Confindustria, la principal organización patronal italiana, ha cumplido este año un siglo de vida, marcado por la eclosión del país como potencia industrial y exportadora de primer orden. Con 142.000 empresas asociadas, Confindustria ha sido siempre un baluarte de la economía de mercado en periodos no siempre fáciles. Durante el fascismo, obviamente, quedó bajo el control del régimen de Mussolini, y en los años setenta del siglo pasado, cuando parecía que los comunistas podían llegar al poder en Roma, tuvo un temor existencial y colocó al frente a una figura protectora del carisma de Gianni Agnelli, el dueño de la Fiat. 

Confindustria no sólo es el interlocutor de los sindicatos sino que, con su estructura muy potente a nivel regional y local, actúa como un valioso instrumento de apoyo a las empresas, incluida la prestación de servicios de consultoría, y como think tank para el análisis de política económica, estrategia y formación de sus asociados. 

Pese a la obvia proximidad ideológica hacia el Gobierno de centroderecha de Silvio Berlusconi, se detecta un cansancio y una impaciencia ante una situación política borrascosa, que prima la politiquería, la polémica y los escándalos, mientras asuntos vitales para el país quedan aparcados ono se les dedica la atención adecuada. Ello ha provocado tensiones con el Ejecutivo. 

Confindustria - al menos de palabra-ha puesto mucho énfasis en la regeneración ética, en erradicar la corrupción. También ha declarado la guerra a las mafias, con la decisión de expulsar a las empresas que estén infiltradas por el crimen organizado o que acepten ser extorsionadas.