Si  bien las recientes primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) transcurrieron, en líneas generales, con normalidad, el acto eleccionario ha sido empañado por una serie de denuncias de diferente tenor, que obliga a las autoridades nacionales y a la Justicia Electoral a buscar alternativas tendientes a corregir cualquier anomalía en el futuro.

Distintas cartas de lectores publicadas en LA NACION dan cuenta de algunas lamentables irregularidades que, aun cuando no hayan impactado en los resultados generales, son síntomas de imperfecciones cuando no de intentos de fraude.

El hecho más denunciado ha sido el de votantes que, al llegar a la mesa donde debían emitir su sufragio, se encontraron con que no podían votar, tras recibir la tristemente célebre explicación "usted ya votó" por parte de la autoridad de mesa. Es probable que, esta vez, lo sucedido no se vinculara con los conocidos fraudes acontecidos en otras épocas de la Argentina, sino con errores de los encargados de distribuir los troqueles que hicieron firmar a determinados votantes en el lugar equivocado. Pudo tratarse de equivocaciones involuntarias, pero no por eso dejan de ser lamentables.

No menos indignante ha sido contemplar que figuraban en el padrón personas fallecidas hace años, al tiempo que resultan sumamente graves denuncias de electores que, con posterioridad al escrutinio provisional, buscaron en el sitio web oficial los resultados de la mesa a la cual concurrieron a votar y descubrieron que los candidatos por los que habían sufragado no tenían votos.

Otro episodio lamentable fue la falta de boletas de algunas fuerzas políticas, registradas en diferentes centros de votación. El robo de boletas en el cuarto oscuro continúa siendo una práctica común que los dirigentes toman con cierta naturalidad y remedian habitualmente en el acto. Pero lo cierto es que no estamos ante una picardía, sino frente a un verdadero delito, para el que muy rara vez se hallan culpables.

En todo proceso electoral se debe aspirar a conseguir la máxima limpieza para la expresión de la voluntad de los votantes, con reglas parejas para las agrupaciones políticas que compiten.

El espíritu de las PASO procura ampliar la participación de la ciudadanía en el proceso de selección de los candidatos a cargos electivos. Sin embargo, las dos experiencias nacionales vividas con este sistema electoral -la de 2011 y la del último domingo 11 de agosto- revelan que la nueva legislación electoral no ha resultado efectiva para evitar episodios fraudulentos como el robo de boletas o mecanismos muy propios de las prácticas clientelistas, como el llamado "voto cadena", a través del cual algunos votantes depositan votos que no son suyos.

La única forma de borrar definitivamente esta clase de fraudes sería avanzar hacia el voto electrónico. Pero ni este procedimiento ni el de la boleta única han sido hasta el momento considerados por el gobierno kirchnerista, pese a haber sido probados con éxito en numerosos países democráticos.

Otra cuestión que no ha resuelto la nueva legislación electoral es la falta de equidad en cuanto a los recursos de unas y otras fuerzas políticas para hacer campaña proselitista. Ha quedado una vez más demostrado el desmesurado desequilibrio en favor de los candidatos oficialistas, por cuanto el gobierno nacional ha volcado cuantiosos recursos públicos en su apoyo.

La ley establece que durante los 15 días previos a la fecha fijada para las PASO estará prohibida la realización de actos inaugurales de obras públicas; el lanzamiento o promoción de planes, proyectos o programas de alcance colectivo y, en general, la realización de todo acto de gobierno que pueda promover la captación del sufragio a favor de cualquiera de los candidatos a cargos electivos nacionales. Quedó en evidencia que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se burló de esa cláusula en reiteradas ocasiones a lo largo de la última campaña electoral.

Las recientes primarias abiertas contaron, sin embargo, con un dato más que auspicioso, dado por los fructíferos esfuerzos de distintas organizaciones no gubernamentales para proveer fiscales de mesa. Se trató de una novedad tan importante como bienvenida, sin la cual probablemente el acto electoral hubiese estado teñido de muchas más irregularidades.

Más allá de esto, resulta imprescindible que las próximas elecciones no dependan tanto de la movilización de ciudadanos dispuestos a entregar tiempo y esfuerzo para garantizar la transparencia de la votación, sino de mecanismos propios de un sistema electoral que podrían mejorar sensiblemente nuestra calidad institucional y facilitar la concurrencia a las urnas sin la más mínima sospecha de fraude.