Más bien al contrario. "Las masas no tienen cerebro. Nadie puede imaginar el camino cuando no hay una guía. Cualquier cosa puede pasar", advierte a ELMUNDO.es el destacado salafista Hosam Eid, un traductor de español que trabaja en el servicio de asistencia telefónica de una multinacional.

"Tenemos un futuro oscuro para Egipto. No sé hacia donde vamos", agrega este padre de familia desde una de las acampadas islamistas que permanecen en El Cairo decididas a dar la vida para defender la legitimidad de Mohamed Mursi.

El presidente derrocado, entretanto, continúa retenido y aislado en el Ministerio de Defensa. Ayer esa rabia por la brújula robada dejó una treintena de muertos y más de 400 heridos en enfrentamientos de islamistas con opositores seculares o fuerzas de seguridad.

"La única opción es quedarnos en las calles para tener el derecho otra vez de elegir. No es un juego que me des democracia y libertad y luego me la quites y me lleves a prisión. Eso no puede pasar. No lo permitiremos. Es el derecho de las próximas generaciones, de mis hijos y nietos", apunta Hosam, resuelto -como el resto de Hermanos Musulmanes y aliados salafistas- a sacrificar su vida para defender lo que los militares arrasaron la noche del miércoles con su golpe de estado.

Y agrega: "Estoy dispuesto a dar mi vida para que tú puedas expresar tu opinión y elegir quien te va a gobernar". Con varios cientos de miembros de la Hermandad detenidos y el cierre de los canales de televisión islamistas, las nuevas autoridades de país más poblado del mundo árabe tendieron la mano a la Hermandad para invitarles a negociar un gobierno de unidad nacional.

Una opción que descarta Hosam. La única vía -asegura- es la lucha. "Nadie va a hacer legítimo el golpe. Nuestro presidente es Mursi. No vamos a dejarle y será la nación la que decida si sigue después de terminar su mandato", concluye.