al Concilio a través de éstos, a través de los medios de comunicación.

"En consecuencia, el Concilio inmediatamente eficiente que llegó al pueblo fue el de los medios de comunicación, no el de los Padres. Y mientras el Concilio de los Padres se realizaba en lo interno de la fe, y era un Concilio de la fe que buscaba el ‘intelectus’, que buscaba comprenderse y buscaba comprender los signos de Dios en ese momento, que buscaba responder al desafío de Dios en ese momento y de encontrar en la Palabra de Dios la palabra para hoy y mañana, mientras todo el Concilio – como he dicho – se movía en lo interno de la fe, como 'fides quaerens intellectum', el Concilio de los periodistas no se realizó, naturalmente, en lo interno de la fe, sino en lo interno de las categorías de los medios de comunicación de hoy, es decir, fuera de la fe, con una hermenéutica diferente.

"Fue una hermenéutica política. Para los medios de comunicación, el Concilio fue una lucha política, una lucha de poder entre diferentes corrientes en el interior de la Iglesia. Fue obvio que los medios de comunicación tomaron posición por esa parte que a ellos les parecía la más adecuada con su mundo.

Fueron los que buscaron la descentralización de la Iglesia, el poder para los obispos y también, a través de la frase ‘pueblo de Dios’, el poder del pueblo, de los laicos. Plantearon esta triple cuestión: el poder del Papa, después transferido al poder de los obispos y al poder de todos, soberanía popular. Naturalmente, para ellos fue ésta la parte que había que aprobar, que promulgar y que favorecer.

"Lo mismo ocurrió también con la liturgia: no interesó la liturgia como acto de la fe, sino como algo donde se hacen cosas comprensibles, como algo que es actividad de la comunidad, una cosa profana. Y sabemos que hubo una tendencia, la cual se fundamentó también históricamente, que decía: la sacralidad es algo pagano, eventualmente también del Antiguo Testamento, pero en el Nuevo Testamento vale sólo que Cristo murió afuera: es decir, fuera de las puertas, es decir, en el mundo profano. Se debe poner fin a la sacralidad, la profanidad vale también para el culto: éste no es culto, sino un acto del conjunto, de la participación común, y así también participación como actividad.

"Estas traducciones, como banalizaciones de la idea del Concilio, fueron virulentas en la praxis de la aplicación de la reforma litúrgica; nacieron en una visión del Concilio fuera de su propia clave, fuera de la fe. Lo mismo se planteó también en la cuestión de la Escritura: la Escritura es un libro histórico, que hay que tratar históricamente y nada más, etc.

"Sabemos cómo este Concilio de los medios de comunicación fue accesible a todos. En consecuencia, éste fue el dominante, el más eficiente, y el que ha creado tantas calamidades, tantos problemas, realmente tantas miserias:

seminarios cerrados, conventos cerrados, una liturgia banalizada… El verdadero Concilio ha tenido dificultades para concretizarse, para realizarse; el Concilio virtual fue más fuerte que el Concilio real.

"Pero la fuerza real del Concilio estuvo presente y, poco a poco, se hace realidad cada vez más y se convierte en la verdadera fuerza que luego es también verdadera reforma, verdadera renovación de la Iglesia. Me parece que, cincuenta años después del Concilio, vemos cómo este Concilio virtual se rompe y se pierde, y aparece el verdadero Concilio con toda su fuerza espiritual. Y es nuestra tarea, precisamente en este Año de la Fe, comenzando por este Año de la Fe, trabajar para que el verdadero Concilio, con la fuerza del Espíritu Santo, se haga realidad y renueve realmente la Iglesia. Esperemos que el Señor nos ayude. Yo, retirado con mi oración, estaré siempre con ustedes, y juntos avancemos con el Señor, ¡con la certeza que el Señor vence!".

__________

Toda la conversación de Benedicto XVI con los sacerdotes de Roma, el 14 de febrero de 2013:

<http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2013/february/documents/hf_ben-xvi_spe_20130214_clero-roma_it.html>

> "È per me un dono particolare della provvidenza…"

__________

El servicio de http://www.chiesa/ con las intervenciones de Benedicto XVI en los días del quincuagésimo aniversario de la apertura del Vaticano II y con una nota de Pietro De Marco sobre el "paradigma externo", es decir, sobre la acción de los medios de comunicación que influyó en la comprensión y la recepción del Concilio:

 <http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1350343?sp=y> > Las cinco jornadas "conciliares" del Papa (12.10.2012)

__________

Sobre el joven teólogo Joseph Ratzinger comprometido como perito en el Concilio Vaticano II, está desde hace pocos días en librerías un ensayo bien

documentado:

< http://www.edizionisanpaolo.it/varie_1/attualita/attualita--e-storia/libro/ratzinger-al-vaticano-ii.aspx > Gianni Valente, "Ratzinger al Vaticano II", San Paolo, Cinisello Balsamo, 2013, pp. 224, euro 14,00.

__________

Traducción en español de  <mailto:josequarracino@yahoo.com> José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.

Chiesa (Italia)

 


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