REINO Unido no puede evitar un sentimiento de frustración ante el crecimiento de Alemania y Francia. En el último trimestre, Alemania ha crecido un 1.5 por ciento; Francia un 1 por ciento; Reino Unido un 0.5 por ciento. Algunos columnistas del Financial Timesllevan un año anunciando el hundimiento de la eurozona, que sale de la crisis a doble o triple velocidad que Reino Unido.
La franja central de la eurozona (Alemania, Francia, Benelux, Austria, Finlandia) crecerá en 2011 al 2.5, Reino Unido apenas el 1 por ciento. Al principio, los comentarios consiguen confundir a los espectadores. Pero pronto los datos se imponen.
En la semana en que se acuerda un rescate a Portugal de 78.000 m. €, España ha conseguido —dicho sea al margen del ruido electoral— mantenerse lejos de la zona de default. Ha tragado durísimas medicinas pero ha saneado en parte su economía, con un el déficit público de —6.3 por ciento, más cerca de Francia (-5.8) que de Irlanda (-10.5) o Grecia (-9.5). El crecimiento español alcanzará en 2011 un modesto 0.8 por ciento: modesto, pero crecimiento. Irlanda, Portugal y Grecia retrocederán. Alemania podrá crecer un 4.8 (PIB, 2.208 b. €) Francia, expectativas revisadas, un 3 por ciento (1.575 b. €). Reino Unido un 1.5 por ciento (1.563 b. €).
El consejero del BCE, J. M. González-Páramo, hablaba la semana pasada de las dificultades de Grecia. Los responsables de la situación, dijo, son sus gobiernos: el actual, socialdemócrata, y el anterior, conservador. Esos gobiernos han mentido. Al 95 por ciento la responsabilidad, añadía el consejero del BCE, es de los gobiernos griegos, no de los mercados.
Nuestras conclusiones: los mercados han sido responsables en gran parte de la crisis de Wall Street. Pero en Grecia, su responsabilidad pasa después, mucho después del gobierno. La reputación del primer ministro, Giorgos Papandreu, y del ministro de Finanzas, Giorgos Papaconstantinou, parecen a salvo. Pero a ellos hubiera correspondido poner orden en las falsas cuentas.
Alemania y Francia pondrán duras condiciones que el Gobierno griego no podrá siquiera discutir. El término solidaridad, explicaba González-Páramo, tiene varios sentidos: apoyo, equidad, redistribución... Pero hay una acepción básica, solidaridad de los miembros de un grupo para integrarse. Gracias a ese espíritu, Grecia no saldrá del euro. Grecia servirá para acelerar la gobernanza del euro.
El euro, recordábamos aquí, es más que un valor cambiario ante el dólar o el yuan. El euro es, dicho sea hoy, en el momento más bajo, un ejemplo de solidaridad en el proceso de integración empezado después de la Segunda Guerra mundial.
Nuestra apuesta va a favor de una Grecia más vigilada, desde fuera y desde dentro: con una eurozona que empieza a salir de la crisis y una España forzada a seguir sus reformas, entre las que se acerca un gran acuerdo entre sindicatos, patronal y gobierno.
La canciller ha confirmado su apoyo al sucesor de Jean-Claude Trichet en el BCE. Será finalmente Mario Draghi, gobernador del Banco de Italia: como Trichet, un ortodoxo anti-inflación. ¿Y Alemania? Al firmar la paz con Adenauer, en 1963, el general De Gaulle fue claro. Alemania no es un país como los demás.
