Los informes sobre agentes antinarcóticos de la Policía Nacional Civil ligados con una banda criminal de narcotraficantes y contrabandistas del Oriente del país, son un asunto que debe tratarse con profunda preocupación, pero con firmeza.

Es impensable e intolerable que agentes antinarcóticos claramente relacionados a bandas criminales se les permita aún quedarse en las filas policiales aunque fuera como testigos “criteriados”, una forma de prostituir ese concepto. Como bien dijo el arzobispo capitalino, Fernando Sáenz Lacalle el fin de semana: esos malos agentes “hay que perseguirlos y castigarlos, y en todo caso quitarles el puesto”.

Y aunque está claro que son solo una minoría de agentes involucrados en actos de complicidad criminal o corrupción, es precisamente esa misma la razón por la que hay que sacudirse a esos malos policías sin dejar duda alguna de la voluntad de la jefatura policial, porque hasta ahora, es cuestionable la jefatura de esa división policial porque no se le ha visto un comportamiento firme y contundente para depurar sus filas.

Si la sociedad pierde la confianza en la Policía Nacional Civil y en su División Antinarcóticos, tenemos entonces perdida, como sociedad, la lucha contra el narcotráfico internacional y sus colaboradores en nuestro territorio.

El narcotráfico es un flagelo que trae consigo todos los vicios y los males, trae consigo olas inimaginables de violencia y terribles consecuencias sociales. Los dolorosos ejemplos de Colombia y México son una muestra de que esa lucha contra el narcotráfico debe ser implacable.

Pero para ello es necesario empezar por limpiar la División Antinarcóticos para no dejar dudas de que tiene los hombres y mujeres apropiados para esta lucha.