En la medida que se aproxima la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Perú, pautada para el próximo 10 de abril, se acentúa la indecisión en su electorado. Así, a dos semanas de la contienda, los candidatos que desde hace meses venían turnándose los primeros lugares en los sondeos de opinión pública, el expresidente Alejandro Toledo, el ex alcalde de Lima, Luis Castañeda, y la legisladora Keiko Fujimori, se desinflan; mientras que los que ocupaban los últimos puestos -el nacionalista Ollanta Humala y el exministro de economía Pedro Pablo Kuczynski- suben como la espuma. 

Incluso, la encuesta de la Compañía Peruana de Investigación de Mercados (CPI) de finales de marzo sitúa a Humala en el primer lugar. Kuczynski aún no alcanza a puntear pero es el candidato que ha experimentado un mayor crecimiento, al pasar de un 4% en intención de votos en enero de este año, a un 15,5% en la actualidad. 

A este fenómeno, que viene a revolucionar la campaña y a imprimirle un fuerte grado de incertidumbre, se suma el hecho que los márgenes entre los 5 candidatos son muy ajustados, lo cual indica que todos tienen opciones claras de pasar a la segunda vuelta. Algunos piensan que el panorama electoral se aclarará a partir del próximo 3 de abril, cuando los candidatos tendrán la posibilidad de presentar sus propuestas de gobierno a través de los medios, así como de debatir temas de gran interés nacional. 

Sin duda las ideas y debates serán importantes, pero no necesariamente decisivos. Este comportamiento volátil del electorado peruano no es nuevo. En las últimas décadas ha pasado a ser un rasgo electoral característico, dando así grandes sorpresas. Una de las mayores se dio en 1990, cuando en el tramo final de la contienda Alberto Fujimori se impuso ante Mario Vargas Llosa. 

Ojalá que la sorpresa de estos comicios no sea Ollanta Humala, el militar populista de la izquierda radical que en esta campaña, luego de la derrota del 2006, viste su mejor piel de cordero.