El recepcionista del hostal ‘El Gran Faraón’, un destartalado inmueble en el centro de Chepén, no daba crédito a la insólita propuesta que acababa de escuchar. “¿En serio quiere usted alquilar todo el hostal?”, preguntó asombrado. “Claro que sí, el edificio completo”, fue la respuesta que recibió.

El trabajador no lo supo entonces, pero el hombre de bigote de brocha gorda y maneras campechanas que tenía enfrente no era, como pudo haber pensado, un narcotraficante mexicano de esos que a veces caen por allí rebosantes de dinero, sino el jefe de la Dirección Antidrogas (Dirandro), general PNP Miguel Hidalgo. El alto oficial, por supuesto, no se identificó como tal ni dijo por qué ni para qué quería ocupar todo ese hostal perdido en medio del desierto. Simplemente canceló la cuenta y ocupó la mejor habitación del lugar. Era la noche del pasado miércoles 27 de febrero.

A la mañana siguiente, la llegada de un gran número de personas que portaban radios y armas volvió a sorprender al recepcionista de ‘El Gran Faraón’. Ocuparon las habitaciones vacías y luego se reunieron con Hidalgo, quien los esperaba impaciente. Pero lo que parecía ser un encuentro desconcertante (especialmente para el personal del hostal) era en realidad una bien montada operación de inteligencia que había arrancado dos meses atrás con un dato suelto.

“Habrá un gran pase de droga en el norte”, anunció por entonces un informante a la Policía. No era una fuente directa, sino un intermediario y por eso los agentes se mostraron inicialmente desconfiados con lo que acababa de revelar. Aún así decidieron investigar. Con los días, el informante aportó nuevos detalles que fueron corroborados y, posteriormente, con apoyo de la Drug Enforcement Administration (DEA), se estableció que la droga podría encontrarse en el centro poblado de Santa Rosa, muy cerca de Chepén, en La Libertad.

Un avión espía Schweizer SA 2-37B de la NAS (Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU.) sobrevoló el poblado de Santa Rosa durante dos días. Esta sofisticada aeronave, conocida como ‘avión murciélago’, es imperceptible cuando vuela y en la panza lleva incorporada una cámara térmica que registra el calor, además de otros aparatos electrónicos. Sin embargo no pudo detectar la ubicación exacta de la droga.

Fue entonces cuando Hidalgo y sus agentes montaron su base de operaciones en ‘El Gran Faraón’ de Chepén. La habitación del jefe de la Dirandro se convirtió así en una suerte de ‘Sala de Comando’ desde donde se dirigía cada paso del operativo. Una de las decisiones más acertadas fue infiltrar agentes en Santa Rosa. Los detectives se percatarían pronto de cuatro muchachas que no parecían oriundas de la zona. El seguimiento posterior reveló que las mujeres solían desplazarse con sigilo y gastaban importantes sumas de dinero. Una noche fueron filmadas comprando al contado un camión valorizado en S/. 16,000. Lo pintaron y le pusieron el nombre de ‘La Sombra de Jehová’. El jueves 6, el informante llamó a los detectives y activó las alarmas: “Esta noche botan la merca”.

Cerca de la medianoche, en efecto, el camión ‘La Sombra de Jehová’, con las cuatro muchachas a bordo, partió desde el poblado de Santa Rosa hacia la comunidad de Guadalupe. Los agentes, dirigidos desde ‘El Gran Faraón’, seguían el camión al milímetro. “Fue una persecución casi bíblica”, bromeó un agente.

El camión ingresó a una casa de adobe y, dos horas después, partió con rumbo desconocido. En el trayecto, sin embargo, los policías le perdieron la sombra, lo que gatilló la desesperación (y los gritos) de Hidalgo. Una hora después fue ubicado: se aproximaba a ‘Cabeza de Toro’, una playa del tamaño de la Pampa de la Quinua. En el mar aguardaba una lancha con sus luces encendidas. Los policías efectuaron disparos al aire y se inició una feroz balacera en la oscuridad. Las mujeres habían desenfundado sus ametralladoras Ruger Mini 14, de uso militar, pero fueron reducidas. En la tolva del camión, los policías hallaron lo que tanto buscaban: una tonelada y media de cocaína valorizada en US$ 120 millones.

La droga era de una pureza particular y estaba embalada perfectamente. Un buzo se encargaría de llevarla hacia la lancha y luego se haría el trasbordo a un buque en altamar. El destino final de la cocaína, según la Policía, era Europa.

Las detenidas, Rosa Engracia Cruz, Johanna Cerezo, así como las hermanas Julia y Beatriz Valdez, oriundas de Ecuador, formaban parte de un cártel muy bien ensamblado, según la Dirandro. En su poder se encontraron US$ 13,000, teléfonos satelitales y hasta relojes Marc Ecko de oro con incrustaciones de diamantes.

El golpe corroboró la coladera en la que se ha convertido el litoral peruano. Playas como ‘Cabeza de Toro’ abundan en el norte del país y están prácticamente desiertas y sin control policial. La Dirandro calcula que el 80% de la cocaína que sale del Huallaga va directamente hacia estas playas desoladas.

En todo caso, el viernes 7, los policías celebraron la operación en el hostal que los acogió ocho días. Ni en Año Nuevo, ‘El Gran Faraón’, acostumbrado a recibir a una que otra pareja ocasional, había lucido como aquella noche