Ahora, con los sucesos recientes en Honduras, han reunido más munición retórica para afirmar que la OEA está ignorando amenazas a la democracia en algunos casos y subvirtiéndola en otros. No es así.

Como organización internacional, la OEA responde a los estados que la integran. En gran medida como en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde un país puede bloquear acciones más audaces contra naciones díscolas, la OEA funciona mediante una vieja tradición de consenso entre sus miembros. Por lo tanto, las decisiones de la organización suelen requerir extensas negociaciones y discusiones.

No obstante, un estado miembro puede llevar a debate cualquier situación que amenace la democracia en el hemisferio. Eso fue lo que sucedió con Honduras. En todas las demás situaciones, los estados integrantes, como en la ONU, pueden presentar sus inquietudes al Consejo Permanente. Pero no se ha presentado a debate el caso de ningún otro país. La situación de Honduras puso a la OEA frente a la primera prueba real de la Carta Democrática Interamericana desde su adopción en el 2001.

A pesar de anteriores intentos de la OEA en aras de una reconciliación, el 28 de junio un golpe de estado respaldado por los militares derrocó al presidente electo democráticamente, Manuel Zelaya. El golpe fue inmediatamente condenado por cada país de la OEA y por la comunidad internacional, incluidas la ONU y la Unión Europea. Desde entonces ni un solo gobierno ha reconocido al régimen interino. Más aún, la resolución de la OEA me prohibió hablar con el gobierno de facto en Honduras.

Los países de la OEA decidieron unánimemente invocar el artículo 21 de la Carta Democrática y suspender la participación activa de Honduras en la OEA. Esta suspensión demostró el inquebrantable compromiso de los estados integrantes de seguir la norma democrática. Algunos se quejan de que esa acción fue impetuosa e irracional y que la OEA se negó a considerar el caso especial de Honduras. Pero la OEA y sus integrantes deben adherirse a los principios, los métodos y los fines de la organización.

Tras la suspensión, la OEA empezó a trabajar con la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Rodham Clinton, y otros para encontrar una solución al estancamiento. En consecuencia, la OEA tuvo un papel clave al coordinar y apoyar los esfuerzos de mediación dirigidos por el presidente de Costa Rica, Oscar Arias. La OEA ha defendido la aceptación de la ``Propuesta de San José'' por ambas partes para ayudar a la nación a reconciliarse y regresar a la norma democrática.

Además, la OEA ha declarado que sólo mediante negociaciones --no a través de acciones imprudentes ni de desafíos mutuos-- las partes pueden evitar una confrontación violenta. Una vez que se haya llegado a un acuerdo, Honduras puede reclamar su lugar entre los países de la comunidad interamericana, lo cual será posible porque todos los países integrantes han aceptado las medidas tomadas.

Latinoamérica ha avanzado mucho en la adopción de la democracia, lo cual es un gran logro. Pero los sucesos recientes también revelan que el ejercicio de estas democracias, en varios casos, es imperfecto. Lo mismo puede decirse de los instrumentos creados para proteger la democracia, principalmente la Carta Democrática Interamericana. Aunque es la base de la norma democrática y sirve de defensa de los ataques contra la democracia, hay margen y hay necesidad de mejoras.

Hoy hemos demostrado que podemos resolver la crisis actual con las herramientas que tenemos.

www.oas.org

Secret. gral. de la OEA.