El Gobierno de Papandreu ha aceptado una especie de protectorado de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) sobre el país. Esta decisión será puesta a prueba a partir del cumplimiento de hechos concretos y puede marcar una vía de solución de la crisis soberana basada en una estrategia del paso a paso que, si bien no exenta de riesgos, seguramente estará más pegada a la realidad europea, y por tanto será más factible.

Para entender el paso dado cabría recordar algún refrán griego, como este: en este mundo, hay dos tipos de personas: los griegos y los que quieren ser griegos. Ahora, veamos lo que decía ayer el ministro de Economía heleno, Evangelos Venezelos: "Si no hubiera en adelante un control de la troika sobre nuestro presupuesto, este derraparía de nuevo". Los fallos griegos, añadió, "no proceden de un problema de intenciones, sino de capacidad, de hábitos, de estructuras... Felizmente estamos bajo control porque esto nos permite recuperar el autocontrol, y salvarnos". Esta es, al menos, la letra de la nueva música griega, que en adelante dirigirá el FMI, brazo ejecutor de la troika.

Grecia, según los mercados, es un país insolvente. Con una deuda de 350.000 millones de euros (el 166% de su PIB en el 2011), por la que ha de pagar un tipo de interés del 22%, y con un crecimiento negativo este año del 5% y del 2% en el 2012, no está en condiciones de cumplir sus compromisos. Pese a ello, para la zona sigue siendo un gran problema que resolver. Y la solución no es fácil porque parte de Europa está fatigada de actuar según una idea de solidaridad que siente burlada. Grecia es el caso extremo de esta circunstancia.

Por eso, la cura de austeridad que le ha impuesto la troika es severa: recortar la plantilla del sector público en 150.000 empleos, poner en marcha su plan de privatizaciones –donde apenas si se ha avanzado porque los griegos piensan que los extranjeros se van a quedar con su patrimonio histórico a precio de ganga cuando en unos años valdrá mucho más– o actualizar un sistema fiscal gracias al cual existe un fraude generalizado. Así, como último recurso se ha debido aplicar un impuesto sobre los inmuebles a través del recibo de la luz, que los sindicatos han amenazado con no cobrar como protesta. Expertos han dicho que Grecia debía ser atendida antes por el Banco Mundial –especializado en el tercer mundo– que por el FMI. Sea como sea, los planes de ajuste y de reforma han de estar listos para comienzos de octubre a fin de cobrar los 8.000 millones de euros que les permitan evitar impagos.

El mercado desconfía de Atenas porque parte de su población no acepta el ajuste. Pero si hay algo que se tema es una quiebra desordenada de Grecia: se ha convertido en un riesgo global. No se puede desactivar de forma rápida la bomba. Los eurobonos, por ejemplo, no son para mañana. El paso a paso va a requerir una suspensión de pagos ordenada, esto es, nuevas quitas voluntarias aceptadas por los bancos acreedores –que deberán ser poco a poco recapitalizados– al tiempo que entra en funcionamiento el Fondo de Estabilidad Europeo como apoyo. Es complicado, hay que prepararse para un rescate lento y no exento de sustos.