América latina siempre fue plural. Es imposible reducir la región a un estereotipo dominante. Sin embargo algunas figuras cobran más protagonismo que otras en la escena internacional. Este es caso de Hugo Chávez al mando de Venezuela, desde hace casi una década. A lo largo de esos años, el líder bolivariano fue ampliando el control estatal sobre la economía.

El último episodio de esta re-estatización económica tuvo lugar en el sector bancario, con la toma de control de la filial local del banco Santander. Venezuela apenas representa 2,3% del total de los beneficios realizados en el 2008 por el gigante bancario español. Sin embargo esta nacionalización alarga la lista de las empresas que pasaron bajo el control estatal.

A principios del 2007, el ejecutivo venezolano ya había arremetido contra CanTV, la filial de telecomunicaciones de las estadounidense Verizon (ésta vendió sus acciones con un descuento del 15%). A lo largo del mismo año el gobierno tomaba el control mayoritario de de Electricidad de Caracas, en manos de la también estadounidense AES Corporation. La lista se siguió alargando en el 2008 con las cementeras filiales de Lafrage, Holcim y Cemex. Tampoco se libraron empresas de origen latino-americano: además de la filial local de la mexicana Cemex, amenazada en el 2008, la siderúrgica Sidor, una empresa en manos del grupo italo-argentino Techint, fue también comprada por el Estado.

En total, a lo largo de los dos últimos años, el estado venezolano retomó el control de empresas en sectores tan diversos como el de las telecomunicaciones, la banca, la siderurgia, la electricidad o la alimentación, sin hablar por supuesto del petróleo. Estas nacionalizaciones no son expropiaciones como se solían hacer de manea burda en el pasado, Caracas comprando estos activos, aunque en muchas ocasiones fueran las compras realizadas con descuentos notables. En total el estado se gastó más de 12 mil millones de dólares en los dos últimos años. En total, en 2008, cerca de 2 millones de los 6,5 millones de bolivianos, que trabajan en sectores formales, están en empresas estatales.

El país va acumulando algunos tristes récords regionales, además de este. En el 2008 ostenta así el mayor nivel de inflación registrando en las grandes economías de la América latina (22,5%) y en 2008 repetirá este récord con una novedad este año ya que Venezuela registrará además un menor crecimiento en el 2008 que el año anterior. También ostenta un comportamiento fiscal peor que el de sus vecinos. Si bien el petróleo le otorga una amplia margen de maniobra en materia de gastos, éstos se dispararon, aumentando el equivalente de casi 3% del PIB en el 2007, según la CEPL (sólo Argentina y Ecuador superan Venezuela en este ámbito). A pesar de todos estos gastos adicionales y abundancia de riquezas derivadas del petróleo, los niveles de desigualdades entre 1900 y 2005 han seguido aumentado en el país, algo que también experimentaron Ecuador, Argentina y Bolivia. Venezuela sigue siendo un ejemplo de caudillismo fiscal con gastos discrecionales y en aumento, si que estos se traduzcan en mayor eficiencia y transparencia.

A esta situación económica hay que añadirle una situación política que se tambalea desde el punto de vista de los contra poderes democráticos, todos los poderes - incluso el cuarto de los medios - estando bajo control chavista, reduciendo las expresiones de disensiones a su mínimo en un país que se caracteriza por una sociedad civil con gran vitalidad.

La experiencia chavista durará lo que dure los precios elevados del petróleo. Es decir que puede durar todavía algo más. Sin embargo ilustra esa maldición de las materias primas que tanto evocaron los economistas. No todos los países ricos en oro negro o minerales están atrapados en ella. No hay destino fatal en todo esto, sino instituciones que consiguen - o no - canalizar esa abundancia. Países de la OCDE, ricos en petróleo o minerales como Noruega, Australia o Canadá lo lograron.

Pero no hay que ir hasta el norte de las América o Europa ara vislumbrar países que consiguieron vertebrar instituciones que sepan canalizar esta abundancia para el mayor provecho de todo el país. En América latina, Chile, desde hace varias décadas, y ahora, más recientemente, Perú, muestra que ello es posible. Que no hay ni maldición de las materias primas ni maldición latina en todo ello. Otro país como México también lo ilustra de manera espectacular: a principios de los ochenta esta economía tenía una renta petrolera que concentraba más de 70% del total de sus exportaciones; ahora éstas apenas representan un 15% del total.

Como lo hemos subrayado en un estudio reciente (Goeril Havro y Javier Santiso, "To benefit from plenty", OECD Development Centre, Policy Brief, 2008), comparando Noruega y Chile, existen trayectorias exitosas de economías que supieron diversificar sus industrias más allá de las materias primas y vertebrar un tejido empresarial exitoso, generador de empleos y riquezas para sus respectivas naciones. Lástima que Venezuela no haya mirado más hacia éstas experiencias y se haya, al contrario, encerrado, en otro (más) callejón sin salida.

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