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22/07/2005 | Primer Paso Para Cerrar Bases Militares

Charles Peña

El Departamento de Defensa anunció recientemente su recomendación de la Transformación y Clausura de Bases Militares, o BRAC por sus siglas en inglés. Treinta y tres importantes bases militares están marcadas para ser clausuradas y más de otras cien instalaciones más pequeñas (algunas con un personal de hasta tres personas) serían contraídas o clausuradas.

 

Mientras muchas comunidades están lamentando la potencial pérdida de trabajos como resultado de la clausura de las bases, la realidad es que esta ronda de BRAC puede haber—y debería haber—ido más lejos. Como la broma proverbial sobre la pérdida de 1,000 abogados en el fondo del mar, es solo un buen comienzo.

Una de los razonamientos para las cuatro primeras rondas de BRAC (en 1988, 1991, 1993, y 1995) era que la armada estadounidense tenía un exceso de capacidad en sus bases y al cerrar o transformar aquellas bases el Departamento de Defensa ahorraría dinero. El Departamento de Defensa estima que esta ronda de BRAC cortaría los gastos por $48.8 mil millones a lo largo de los próximos 20 años. Pero $2.4 mil millones anuales es menos del 1 por ciento del gasto militar corriente (el presupuesto para este año fiscal para el Departamento de Defensa es aproximadamente de $500 mil millones incluyendo las operaciones militares en Irak y Afganistán). Por lo tanto esta ronda de BRAC no es solo para cortar gastos. Una razón por la cual el propuesto BRAC no resultará en ahorros significantes es que las recomendaciones del Pentágono toman en cuenta la Reseña de la Postura Global la cual quiere regresar a casa 70,000 soldados estadounidenses que ahora están asignados en otros continentes para la próxima década. Como resultado, más capacidad de base está siendo retenida para darles un hogar a esos soldados apenas regresen.

Pero EE.UU. no necesita una fuerza armada en condición activa de 1.4 millones de soldados para defender su país de las tradicionales amenazas militares a la nación-estado. Con la caída de la Unión Soviética, no hay una amenaza para la seguridad estadounidense en Europa, y Corea del Norte casi no reúne las cualidades para ser considerada como una amenaza si es que comparamos las habilidades militares. EE.UU. gasta más que Corea del Norte en su armada por una proporción de 80 a 1, y la armada estadounidense es la más moderna y mejor equipada en el mundo comparado con las fuerzas norcoreanas que tienen equipos chinos y heredados de los soviéticos. Lo mismo es verdad de otras llamadas amenazas de estados villanos.

Las economías combinadas de los países europeos son saludables y suficientemente fuertes para que los europeos paguen por sus propios requerimientos de seguridad. En el 2003, el PIB de la Unión Europea era $11.6 trillones y el PIB estadounidense era $10.9 trillones, pero EE.UU. gastó 3.5 por ciento de su PIB en defensa comparado con el 1.5 por ciento que gastaron los europeos. Ellos pueden costearse su propia defensa.

La amenaza norcoreana hacia Corea del Sur sigue siendo real, pero—como los europeos—los surcoreanos pueden cubrir los gastos de su propia defensa. Corea del Norte es uno de los últimos bastiones de una fallida, economía de planificación central. Su PIB en el 2003 fue $22.9 mil millones con un gasto en defensa de $5.2 mil millones (22.7 por ciento del PIB). En comparación, el PIB de Corea del Sur fue $855.3 mil millones (más de 37 veces el de Corea del Norte) con $14.5 mil millones de gasto en defensa (casi tres veces el del Norte y solo 1.7 por ciento del PIB). Corea del Sur tiene tanto la ventaja económica como la capacidad para defenderse ella sola.

La amenaza real enfrentando a EE.UU. es la red terrorista de al Qaeda y el esparcimiento del extremismo radical del Islam que esa red inspira. Operaciones militares convencionales de gran escala serán la excepción en vez de la regla en la guerra en contra de al Qaeda. De hecho, fuerzas especiales—no unidades regulares—jugarán el mayor papel en encontrar y destruir a al Qaeda. Mantener una fuerza militar grande no es necesario para la guerra contra el terrorismo.

Vale la pena recordar que las grandes fuerzas armadas estadounidenses no pudieron detener a los 19 secuestradores suicidas del Septiembre 11. La cruda verdad es que mucha de la guerra contra el terrorismo—librada en 60 o más países, muchos de ellos amigos y aliados de EE.UU.—será peleada vía inteligencia internacional y cooperación de cuerpos de ejecución de leyes, no con una fuerza armada grande con costosos tanques, y barcos.

La actual ronda de BRAC debería ser vista como un paso en la dirección correcta, pero no va lo suficientemente lejos. En vez de mantener la capacidad de base para acomodar a los soldados para que regresen a casa a lo largo de los próximos 10 años, ahorros de costos verdaderamente substanciales podrían ser realizados si las fuerzas armadas estadounidenses fuesen considerablemente contraídas—para reflejar el cambiado ambiente de amenazas del siglo 21 y la habilidad de nuestros aliados para proveer por su propia defensa. Tal cambio en la estrategia de seguridad estadounidense, necesitado desde hace mucho, reduciría aún más la necesidad para capacidad doméstica de bases.

Charles V. Peña es Director de Estudios de Políticas de Defensa para Cato Institute.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 



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