Desde hace meses, el Gobierno de EE.UU. mantiene conversaciones ultrasecretas con líderes de la insurgencia iraquí que discrepan con la infiltración de Al Qaida en su país, asunto en el que pueden encontrar un cierto acuerdo con sus invasores. El diario The New York Times confirmó la existencia de estas conversaciones a través de tres fuentes, entre ellas un diplomático occidental que afirma que el principal problema de los estadounidenses es localizar a los líderes de la insurgencia que, a falta de una cabeza visible, se compone de numerosas células inconexas.

Dos importantes grupos de la insurgencia son el Ejército Islámico en Irak y el Ejército de Mahoma, formados por nacionalistas y antiguos miembros del partido de Sadam Husein. A ellos recurrieron algunos líderes iraquíes para pactar la paz temporal que permitió celebrar las pasadas elecciones.

El principal objetivo de estos grupos es la expulsión de los estadounidenses, lo que implica el segundo gran problema de estas conversaciones. El Gobierno de Bush se niega a establecer un calendario para la salida de sus tropas, principal demanda de estos grupos.

De su Estado iraquí, libre de invasores extranjeros, al califato islámico que busca Al Qaida hay una gran distancia. Ésa es la brecha que quieren explotar los negociadores estadounidenses. «Nosotros somos iraquíes, y Al Qaida viene de fuera de nuestras fronteras. Ellos difaman el nombre de la noble resistencia que hay dentro de Irak», dijo al rotativo neoyorquino Abu Omar, nombre de guerra de un miembro del llamado Ejército Islámico de Abu Ghraib.

Reguero de sangre

El sangriento reguero de víctimas iraquíes que dejan los atentados suicidas de Al Qaida es una de las razones de su distanciamiento. Sólo en los dos últimos días estos ataques han costado la vida a más de 200 iraquíes, muchos de ellos mujeres y niños. La rama de la red terrorista en Irak está dirigida por el jordano Al-Zarqaui, que se hacer llamar líder de Al Qaida en Mesopotamia y recluta extremistas islámicos de otros países dispuestos a dejar su vida en la batalla que pretende extender a todo Oriente Próximo. A ellos se les atribuyen la mayoría de los atentados suicidas.

Además de ese baño de sangre gratuito, la alta participación de suníes en las pasadas elecciones, cuyos resultados aún están en el aire, ha abierto las puertas de las negociaciones que se llevan a cabo «dentro y fuera de Irak», dijo la fuente del rotativo neoyorquino.

«Según la doctrina islámica y los principios democráticos no puede haber una resistencia legítima contra un gobierno legítimo», explicó el diplomático occidental. «Si lográramos que la resistencia y la coalición se entendieran, ellos mismos se encargarían de Al-Zarqaui y de los terroristas».

Las diferentes fuentes difieren sobre la relación entre esas negociaciones y la liberación en diciembre de Saitan Qaud, antiguo socio de Sadam, y de una veintena más de detenidos. Muchos lo consideran el primer resultado de las conversaciones, aunque el embajador estadounidense en Irak, Zalmay Jalilzad, lo niega. Otros aseguran que EE.UU. lo puso en libertad como gesto de buena voluntad, que fue muy bien recibido por los suníes. El mismo Qaud dice no saber las circunstancias de su liberación, pero admite que tras ella se le acercaron líderes insurgentes para pedirle que les represente en negociaciones con Estados Unidos.