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05/09/2009 | Japón - ¿fin de la dominación liberal?

José A. Crespo

Por primera vez desde que subió al poder en 1955 el dominante Partido Liberal Democrático (PLD), sufrió una gran derrota en las urnas al renovarse la Cámara baja en Japón. Se dirá que 55 años no son muchos frente a, por ejemplo, 71 del PRI o los 74 del Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero en el caso de Japón (y de otros países con un sistema de partido dominante), la diferencia es que no se trata de un partido que haya surgido desde el Estado o que haya conquistado el poder a través de una revolución armada (que genera un monopolio político para el vencedor militar).

 

Nació en la oposición y alcanzó el gobierno dentro de un sistema esencialmente competitivo y democrático. Lo extraño es que en un ambiente democrático un partido pueda gobernar, casi sin interrupción, durante tanto tiempo. Eso, que se conoce como “dominación democrática” de un solo partido, contraviene la tendencia al desgaste de cualquier partido gobernante y, por ende, a la alternancia en periodos que difícilmente rebasan los 20 años. Un partido que se mantiene en el poder por más de ese lapso en un contexto institucional democrático, constituye un fenómeno poco frecuente que desafía las reglas del juego democrático.

El sistema de partido dominante no es exclusivo de Japón, pues uno semejante surgió en Suecia desde la primera mitad del siglo XX, y también en la Italia de la segunda posguerra (el Partido Demócrata Cristiano), y el Partido del Congreso en India, tras su independencia.

La dominación democrática de un mismo partido tiene como punto de partida algún importante servicio ofrecido a la nación (como la Independencia en el caso de India, o la reconstrucción nacional, en el de Japón), que se traduce en un elevado cúmulo de votos y de legitimidad de ese partido. Si, además, desde el poder ese partido muestra un buen desempeño, entonces la ciudadanía lo premia refrendándolo en el poder una y otra vez, en lo que los especialistas llaman “círculo virtuoso de la dominación”.

En el caso de Japón, no sólo hubo una tasa de crecimiento económico imponente (el famoso “milagro japonés”), sino que la riqueza así generada fue distribuida de manera muy equitativa, pese a ser el PLD esencialmente procapitalista y proempresarial, es decir, de “derecha”. Es una hazaña haber hecho de ese país el segundo con la mejor distribución del ingreso (después de Dinamarca), considerando que tiene una población de casi 130 millones (lo que dificulta una buena distribución, a diferencia de países con diez o 12 millones de habitantes, como son los escandinavos).

No es la primera vez que se interrumpe el gobierno de este partido en Japón, pues en 1993, prácticamente toda la oposición formó un heterogéneo gobierno de coalición, esencialmente para impulsar una reforma electoral que imprimiera mayor equidad y transparencia al sistema de partidos. Una vez logrado ese objetivo, la coalición se fracturó, pues su heterogeneidad hacía poco viable gobernar por mucho más tiempo. Pero en esa ocasión la votación del PLD fue aún mayoritaria, pues obtuvo 38% de la votación frente a 14% de su rival más cercano, pero no logrando formar gobierno por sí solo, la oposición pudo formar un gobierno alternativo.

En cambio ahora la caída fue fenomenal. Obtuvo 39% de la votación general, que no es poco, pero su rival, el Partido Democrático de Japón (PDJ, una fisura del PLD), consiguió 47% de los sufragios. Eso se traducirá en que el nuevo partido gobernante tendrá 308 curules (de los 480 que conforman la Cámara baja, es decir, un arrollador 64%). En cambio, el PLD pasó de 303 que logró hace cuatro años, a sólo 119 (apenas 25% de la diputación nacional). Desde luego, se puede pensar que la crisis económica se ha traducido en esta debacle, pero las medidas tomadas por el gobierno del hasta estos días primer ministro, Taro Aso, logró detener la caída.

Se anuncia, incluso, que la economía crecerá a una tasa de 3.7% este año (que contrasta con el 10% de decrecimiento en México). En realidad, la pérdida de confianza ciudadana en el PLD viene de más atrás. En la renovación de la Cámara alta hace dos años, ese partido perdió también la mayoría que había detentado por cinco décadas, anunciando lo que vendría al momento de renovar la Cámara baja. Especialistas en política japonesa destacan que el PLD había ya perdido contacto con la ciudadanía, ese alejamiento producto de una larga estancia en el poder, que crea la sensación de ser intocable políticamente (como suele ocurrir también con partidos hegemónicos, como lo fue el PRI de México).

El PLD recurrió, para mitigar su previsible derrota, a una campaña negativa, acusando a su rival, el PDJ, de socialista (en un país en que el socialismo siempre se ha visto con resquemor), cuando en realidad es un partido poco más a la izquierda que el PLD. Esa campaña negativa (que podría sintetizarse en, “el PDJ es un peligro para Japón”), evidentemente no surtió efecto.

El caso es que todo llega a su fin, y la dominación democrática de un mismo partido no es la excepción. El Partido del Congreso, de India, pasó varios años en la oposición y regresó en 2004 al gobierno, pero está lejos de disfrutar de una dominación indiscutible como la que tuvo por 40 años consecutivos. El Partido Demócrata Cristiano de Italia desapareció tras perder el poder, debido a sus conocidos vínculos con las mafias.

Ahora toca el turno al PLD japonés, pues si bien podría regresar al poder más adelante, es probable que ya no lo haga en las condiciones de dominación partidaria de que gozó hasta ahora. Así, mientras los partidos que se han mantenido por mucho tiempo en el poder declinan, otros que fueron hegemónicos, pero han pasado algunos años en la oposición, se disponen a un regreso triunfal, como ya ocurrió con el viejo Kuo-Min-Tang de Taiwán, y podría suceder también con el PRI mexicano.

El PLD había ya perdido contacto con la ciudadanía, ese alejamiento producto de una larga estancia en el poder, como ocurrió con el PRI.

Excelsior (Mexico)

 


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