Los organismos capaces de formar arrecifes rocosos son los más aptos para conservarse durante mucho tiempo. Por su extensión, los arrecifes coralinos son un indicador muy importante del nivel del mar y de sus variaciones.

Además, suministran indicaciones precisas las turbas, en las regiones pantanosas, sobre todo si revelan la existencia de un antiguo medio intermareal, como la presencia de manglares u otros halófitos.

Estas indicaciones de inmersión, sin que la posición exacta del antiguo nivel marino pueda no obstante ser precisada, también son aportadas por restos vegetales sumergidos y, en algunos casos, por bosques enteros. Los restos arqueológicos, cuya datación suele ser correcta, permiten determinaciones aún más útiles.

 Se ha visto que las variaciones del nivel del mar dependen de un complejo conjunto de factores locales, regionales y mundiales. Los datos relativos a estas variaciones contienen abundante información sobre fenómenos que actúan tanto en el interior de la tierra como en su superficie.

 En la medida en que, apoyándonos en el pasado, seamos capaces de comprender mejor el presente y prever el futuro próximo, se podrá pensar en algunas aplicaciones prácticas. La mayor parte de ellas estarán vinculadas a los procesos sedimentarios en la proximidad de la costa y permitirán planificar la ordenación del territorio de forma compatible con la evolución previsible del litoral.

En una época en la que, de manera más o menos uniforme, se somete a las costas a una utilización cada vez más intensa, mediante la urbanización, las instalaciones portuarias, industriales y turísticas, es importante adquirir un mejor conocimiento de los fenómenos que pueden producirse, para no repetir los numerosos y costosos errores del pasado.

En aquellas regiones en que parezca inevitable una variación significativa del nivel del mar, se puede al menos prever sus consecuencias para el equilibrio sedimentario y la evolución de las especies litorales, reorientar la evolución del territorio e intentar reducir al mínimo los efectos de las posibles catástrofes.

En aquellos lugares donde los ríos acarrean al mar minerales utilizables, dispersándolos después las corrientes a lo largo del litoral, el conocimiento de las variaciones locales del nivel del mar y de la paleontografía pueden facilitar la búsqueda y explotación.

 En las regiones tectónicamente activas, donde las series de líneas costeras superpuestas son pruebas de variaciones bruscas y repetitivas de la topografía litoral, el estudio detallado y la datación de estas antiguas orillas pueden ayudar, sino a prever los sismos, al menos a determinar su frecuencia, los movimientos verticales que amenazan acompañarlos.

 Existen ya redes de vigilancia contra las ondas de tormenta o los tsunamis en el Pacífico, en el Mar del Norte, y en el Adriático Norte.

 Estas redes, conectadas a mareógrafos y a estaciones meteorológicas o sísmicas, son indispensables en aquellos lugares donde el cierre de esclusas móviles pueda evitar una inundación local.

 En los demás casos, sino pueden evitar la catástrofe, permiten al menos limitar los daños, dando la voz de alarma con algunas horas de anticipación.

 A escala universal, el nivel general de los océanos depende no obstante del equilibrio hidrológico mundial que, a su vez, es extremadamente sensible a las variaciones climáticas. A este respecto, es esencial determinar donde se sitúan los limites críticos y velar porque no sean traspasados, sobre todo cuando dependen de actividades humanas.