Francia construye hoy cinco reactores EPR para su propio uso en la década próxima. El gobierno italiano se orientó desde su inauguración, el año pasado, hacia el nuclear.

Levantó bandera contra el resultado del referéndum de 1987, convocado al año de la tragedia de Chernobil, junto con otros líderes europeos de izquierda y derecha, defensores de la electricidad nuclear como puente hacia un incierto futuro sin apenas petróleo, con abundante y perecedero gas natural y algunas energías alternativas.

La compañía nuclear Areva y la aeroespacial EADS son plataformas en el exterior. Plataformas germano-franco-españolas, si se quiere. No tratan de restaurar imperios, sino de ofrecer soluciones seguras a un mundo inseguro. También los BRIC, Brasil, Rusia, India y China, se inclinan por el nuclear.  

Una sociedad moderna no se mide sólo por el PIB. Su fuerza innovadora, su investigación y su capacidad para atraer inversiones pesan tanto como el Producto Interior Bruto. Francia, vecina de España, es un ejemplo.

En estos 20 años la distancia entre la renta del ciudadano francés y el español se ha acortado. Pero es mayor la distancia entre la capacidad de lo que Francia puede poner en los mercados del mundo, globalizados, y lo que puede España.

Energía nuclear; industria aeroespacial; tren de alta velocidad; farmacia; alimentación; agua, con lo que este bien escaso conlleva... Esos seis sectores estratégicos del índice CAC 40 reúnen mayor peso que los del madrileño Ibex 35.

Por su impulso innovador, en el Ibex destacan sólo tres grupos: uno de ellos, enorme, Telefónica, cuarta compañía mundial de telecomunicaciones. A distancia, Acciona, junto a una compañía menor, Abengoa, ambas en energías renovables. Finalmente, Técnicas Reunidas, líder en ingeniería de vanguardia en el sector hidrocarburos.

En billones de dólares, como se mide la riqueza mundial, es decir, millones de millones, Francia pesa 2.7; Italia, 2.1; España, 1.5. Para tener una idea, Estados Unidos, 13.8; Alemania, 3.5. Italia no es sólo el folclore de su actual primer ministro.

Con un PIB inferior a Francia, es una potencia media-grande que acaba de comprar el 92 por ciento de Endesa, primera eléctrica española. Desde Roma hasta el paso de Brenero, en la frontera austriaca, la bota italiana encierra una de las mejores fábricas de Europa, un taller de treinta y tantos millones de especialistas, en parte dedicados a sufrir a su clase política, rica en notables excepciones, Giulio Tremonti, Franco Fratini...  

Francia empuja y empuja. La alianza franco-alemana, firmada por Adenauer y de Gaulle en 1963, es una base indiscutida. Desde Carlos VII y Luis XI, en el siglo XV, luego desde Colbert hasta de Gaulle, se fraguó este pueblo duro, trabajador, enemigo de las aventuras, hoy alarmado por la marcha del mundo.

El aeropuerto de París es uno de los más caóticos de Europa; un submarino atómico basado en Brest choca en la profundidad del océano con un homólogo británico: esto lo sabemos. Pero sabemos también del peso de esos seis sectores.  

De origen no francés, como Bonaparte, hiperfrancés por tanto, Sarkozy ha rescatado el lema de la Ilustración, Atrévete a Saber.