Pero el ex presidente estadounidense está dedicando cada vez más energía y tiempo a la campaña de su esposa, Hillary.

Reinstalarse en la Casa Blanca, con los papeles cambiados, es la ambición de ambos. El diario The New York Times lo llama a él "estratega en jefe". Tras calibrar los pros y contras, es evidente que Hillary ha decidido que implicar a su marido le aportará una clara ventaja sobre sus rivales en la carrera por la nominación demócrata.

Renunciar al poder de convocatoria de Bill, a su genio dialéctico y a su capacidad para recaudar dinero - elemento siempre clave en las campañas electorales estadounidenses- sería un grave error de Hillary. Los asesores de la candidata no quieren repetir la nefasta experiencia de la campaña realizada por Al Gore en el año 2000. Temeroso de verse perjudicado por la resaca del escándalo Lewinsky, Gore prescindió del todavía presidente. Eso pudo acabar costándole votos decisivos en estados como Arkansas.

El caso actual es distinto. Incluso más delicado.

Hillary y Bill no pueden sacudirse el lastre de ser percibidos como una reinstauración pseudodinástica, y de ofrecer a los norteamericanos una alternativa sin precedentes. Sabedores de que esa situación no la cambiarán, han optado por sacar el máximo partido al factor positivo, al tremendo valor añadido que él aún atesora si juega su papel con habilidad.

A Bill no se le reserva como arma milagrosa para el momento clave de las primarias, sino que se le saca jugo ya desde ahora. Sus comparecencias en fiestas y banquetes para recaudar fondos suponen ingresar en caja al menos cien mil dólares. La campaña de Hillary acaba de sacar un vídeo de propaganda de casi cinco minutos en el que el ex presidente repasa la vida de su mujer desde que se conocieron, hace 35 años, y la llena de elogios.

Bill habla a la cámara desde la misma sala de estar en la que ella grabó el vídeo en el que lanzó su candidatura por internet. El mensaje del ex presidente empieza mostrando su "orgullo" por lo bien que está yendo la campaña. Luego se extiende por el interés de primera hora de Hillary por los derechos de los niños, de las mujeres, de la gente desfavorecida, por lograr un sistema sanitario de cobertura universal en Estados Unidos. Recuerda que ella viajó a 82 países cuando fue primera dama y menciona expresamente sus visitas a África y el discurso que dio en la Conferencia de la Mujer celebrada en Pekín.

"Ella es muy respetada en todo el mundo y eso es muy importante en una época en que debemos dejar de hacer enemigos y empezar a hacer nuevos aliados", dice Bill en el vídeo. "Sigo creyendo lo que creí hace 35 años - continúa el ex presidente-, que tiene la mejor combinación de mente y corazón, de capacidad de liderazgo y de sensibilidad por las consecuencias humanas de las decisiones que toma un líder". "Como presidente, ella os hará sentir orgullosos cada día", concluye el panegírico.

Los asesores de Hillary, sin embargo, deben andar con cuidado para que la imagen de Bill Clinton no eclipse a la de su esposa o aparezca con demasiada obviedad como tutor de sus pasos. Una estructura bicéfala descarada sería contraproducente para las posibilidades de la senadora demócrata. Hasta ahora, a juzgar por los sondeos y por la recaudación de fondos, Hillary y su entorno han sabido introducir a Bill en la dosis adecuada. Ya contemplan, sin embargo, que en la fase caliente de la campaña - y más aún si Hillary logra la nominación demócrata- él cuente con su propio avión, su séquito de periodistas y su agenda independiente de mítines en todo el país.

Será inevitable, como ya ocurrió cuando Bill Clinton fue candidato por primera vez, en 1992, que ofrezcan a los estadounidenses la fórmula de "dos por el precio de uno". Su apuesta es que puede volver a funcionar.