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22/04/2013 | Corea del Norte o la prueba del algodón para el nuevo liderazgo chino

Isidre Ambrós

La crisis norcoreana se ha convertido en una pesadilla para los dirigentes de la comunidad internacional en general, para los de los países vecinos en particular y muy especialmente para los nuevos responsables de China.

 

No en balde, el gigante asiático constituye el único aliado importante con que cuenta el país más aislado del planeta. Esta realidad hace que todas las miradas estén puestas en la diplomacia de la segunda potencia mundial, algo que no resulta del agrado de los altos funcionarios chinos, poco amantes de mostrar sus capacidades negociadoras.

No obstante, en la medida en que la actual escalada bélica de los dirigentes norcoreanos han puesto al límite la estabilidad regional y los intereses de la propia China, el resultado de las entrevistas que mantuvo sábado, 13 de julio, el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, con los más altos mandatarios chinos, ha dejado un sabor agridulce. Han arrojado mucha menos luz de lo que se esperaba, acerca de la postura de Pekín en la crisis coreana.

Cabía esperar que estas reuniones se centraran en la creciente beligerancia que muestra Corea del Norte y su amenaza para la región del Pacífico, y mostraran a los países de la región en particular y a la comunidad internacional en general cómo los dos países más importantes del mundo cooperarían para contener esta crisis.
Sin embargo, este no parece haber sido el caso. Al menos esta es la impresión que se obtiene tras leer y releer los medios de comunicación chinos sobre los contenidos de estas reuniones.

Según dichas informaciones, el presidente chino, Xi Jinping, ni  siquiera mencionó el tema de Corea del Norte. Tanto él como Kerry se encargaron de pregonar la necesidad de adoptar una perspectiva estratégica y de largo plazo de las relaciones chino-estadounidenses, así como de aumentar la frecuencia de las visitas de alto nivel y abordar de manera conjunta los grandes desafíos. Hay que suponer que en el término “grandes desafíos” incluyeron a Corea del Norte, aunque decidieran no mencionar el problema por su nombre para evitar cualquier reacción del régimen de Pyongyang, siempre susceptible a interpretar cualquier gesto como una agresión.

Según la versión inglesa de la agencia de noticias oficial china Xinhua, Kerry mencionó el tema de Corea del Norte sólo durante su discurso de apertura en una sesión de fotos de cinco minutos con los periodistas. En ella es donde le dijo a Xi Jinping lo de que “son momentos críticos con algunos asuntos muy complejos, como las cuestiones relativas a la península de Corea, los retos de Irán y las armas nucleares, Siria y Oriente Medio, y la necesidad de impulsar la economía mundial”.
El primer ministro chino, Li Keqiang, fue un poco más directo con Kerry y le dijo que la problemática norcoreana amenazaba con perjudicar los intereses de todas las partes involucradas, según Xinhua. “Hacer esto no es distinto de levantar una piedra para dejarla caer sobre tus propios pies”, dijo Li citando un viejo proverbio chino, en alusión a la escalada bélica de Pyongyang. Un comentario que se puede interpretar como una clara advertencia a Corea del Norte, pero que también sugiere una crítica sutil a Estados Unidos y a sus aliados surcoreanos y japoneses.

Mucho más claros fueron en cambio el ministro de Exteriores, Wang Yi, y el consejero de Estado y máximo diplomático chino, Yang Jiechi, con el responsable de la diplomacia de Estados Unidos, acerca de las inquietudes de Pekín sobre los pasos dados por Corea del Norte. Ambos reiteraron que los objetivos de China pasan por lograr una península coreana sin armas nucleares y la resolución de este problema a través del diálogo.

La realidad es que la conclusión que se extrae de las declaraciones de los líderes del gigante asiático y los analistas chinos tras la visita de John Kerry es que en Pekín no existe una línea clara de cómo abordar el tema de Corea del Norte. O al menos no se quiere mostrar claramente.

