De lo que no se tiene tanto conocimiento, pero que es igualmente intolerable, es de la denegación sistemática de asistencia médica, suministros de alimentos y todo otro tipo de ayuda humanitaria destinada a grandes sectores de la población. Esta denegación de los derechos humanos más básicos debe finalizar antes de que el número de muertes de esta guerra, que actualmente supera las 100,000 personas, alcance niveles aún más catastróficos.

Los informes sobre desnutrición grave en amplias zonas de Siria que sufren bloqueos del régimen sirvieron para que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitiera una declaración presidencial en la que instaba a que se permitiera el acceso inmediato de la asistencia humanitaria. Para respaldar la posición de la ONU, todos los países deben exigir medidas sobre el terreno, y de inmediato. Esto incluye a gobiernos que han permitido que sus aliados sirios bloqueen o debiliten los esfuerzos de ayuda humanitaria vital exigida por el derecho internacional humanitario.

Explicado en términos simples, el mundo debe actuar rápidamente y con determinación para hacer llegar la asistencia para salvar las vidas de civiles inocentes que padecen las consecuencias de la guerra civil. Hacer menos implicaría arriesgar a que se produzca una “generación perdida” de niños sirios que quedarán traumatizados, huérfanos y padecerán hambre como consecuencia de esta guerra barbárica.

La desesperación puede ser aliviada significativamente, incluso en medio del conflicto. Al trabajar a través del régimen con ayuda de Rusia y otros países, los inspectores de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas demuestran todos los días que los profesionales aún pueden continuar llevando a cabo su trabajo en los lugares donde existe voluntad política. Si los inspectores de armas pueden llevar a cabo esta misión crucial para garantizar que las armas químicas de Siria no vuelvan a usarse nunca más, también podemos encontrar una manera para que los trabajadores de asistencia, que tienen una misión de importancia no menos vital, puedan entregar alimentos y tratamiento médico a hombres, mujeres y niños que sufren por algo de lo que no son responsables.

El gobierno de Estados Unidos ha tomado medidas significativas para aliviar el sufrimiento. Desde el comienzo de la crisis siria, Estados Unidos ha liderado la lista de donantes internacionales, con contribuciones que alcanzan los 1,400 millones de dólares en concepto de ayuda humanitaria. La ayuda ha sido distribuida a cada sector de Siria por importantes agencias internacionales, entre las que se encuentran la Agencia de la ONU para los Refugiados, el Programa Mundial de Alimentos, el Comité Internacional de la Cruz Roja, la Media Luna Roja Árabe Siria y grupos no gubernamentales de alto nivel.

La mayoría de estos trabajadores humanitarios son valientes sirios que arriesgan su seguridad cruzando los frentes de batalla por el bien de otros. Han realizado verdaderos milagros y salvado miles de vidas. A cambio, han sido sometidos a una larga lista de atrocidades. Han sido hostigados, secuestrados, muertos y detenidos en cada intento por salvar a civiles inocentes que desesperadamente luchan por sobrevivir.

Los obstáculos existen en ambos lados de la guerra. Observadores externos de la ONU y organizaciones no gubernamentales han relatado cómo combatientes extremistas de la oposición han evitado que la ayuda llegue a manos de aquellas personas que la necesitan, cómo han desviado las provisiones y cómo han violado los derechos humanos de las personas que trataban de entregarlas.

Pero son las políticas del régimen las que amenazan con llevar la catástrofe humanitaria al abismo. El gobierno de Assad se niega a registrar a las agencias de ayuda legítimas. Bloquea la asistencia en todas sus fronteras. Exige que los convoyes de la ONU viajen por rutas enrevesadas y que pasen a través de numerosos puestos de control hasta llegar a las personas necesitadas. El régimen ha bloqueado sistemáticamente los cargamentos de alimentos en distritos ubicados estratégicamente, lo cual tiene como resultado un aumento en las tasas de mortandad y miseria.

La declaración de la ONU emitida a principios de este mes insta a todas las partes a que respeten sus obligaciones de conformidad con el derecho internacional humanitario. Establece una serie de medidas, que, de tomarse, funcionarían para proteger y ayudar al pueblo sirio. Se debe acelerar el envío de convoyes que transportan ayuda. Se debe proporcionar acceso seguro para poder dedicar atención médica a los heridos y enfermos. Y se deben terminar los ataques a personal y establecimientos médicos.

Simplemente esperar que un régimen como el de Assad cumpla con el espíritu, o tan solo con lo que dice la declaración del Consejo de Seguridad sin una presión concertada de la comunidad internacional, lamentablemente, es poco realista. Un régimen que asfixia con gas a su propio pueblo y que les niega sistemáticamente alimentos y medicamentos solo se rendirá ante nuestra presión, no ante nuestras esperanzas. Los aliados de Assad, quienes ejercen influencia sobre sus decisiones, deben exigirle a él y a quienes lo apoyan que cumplan con los estándares internacionales. Con la inminente llegada del invierno y con el aumento diario de la cantidad de personas que se enferman y pasan hambre, no podemos perder tiempo. Los trabajadores de asistencia humanitaria deben tener acceso total para poder realizar sus trabajos al instante. El mundo no se puede quedar sentado mirando cómo mueren víctimas inocentes.

Secretario de Estado de Estados Unidos.