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31/03/2009 | La diplomacia blanda de Obama resta peso a Polonia en la OTAN

Maciej Stasinski

La nueva política de acercamiento a Rusia hunde las aspiraciones de Varsovia.Varsovia ve volar sus dos bazas: el escudo antimisiles y su candidato a secretario general de la Alianza. Polonia sólo verá satisfecha una de las promesas de la etapa Bush, la cesión de varios misiles Patriot.

 

Con el fin de la administración Bush y el advenimiento de la nueva encabezada por Barack Obama, las aspiraciones de Polonia a desempeñar un papel más protagonista en la OTAN en calidad de aliado privilegiado de Estados Unidos han sufrido un marcado retroceso.

Parece que las dos principales apuestas de Polonia iniciadas con la anterior administración norteamericana - la instalación en el suelo polaco de una parte esencial del escudo antimisiles norteamericano y la promoción del actual ministro de Exteriores polaco para el cargo de secretario general de la OTAN-no se van a cumplir.

El motivo parece ser la voluntad de Barack Obama de reconstruir unas relaciones correctas con la Rusia de Medvedev y Putin, deterioradas a lo largo de los últimos años.

Cuando, en agosto del año pasado, la entonces secretaria de Estado Condoleezza Rice firmó en Varsovia con su colega polaco, Radoslaw Sikorski, el acuerdo sobre la instalación en Polonia de una base militar con el famoso escudo antimisil - proyecto feroz y reiteradamente combatido por Rusia, y cuya segunda parte, un potente radar, iba a instalarse en Chequia-,las aspiraciones de Polonia de convertirse en el mejor aliado de Washington en la Europa del Este parecían marchar viento en popa.

Además de los misiles que formarían parte del escudo, concebido como una defensa ante posibles ataques de Irán contra objetivos norteamericanos, los polacos consiguieron la promesa norteamericana de ceder a Polonia una batería de los cohetes Patriot, que para los polacos desempeñaría el papel de espantajo ante los posibles reflejos imperialistas rusos.

Al mismo tiempo, la insistencia polaca en persuadir a sus aliados de que la OTAN y la UE debían proceder con firmeza ante el afán cada vez más visible de Rusia de reiterar sus aspiraciones neoimperiales parecía ganar en los últimos meses más argumentos: la crisis del gas ruso suministrado a la UE a través de Ucrania o la guerra de Rusia con Georgia en defensa de las repúblicas georgianas rebeldes de Osetia del Sur y Abjasia.

La instalación del escudo antimisiles en territorio polaco y las protestas estadounidenses ante la campaña bélica de castigo contra Georgia - antigua república soviética, cuyo viraje hacia Occidente y su aspiración a integrarse en la OTAN Rusia siempre contempló con irritación-parecían dar la razón a Varsovia, que durante años había advertido de la deriva neoimperial y autocrática de Rusia, lo que muchos de sus aliados europeos consideraban fruto de la rusofobia histórica polaca.

No por casualidad, por aquellas fechas surgió el nombre del ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, como posible sucesor del holandés Jaap de Hoop Scheffer al frente de la OTAN. Su excelente conocimiento del mundo anglosajón, sus estudios en Oxford, el trabajo como corresponsal de guerra para medios británicos durante la guerra afgana contra la ocupación rusa en la década de los años ochenta, así como su labor en prestigiosos institutos en Washington, donde entabló buenas relaciones con los políticos norteamericanos, sobre todo republicanos, eran buenos avales.

En cuanto a experiencia política, había sido varios veces ministro y viceministro de Defensa y Exteriores en diversos gabinetes. Todo ello indicaba que su candidatura podría ser interesante para Estados Unidos.

Sin embargo, las cosas cambiaron con el relevo de la administración Bush por la de Obama. Cuando el ministro Sikorski viajó en febrero a Washington para asegurarse de los compromisos del nuevo Gobierno norteamericano con la causa del escudo, dos cosas resultaron claras. La nueva Administración de Washington prefería disgustar a los polacos pero asegurarse el apoyo político de Rusia frente a las aspiraciones nucleares iraníes, en lugar de enfrentarlas con una instalación militar que complacía a los polacos pero irritaba a Rusia.

Paralelamente, disminuyeron las posibilidades del ministro Sikorski para ocupar la secretaría de la OTAN. En el ambiente de la nueva distensión que Estados Unidos y la OTAN comenzaron a manifestar hacia Rusia, la imagen de halcón que el ministro polaco tenía en algunas capitales europeas comenzó a obrar en su contra.

Como consuelo, los polacos parecen haber recibido la promesa del nuevo Gobierno de Barack Obama de que los cohetes Patriot sí que les serán cedidos.

La Vanguardia (España)

 


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