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24/03/2006 | Atrapados en la Historia

Hugo Martini

La Argentina está atrapada en un debate sobre el proceso militar que, iniciado el 24 de marzo de 1976, se extendió hasta el 10 de diciembre de 1983.

 

El problema real no son las diferentes visiones de la historia de esos siete años sino que el problema es la historia misma, a secas. El centro apasionado de la vida política de los argentinos está dominado por el pasado.

"No podemos mirar el presente en un espejo retrovisor, ni entrar en el futuro retrocediendo". La metáfora es de Marshall McLuhan (1911-1980) quien ejemplificó la idea publicando la fotografía de un automóvil que avanza por una autopista. La fotografía está tomada desde dentro de un auto, visualizando el espejo retrovisor en el que no se ven los otros autos que vienen detrás sino que aparece dibujada una diligencia tirada por caballos. Toda la sociedad argentina está atrapada por la imagen de la diligencia que, obviamente, es el pasado; todos están mirando hacia 1976 y lo único que ven, solamente, es el pasado.

La famosa inteligencia argentina, desde la izquierda a la derecha, se entretiene jugando a una especie de concurso demencial para saber quién sabe más y quién tiene razón acerca de 1976, a fin de conquistar quién sabe qué imaginario trofeo. Pareciera que es imposible mirar hacia adelante.

Los dirigentes de España, Brasil, Chile o Uruguay que pasaron hace 30 años por situaciones casi iguales o peores que aquellas que la Argentina pasó, han sabido articular positivamente las diferencias que los enfrentaron. En este punto, es esencial distinguir por un lado, el interés por discutir el pasado como una catarsis y, por el otro, que el pasado paralice el proceso cotidiano de la toma de decisiones. 

La división entre los dirigentes políticos argentinos expresa algo más que una diferencia de ideas y principios. Como hace tres décadas, unos ven a los otros como extranjeros, como si estuvieran afuera del sistema de pertenencia del mismo país. Ninguna comunidad nacional es viable con semejante nivel de fractura en la cual unos dirigentes consideran a otros dirigentes al servicio de intereses distintos, sean los de Chávez o los de Washington. Sin embargo, algo los une: todos miran a la Argentina desde el pasado. La pregunta es si tiene futuro un país cuya toma de decisiones siempre está hundida en la nostalgia.

¿Qué pueden hacer en esta semana los que no quieren vivir en el pasado? Dejar que la corriente pase. Este es un momento transitorio –muy repetido en la historia reciente- en la que el gobierno parece que determina todo y para siempre: la agenda y la ejecución de la agenda.

Este desvarío lo tuvo el Proceso a fines de la década del 70´ ; Alfonsín cuando soñó con el tercer movimiento histórico o Menem imaginando que la presidencia era un bien propio adquirido a perpetuidad. A pesar de todo hay que seguir con la idea de que la historia continua adelante, con lo mejor que va quedando de cada uno, incluido lo de este mismo gobierno.

En la pelea de estos días no hay espacio ni siquiera para los que quieran elevar el nivel de su análisis convocando a la concordia. La apuesta al futuro es, como hace treinta años, un sendero muy reducido entre los escépticos y los fanáticos de distintos colores, convencidos de que lo pueden todo. Pocas veces, como ahora, la democracia asume la forma de un largo ejercicio de paciencia y perseverancia.

Hugo Martini es Diputado Nacional (PRO) de Argentina.

Diario Exterior (España)

 


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