En lapsos más cortos, dejando aparte los fenómenos estacionales, otras causas como las meteorológicas o telúricas, relativas a la Tierra como planeta, pueden provocar la elevación anormal del nivel del mar.

El paso de las perturbaciones meteorológicas va acompañado de un viento más o menos intenso; cuando éste sopla hacia tierra, su fuerza de arrastre contribuye a acumular masas de agua en las proximidades de la costa. En la entrada de un estuario, un delta o una laguna litoral, el vertido de las aguas hacia el mar se verá obstaculizado. En el caso de cuencas en forma de embudo, todos los efectos negativos tienden a acumularse y reforzarse, haciendo que cualquier inundación futura se convierta en catastrófica.

La región del delta del Ganges está particularmente expuesta y, por consiguiente, las inundaciones son especialmente destructivas.Las ondas repentinas de origen telúrico tsunamis, maremotos,aunque sólo tengan unos metros o unas decenas de metros de altura, son particularmente temibles para la población costera.

A menudo están provocadas por modificaciones súbitas de la topografía litoral o submarina como sismos, deslizamientos de tierra o erupciones volcánicas.Estos fenómenos relativamente frecuentes en el cinturón circunpacífico, se conocen también en otras regiones, como lo demuestran los tsunamis catastróficos que acompañaron a la erupción del Santorini en Grecia, a finales de la civilización Minoica, y del Krakatoa en Indonesia , en 1883.Un cambio climático puede modificar el equilibrio hidrológico mundial, con repercusiones inmediatas en el nivel oceánico.

El ejemplo de la formación de la fusión de los casquetes glaciales mencionados en relación con los ajustes isostáticos es, con mucho, el más importante. Pero un cambio climático puede provocar igualmente un descenso del nivel freático en regiones inmensas, ya que con el proceso de desertificación, una gran parte del agua evaporada termina necesariamente en los océanos.

Cerca de un estuario, el descenso del nivel freático comportará invasiones salinas tierras adentro, aunque el nivel del océano no varíe.En el siglo XX apareció un nuevo agente potencial de modificación del nivel de los océanos: el hombre. Dejando aparte la ordenación del territorio litoral, cuyos efectos son esencialmente locales, el hombre es en la actualidad capaz, por primera vez, de modificar el equilibrio hidrológico mundial.

A menudo, en las llanuras litorales se bombea el agua fósil de las capas profundas. Tras su utilización, en la industria o en la agricultura, esta agua termina casi siempre en el océano. Cuando estos bombeos provocan una subsidencia, una elevación local del nivel relativo del mar viene acompañada de una débil contradicción, pero irreversible, a la elevación del nivel general de los océanos.El aumento en la proporción de anhídrido carbónico en la atmósfera, que se viene experimentando desde hace aproximadamente un siglo a causa de la industrialización, ocasiona un efecto de invernadero, que amenaza con provocar un aumento de la temperatura del aire y la progresiva fusión de los hielos polares.

En la actualidad, los mareógrafos permiten registrar continuamente el nivel del mar en un lugar determinado durante periodos que oscilan entre unos pocos segundos y varias decenas de años. Hoy en día operan en el mundo un millar de instrumentos de este tipo, y algunos de manera ininterrumpida desde hace más de un siglo. A otra escala los satélites dotados de altímetro permiten calcular, en un momento determinado, la topografía de la superficie de los océanos.

Habría que mejorar la exactitud de estas medidas, actualmente del orden de 0.5 metros.Para determinar los niveles del mar en el pasado, se estudian los antiguos litorales, es decir, las huellas que dejó el nivel del mar cuando se mantuvo durante un lapso bastante largo en un mismo nivel.

Puede tratarse de formas de erosión plataformas, hendiduras y agujeros de litófagos de depósitos terrazas marinas, playas antiguas, restingas, series sedimentarias depositadas cerca de una orilla, características isotópicas, petrográficas y diagenéticas de formaciones de origen orgánico o de restos arqueológicos.

Estos vestigios serán mucho más exactos en lugares donde la marea es débil y la costa poco batida por las olas.