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04/12/2010 | Secreto diplomático

Valentí Puig

Desde siempre las embajadas envían informes secretos, que son su razón de ser.

 

La primera consecuencia de las revelaciones de WikiLeaks será extremar el secreto con que los estados se proveen de información sobre países amigos y enemigos. El informe diplomático es, además, un elemento clave de aquella literatura que las civilizaciones sedimentan como consecuencia de la desconfianza, el conflicto o la cautela. Así se inventaron las fronteras. Desde de que los estados se relacionan entre sí por medio de la diplomacia, las embajadas envían a casa los informes secretos que son precisamente su razón de ser. En el cóctel de media tarde, el embajador disimula; luego cuenta todo lo que ha visto y oído, en sus despachos cifrados, para uso de sus gobiernos. Como en otras cosas, los venecianos fueron maestros de la diplomacia y del informe secreto. Son las relazzioni de sus embajadores. Cambó fue un gran lector de esa literatura secreta que sostenía la razón de Estado de la República de Venecia.

 

La indiscreción es la otra vertiente ilustre de la literatura diplomática. Diplomático en Nápoles, Lisboa, Río de Janeiro, San Petersburgo, Washington, Bruselas o Viena, lo mejor de Juan Valera son sus cartas salaces, indiscretas. Lo que escribe desde San Petersburgo es filtrado a la prensa madrileña. Naturalmente al embajador, el duque de Osuna, no le hace ninguna gracia que su subordinado se ría de él por carta. Para reírse del secreto diplomático Lawrence Durrell escribió sus libros más divertidos, Esprit de corps y los relatos de Antrobus. Ahí el secreto fue comedia.

 

Ejemplo de cómo esquivar la verdad y beneficiarse del secreto de Estado es Norpois, uno de los diplomáticos más célebres de la ficción europea. Le dio pie a Proust para aproximarse a la sátira cómica. Hombre de empaque tedioso, tenía la habilidad de hacerse imprescindible y ejercer los métodos clásicos de la duplicidad congénita. Su egoísmo roza las características de un arte institucionalizado. Lo que el marqués de Norpois consigue para el Estado, siempre le resulta de beneficio personal y le permite mantenerse en la indefinición. Lo representa siempre en nombre de aquel equilibrio de poderes que, sea como sea, salvó a Europa de algunos desastres. Bismarck apreciaba su inteligencia, dice Proust. Otro equilibrio de simulaciones le mantiene como amante de Madame Villeparisis, tía de los Guermantes.

 

Ni su magistral ambivalencia hubiese protegido a Norpois en el caso de que una organización como WikiLeaks publicase indebidamente los informes secretos del Quai d'Orsay. De cualquier modo, las relazzioni de la diplomacia veneciana habrían resistido a toda indiscreción. Francesc Cambó se maravillaba de que el secreto de los embajadores fuese conservado herméticamente incluso después de las relazzioni se leyeran ante un Senado de trescientos miembros. Eso es porque cualquier indiscreción tal vez llevaba al patíbulo.

La Vanguardia (España)

 


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