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05/09/2008 | Pekín o el mundo al revés

George Chaya

El agosto de este año coincide, de manera nada casual, con una guerra rusa sacada de los tiempos de la Guerra Fría y la intensificación de la represión del Partido Comunista de China contra los disidentes.

 

¿Qué es lo que pasa con el mes de agosto? La Primera Guerra Mundial comenzó en agosto de 1914. El pacto Molotov-Ribbentrop que anunció la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar en agosto del 39, y un rescoldo, llamado Irak, de un imperio que se desmembraba en agosto de 1914, invadía Kuwait en agosto de 1990.

El agosto de este año coincide, de manera nada casual, con una guerra rusa sacada de los tiempos de la Guerra Fría y la intensificación de la represión del Partido Comunista de China contra los disidentes. Si el manto de la noche ocultaba a los amantes de Shakespeare, las Olimpiadas de Pekín ocultan por ahora al emperador desnudo de aquellos que hace apenas un mes predicaban las bondades del diálogo y la cooperación deportiva a la hora de tratar con Irán, China o Rusia. Boicotear las Olimpiadas era igual que boicotear la paz. ¡Victoria o Muerte!

Hasta ahora no ha importado la opresión del Tíbet. No cuenta la brutal represión del pueblo chino. Ni la del pueblo sudanés, cuyo genocidio sería materialmente imposible sin la ayuda y el apoyo armamentístico de China a Jartum. Tampoco nos interesan las mujeres del equipo olímpico saudí, vetadas de las Olimpiadas por su condición de mujeres sin que importe su excelencia deportiva. Nada de esto importa, Oriente está muy lejos. Hasta ahora.

En la exquisita ironía de la vida, resulta que Occidente va a tener que confrontar la beligerancia de otras naciones en mitad de las Olimpiadas. Resulta que el corolario infantil del "No me gusta luego lo ignoro, lo ignoro luego no existe" que nos iba a conducir a que Irán, China, Rusia Sudán, Israel, Gran Bretaña y todo el mundo lanzase unas jabalinas y se abrazase en hermandad, nos ha precipitado en su lugar a una guerra en nuestro patio trasero mismo.

Señoras y caballeros: hay una guerra en Europa.

No durará mucho, pero por ahora no importa. Hoy es tiempo de abrazar a China. Y no son pocos los que lo hacen. No hay que ser anti-olímpicos. Hay que cerrar los ojos a los horrores, hay que aceptar una vez más la ilusión de paz, democracia y diálogo, dos no discuten si uno no quiere, ni siquiera si las explosiones y los misiles rusos tocan las puertas de la Unión Europea. La pregunta ayer era ¿qué tiene que ver el diálogo para que Irán abandone sus ambiciones nucleares? La pregunta de hoy es ¿qué tienen que ver las medallas para que China abandone sus ambiciones políticas? La pregunta de mañana será ¿cómo paramos a Rusia con América en elecciones?

Lo irónico de esta situación es que lejos de ser una enorme pinza con la que taparse la nariz (como pretendía la izquierda, cuyo "No a la guerra" no aparece en el radar ruso de momento), las Olimpiadas de 2008 serán recordadas como el espejo al que se miró el mundo. Y a juzgar por la velocidad a la que corre hacia la ONU para aparentar que hace algo (a pesar de tener constancia del veto ruso), desde luego no parece gustarle lo que ve. Si gastas millones en promover unos actos deportivos con la excusa de servir de estímulo para la unión, la apertura, el diálogo y todas las demás vaguedades retóricas que la izquierda afirma defender cuando ataca constantemente a Occidente, eventualmente tendrás que estar a la altura de esos valores: tendrás que defenderlos. Si no los defiendes, sólo eres un hipócrita.

Las Olimpiadas de 2008, que en 2001 iban presuntamente a conducir a una mayor apertura en China, han conducido a un recrudecimiento de la represión. Los ciudadanos chinos están padeciendo violaciones sin precedentes a manos de las fuerzas de seguridad del régimen. Deben llevar "documentos de identidad especiales" y no deben hablar con extranjeros bajo ninguna circunstancia, so pena de cárcel. Las Olimpiadas de 2008, que presuntamente iban a subsanar las divisiones en Oriente Medio fruto de la Guerra de Irak, han conducido en su lugar a un recrudecimiento de la guerra de las monarquías del petrodólar contra la mujer. Las Olimpiadas de 2008, que iban a conducir a la sensibilización hacia la paz, han conducido en su lugar a la mejora de la imagen internacional del país, China, sin cuya colaboración el mayor genocidio que se lleva a cabo en este mismo momento, Sudán, no se estaría llevando a cabo.

Y como colofón, en un giro irónico de los acontecimientos, las Olimpiadas de la apertura, la paz y la hermandad han servido para alentar los ánimos de aquellos con los que supuestamente se puede dialogar hasta tal punto, que el mundo se despierta con el eslogan de moda en los dos últimos siglos ("Guerra en Europa") y salimos propulsados 30 años atrás, a los tiempos en los que había un muro en el centro de Berlín y el Presidente de los Estados Unidos era un actor de cine del Oeste.

¿Ofrecerán alguna explicación los defensores del silencio cómplice, o esperarán unas semanas a que los refugiados de la nueva agresión rusa se agolpen en las fronteras de los miembros orientales de la Unión? No olvide donar su pantalla de plasma para que los refugiados de Osetia, los disidentes chinos en el exilio, las integrantes del equipo olímpico saudí o los cristianos sudaneses, entre otros, puedan seguir el recuento de medallas.

Diario Exterior (España)

 


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