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Dossier Juan Pablo II  
 
19/04/2005 | Las grandezas de Juan Pablo II - La sucesión papal

Augusto Romero Sabido

Parece que la importancia que ha tenido el Papa Juan Pablo II en la historia de la Iglesia Católica y del mundo quedará plasmada en el nombre con el que sin duda lo agregarán al número de los santos, “Juan Pablo Magno”, como ha sucedido con sus predecesores León I y Gregorio I.

 

Desde mi personal punto de vista, el adjetivo es adecuado. Aprovechando este tiempo de sensibilidad que nos permite su reciente fallecimiento, quiero exponer las que me parece son las principales grandezas de Juan Pablo II, teniendo en cuenta que grandes pueden ser una virtud o un defecto, una verdad o una mentira, un éxito o un fracaso.

Apertura y cerrazón Me parece que la principal virtud del Papa Juan Pablo II fue su apertura hacia las distintas culturas y religiones del mundo. Lo recordaremos, sobre todo, por sus 106 viajes fuera de Italia en los que realizó una serie de signos que lo acercaron al corazón de los pueblos que visitó.

Esa apertura contribuyó a la revaloración de las culturas autóctonas y nos urgió en la búsqueda de una verdadera inculturación del Evangelio.

Aceptando ponerse un penacho, un sombrero o una guirnalda, al estilo de las gentes que lo recibían, dio un claro ejemplo de que todo lo bueno de cada cultura puede ser asumido por el Evangelio.

En su relación con las otras religiones también fue capaz de lograr acercamientos impensables antes de él. Fue el primer Papa en entrar a una sinagoga o a una mezquita, por ejemplo. En Asís, bajo el amparo de San Francisco, tuvo reuniones ecuménicas memorables.

En uno de sus gestos más dramáticos y eficaces, producto de una intuición excepcional, rezó ante el muro de los lamentos, el sitio más sagrado del judaísmo, y puso entre las piedras del muro, según la costumbre judía, el papel que contenía el acto de contrición de la Iglesia por los pecados que sus hijos habían cometido contra los judíos.

Sin embargo, esta apertura hacia casi todo fue preponderantemente extra eclesial. Hacia adentro de la Iglesia su actitud fue muy distinta, especialmente a partir del atentado que sufrió en la Plaza de San Pedro.

La ortodoxia, como medio para mantener la identidad de la Iglesia, también será signo distintivo del pontificado recientemente terminado.

No hubo durante él posibilidad de poner en discusión, al menos, pensamientos teológicos no convencionales, el ministerio de las mujeres, el celibato de los ministros ordenados, nuevas expresiones litúrgicas o la contracepción.

Entre las voces teológicas alternativas que fueron calladas con una rigidez que provocó escándalo dentro y fuera de la Iglesia destacan las de Hans Küng y Leonardo Boff.

Küng fue determinante en la evolución que la teología católica vivió durante el siglo XX y tuvo una destacada intervención en el Concilio Vaticano II.

Leonardo Boff es el más señalado autor de la Teología de la Liberación, la única corriente católica que ha promovido un método teológico distinto del tiempo de la Escolástica.

No tengo duda, el Papa fue grande en su apertura al mundo y en su cerrazón hacia lo movimientos renovadores intraeclesiales.

Verdad y mentira Buscando caracterizar el ministerio de Juan Pablo II, durante estos días posteriores a su muerte, he leído en varias ocasiones que se lo presenta como el vencedor del comunismo. Esta afirmación, me parece, una gran verdad y una gran mentira.

Efectivamente, la confrontación de Karol Wojtyla con el comunismo es muy antigua y tiene momentos especialmente crudos, como cuando en 1954 el régimen comunista de Polonia clausuró la Facultad de Teología de Cracovia de la que era maestro.

Una vez convertido en Juan Pablo II no escatimó esfuerzos para lograr que el régimen comunista de Polonia cayera.

Su primera visita, en 1979, causó un fuerte impacto en la conciencia colectiva polaca; en uno de tantos documentales que ahora se han transmitido por televisión, escucho el testimonio de una mujer que experimentó por primera vez, después de esta visita, el orgullo de ser polaca.

