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15/02/2013 | El Estado de la Unión y el paradigma del tercer milenio

Ariel Hidalgo

Pueden señalarse diferentes tópicos del discurso del presidente Barack Obama en el Estado de la Unión entre los más importantes, como la reforma migratoria, la energía, la educación o la seguridad nacional.

 

Y no digo que no lo sean, pero desde mi punto de vista cuatro son los que marcan la dirección acertada para que la humanidad rebase la crisis general en diferentes ámbitos hacia el nuevo paradigma civilizatorio del tercer milenio: el apoyo a la clase media, el respaldo tanto a las mujeres como a los homosexuales en sus reclamos por sus derechos, el control de las armas de fuego y una mayor protección del medio ambiente.


Las medidas a favor de la clase media, como el salario mínimo de nueve dólares la hora, podrán ser cuestionadas, pero lo difícil de obviar es el hecho de las distancias abismales entre ingresos de ejecutivos altos y medio y el de los simples empleados. Los salarios de éstos no suben en la misma medida en que se eleva el costo de la vida. Compensarlos con tarjetas de créditos fue uno de los principales factores de la gran crisis del 2007.

Más importante aún es aligerar los trámites burocráticos para los pequeños negocios. A las empresas, señala muy agudamente el Presidente, les conviene que los trabajadores ganen más para que puedan comprar más, una premisa de Henry Ford hace casi un siglo.
La defensa de los derechos de las mujeres y los homosexuales debe ser aplaudida. Frente a esta milenaria civilización eminentemente patriarcal actualmente en crisis, se hace imprescindible una consideración igualitaria de todos los seres humanos en el plano social teniendo en cuenta la igualdad natural de los seres humanos independientemente de su educación, sus ideas, su etnia, fortuna, raza, género y orientación sexual. La comprensión, la empatía y la fraternidad entre todos los seres humanos, deben reemplazar una mentalidad de odio e incomprensión.

El presidente mencionó, en defensa del control de las armas de fuego, los crímenes masivos de personas inocentes. A quienes proponen contrarrestar esas matanzas con más armas, les recuerdo la frase de Martin Luther King de que la oscuridad no se disipa con más oscuridad. Eso sólo lo hace la luz. Hechos semejantes se han producido en otros países, principalmente en Europa, pero el número en Estados Unidos es mayor que el de todos los demás países juntos. Sólo en 2012 se produjeron cuatro hechos de esa envergadura: el Instituto de Ohio en febrero, el del templo sikh de Winconsin en agosto, el del cine de Colorado también en agosto, y el de la escuela de Sandy Hook en Connecticut en diciembre. La cultura de la violencia es un fenómeno global, pero no recuerdo ahora otro país, aparte de Estados Unidos, donde haya una enmienda constitucional que considere un derecho de sus ciudadanos el portar armas, una enmienda que sólo pudo ser considerada necesaria en una época donde la fuerza de la autoridad no era suficiente para contrarrestar a los criminales. Estamos hoy en otra época. No basta, por supuesto, con el control de las armas si no se reemplaza una cultura de violencia y odio por otra de paz y amor. Pero ya este solo paso sería el primero en un camino que sabemos será largo.


El Presidente se refirió a los desastres naturales cada vez más intensos y frecuentes en un cambio climático en el que mucho tiene que ver la mano del hombre. El fatídico principio sobre el que se asienta nuestra civilización es el divorcio entre el género humano y la naturaleza, concebida ésta como un reino separado que aguarda ser conquistado y explotado. Ahora que los astrónomos nos advierten que este 15 de febrero un asteroide pasará peligrosamente cerca de nuestro planeta, se recuerda que en una época remota el choque de un asteroide provocó en la Tierra el fin del 70 por ciento de las especies y se teme que eso vuelva a suceder. En realidad ya está sucediendo, pero lentamente. Ese “asteroide” se llama civilización humana. Las medidas tomadas hasta hoy para contrarrestar ese proceso letal, como bien dijo el Presidente, no son suficientes y hay que abordarlo más enérgicamente.

El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 


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