La realidad, sin embargo, es que los hechos de los últimos meses indican que el Gobierno chino ha cambiado el tono respecto al régimen norcoreano. Así lo hace suponer, por ejemplo, el apoyo de de Pekín a las sanciones de la ONU por la realización de la tercera prueba nuclear norcoreana.

No obstante, no está claro si esa posición se mantendrá en el futuro no fue un hecho puntual, para demostrar a los dirigentes norcoreanos que su protector esta enfadado.

En la capital china, las opiniones acerca de la postura que debe adoptar la diplomacia de Pekín hacia Pyongyang están divididas. El punto de vista más compartido es que si China corta el envío de combustible y bienes de consumo a los norcoreanos, el régimen de Kim Jong Un se podría colapsar y una oleada de refugiados podría invadir las regiones fronterizas de China. Y más grave aun, ello podría acelerar un proceso de unificación impulsado por Corea del Sur. Un proceso que acarrearía con toda seguridad el establecimiento de tropas estadounidenses al otro lado de la frontera china, debido al acuerdo de cooperación entre Corea del Sur y Estados Unidos.

Pero, por otra parte, crece también el sentimiento entre los altos funcionarios y expertos del gigante asiático acerca de que la creciente actitud beligerante del régimen de Pyongyang está socavando la estabilidad regional y perjudica los intereses de la propia China. Un comportamiento que da argumentos más que suficientes a Washington para aumentar su presencia militar en esta región de Asia-Pacífico.

Y además incita a los países vecinos de China, como Japón, Filipinas y Corea del Sur, a incrementar sus gastos militares. Todo ello cuando Pekín afronta unos litigios con algunos de estos países por la soberanía territorial de varios archipiélagos ricos en hidrocarburos y recursos naturales. Una coyuntura que impulsa a aumentar la carrera de armamentos en el Pacífico.

Este panorama sitúa a los nuevos líderes chinos ante la difícil situación de revisar o, si se prefiere, actualizar las relaciones de China con Corea del Norte.

Una cosa parece clara para los responsables y analistas chinos: Estados Unidos no debería culpar a Pekín por no presionar lo suficiente a Pyongyang y debería preocuparse más en frenar sus propias acciones para rebajar las suspicacias norcoreanas. Así lo sugería el pasado fin de semana la propia Xinhua, al señalar que Washington tenía la llave para reducir el clima de tensión en la península coreana. Una afirmación que apoyaba con el argumento de que la situación actual obedece a décadas de sanciones y demostraciones de fuerza por parte de EE.UU.

En su comentario, la agencia de noticias oficial china emplazaba a la Casa Blanca a abandonar su política de confrontación, a escuchar el sentimiento de inseguridad que invade a los gobernantes de Pyongyang y luego a resolver el problema en una mesa de negociación.

La realidad es que desde la semana pasada tanto Corea del Sur como Estados Unidos han lanzado señales conciliatorias al régimen norcoreano acerca de la necesidad de buscar una salida dialogada al conflicto. Una solución que tanto Washington como Seúl, pero también Tokio y Pekín, consideran que va condicionada a que Pyongyang acepte abandonar su objetivo de disponer de armas nucleares. Una idea que el joven líder Kim Jong Un no parece dispuesto a asumir.

Este panorama emplaza a los máximos mandatarios chinos, que asumieron formalmente el liderazgo del gigante asiático el pasado mes de marzo, a poner sus cartas sobre la mesa en la cuestión de Corea del Norte. No sólo por responsabilidad ante la comunidad internacional, sino también porque la actitud del régimen de Pyongyang sugiere que Kim Jong Un y sus asesores van por libre y sólo se escuchan a si mismos.

Corea del Norte se ha convertido pues en la prueba del algodón en materia internacional para los nuevos dirigentes chinos. La forma en que se resuelva esta crisis y el papel que juegue Pekín dará a conocer, sin duda, el futuro protagonismo que Xi Jinping y Li Keqiang quieren que desarrolle China como potencia regional y mundial.

La Vanguardia (España)

 


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