Su relación con el sindicato Solidaridad fue estrechísima.

Dicen que el Papa se comunicaba con Lech Walesa por medio de cartas que se escondían en las sotanas de presbíteros que servían de correo. No hay duda de que su figura fue fundamental para que la democracia se estableciera en Polonia.

Tal vez también se pueda decir que el influjo de la caída del régimen comunista polaco haya colaborado con la caída de todo el bloque socialista.

Y, por lo mismo, también se pueda decir que Juan Pablo II jugó un papel importante en esa caída. Pero decir, como se leía en un titular periodístico, que él noqueó al comunismo es una exageración que demuestra muy poco rigor histórico.

La caída del comunismo ha sido provocada por una serie de factores de diverso signo que interactuaron y configuraron un proceso muy complicado.

La burocratización, el centralismo, la corrupción, la supresión de las libertades fundamentales y el autoritarismo, entre otros elementos, incubaron la caída.

Al mismo tiempo, un número incuantificable de personas han entregado sus vidas a lo largo de ese proceso.

Es por eso que decir que la participación de Juan Pablo II ha contribuido a la caída del comunismo es una gran verdad, pero decir que él acabó con el comunismo es una gran mentira.

Éxito y fracaso Juan Pablo II posee una larga lista de marcas que difícilmente puedan ser superadas o siquiera igualadas. Al visitar 133 países logró encontrarse con más personas que nadie en toda la historia; visitó 1,022 ciudades y pronunció 3,288 discursos.

Durante uno de sus dos viajes a Filipinas reunió un auditorio de siete millones de personas.

México ha sido uno de los países que más visitó y donde logró mayores convocaciones masivas.

En su primera visita se formó una valla humana del aeropuerto de la ciudad de México hasta la ciudad de Puebla.

Frecuentemente se dice que fue aquí donde descubrió el poder de convocación que marcaría su pontificado.

Entre quienes más se sintieron convocados por Juan Pablo II destacan los jóvenes, desde que el 30 de marzo de 1985 inauguró el primer Encuentro Internacional de la Juventud en la ciudad de Roma. Durante la vigilia mundial que acompañó su agonía los jóvenes fueron protagonistas indiscutibles; sus últimas palabras parecen haber sido dedicadas precisamente a ellos.

Al oír estos datos no podemos negar que la pastoral de multitudes que realizó el Papa ha sido un éxito sin comparación posible.

Sin embargo, si en vez de fijarnos en la cantidad ponemos nuestros ojos en la calidad la consideración puede ser distinta.

El Papa vivió una contradicción muy grande porque era consciente de que la mayoría de los que lo seguían prestaban poca atención al mensaje que llevaba.

Recuerdo que durante uno de esos multitudinarios encuentros con jóvenes realizado en el marco de una visita a Canadá, los asistentes le gritaban “viva el Papa” y él les replicaba con evidente contrariedad “viva Cristo”. En el caso de Juan Pablo II se hizo evidente que se amaba al mensajero y se pasaba por alto su mensaje.

No se cansó de proclamar su rechazo a la guerra, al desenfreno sexual o a la manipulación genética, pero frecuentemente su voz fue clamor en el desierto.

Sus encuentros multitudinarios nos muestran otra característica del ministerio de Juan Pablo II: éxito del mensajero, fracaso del mensaje.

Conclusión Las anteriores consideraciones adquieren para mí especial importancia ante la inminente elección del sucesor de Juan Pablo II. Para quien resulte electo, las grandezas de Juan Pablo resultarán un verdadero reto.

Durante estos días elevo mi oración por quienes tienen en sus manos la elección del nuevo Papa, enciendo una veladora y los conservo en mi pensamiento.

No sé si Dios reciba mi petición de que ni Ratzinger ni ninguno como él sea elegido.

Espero oiga mi ruego de que don Carlo María Martini tenga astucia y prudencia para cumplir el rol fundamental para la Iglesia y el mundo, que ya ha empezado a desempeñar. Dios le conceda a sus hombros, cansados por 78 años de fecundo ministerio, soportar el peso que la providencia ha depositado sobre ellos en esta hora de gracia.— Mérida, Yucatán.

ars@sureste.com

Yucat (Mexico)

 


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