Que no nos extrañe que muy pronto, y en grosera complicidad con los demás poderes públicos, que le son vasallos, solicite un nuevo proceso electoral para modificar el período presidencial y llevarlo a diez años. Piensa que está en su mejor momento. Quiere aprovecharlo, como los boxeadores, que inspirados en algún buen golpe, van a la carga con mayor frenesí. La palabra exterminio habita en su mente. La volverá a decir.

Querrá también más centralismo. Más sumisión. Los ciudadanos que el 2D confiaron los mandatos regionales a los candidatos de la oposición, verán ahora cómo todo el poder del Estado será utilizado para intentar revocar esos mandatos.

Venezuela tiene un Estado que está paralizado, en el que sólo cuenta lo que un individuo quiere para él, que dice ser el pueblo. Todo el poder de este Estado va a ser utilizado ahora para volver a teñir de rojo el mapa político administrativo de Venezuela.

Este país de odios y de miedos que hoy tenemos es el reguero que nos ha dejado esa delirante ambición de poder, y que ha sido apoyada, dentro y fuera de Venezuela, por infames complicidades compradas con el dinero de todos.

Ganó el Sí, y así ha sido reconocido. Pero hay vidrios rotos en el camino. Le falló un millón de electores, a quienes durante los últimos días de esta campaña electoral literalmente imploró el voto. El ventajismo oficialista fue de dimensiones tan descomunales, que en estricto sentido el resultado le ha debido ser más favorable. Si la orden hubiese sido sacar a los muertos de sus tumbas para llevarlos a votar, así hubiese sido.

Admira observar que aún así, voto a voto, sin recursos, bajo amenazas, sin equidad, más de cinco millones de electores acudieron con su dignidad a intentar poner un freno al atraso y a darle un respiro a nuestra democracia.

"En estas elecciones me estoy jugando mi futuro político", es una frase que resume a la perfección su visión de las elecciones y de la razón de ser del Estado Nacional: el destino del país y de sus 26 millones de ciudadanos importan mucho menos que eso. Asombra, sin embargo, constatar que hay aún seis millones de personas que creen que eso es así. Visto está que el poder obnubila. Y el 15 de febrero constatamos claramente que no sólo a quien lo ejerce. Que, como en el tango, siempre se necesitan dos.

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