Flamante bastión del capitalismo chileno con pañuelo al cuello, Hernán Somerville me hablaba con entusiasmo en una reciente visita que hice a Santiago, acerca de una cena de cinco horas que había disfrutado unos días antes con la candidata presidencial socialista Michelle Bachelet. El padre de Bachelet, un general de las fuerzas aéreas, fue torturado hasta morir bajo la dictadura del General Augusto Pinochet, 1973-90. Luchó como guerrilla, fue atrapada y torturada y huyó al exilio, incluyendo dos años enteros en Australia.

 

Bachelet, ex ministra de defensa y salud, es la favorita para suceder al socialista Ricardo Lagos como próximo presidente de Chile tras las elecciones del 11 de diciembre. Somerville, relevante banquero y presidente de la Confederación de Industria y Comercio Chileno, decía: "El hecho de que Bachelet estuviera en las trincheras hace 30 años contra Pinochet no significa gran cosa hoy. Cuando hablamos, ella está más interesada en saber lo que pienso acerca de cómo podemos abrir la economía más y cosas así. La confederación tiene una relación soberbia con el gobierno. Puede que ella logre la presidencia, mientras que la derecha probablemente controlará el Congreso. Pero nadie de este país se atrevería a cambiar nuestro curso económico básico. No voy a tener pesadillas con ello. Este es nuestro activo más importante".

 

Chile ha mantenido una escalada inexorable hacia una sociedad atractiva y asentada de clase media que mira hacia delante, por un buen motivo -- sus políticas económicas centrales están fijadas, y la creación de riqueza es el objetivo. El debate político gira principalmente alrededor de las políticas educativas y sanitarias, y cómo se distribuye y administra la ayuda social.

 

De todas las economías latinoamericanas de hoy, Chile es probablemente la que tiene más éxito. Ese éxito parecería precario, encontrándose rodeada de zonas de desastre. Ahora, no obstante, la región avanza a ritmo constante, con un consenso político general que recuerda al marco económico por el que el este de Asia ha pasado rápidamente de la pobreza a convertirse en uno de los principales motores de crecimiento del mundo.

 

El éxito de Chile es aún más sorprendente a causa de su dolorosa y violenta historia. El lema del estado es "Por la razón o la fuerza". A menudo, en el pasado, ha prevalecido lo segundo. Pero los tiempos cambian.

 

El ascenso del empresario Sebastián Pinera, nunca identificado con Pinochet, como opositor potencial de centro-derecha de Bachelet en las elecciones confirma la irrelevancia de Pinochet. Aunque Salvador Allende, que se suicidó con un arma entregada por Fidel Castro mientras las fuerzas de Pinochet atacaban el palacio presidencial, continúa siendo venerado por muchos chilenos a causa de su valentía, su programa de nacionalización y protección ya no existe. Sus opiniones se van disipando, como si estuviera encerrado aún dentro de su oficina abierta, y la mayor parte de los sindicatos que le alzaron han perdido su impulso.

 

A Pinochet le sucedió, después de 1990, un desfile de gobiernos de centroizquierda, liderados recientemente por Lagos, un distinguido economista y abogado con un doctorado en la Duke University de América. Trabajó para Naciones Unidas y volvió en 1983, cinco años después, electrificando a la audiencia televisiva con denuncias en directo de Pinochet que le establecieron como el principal opositor político. En el poder, ha destacado la necesidad de equilibrar el crecimiento con políticas sociales. La economía hoy es más abierta que la de la mayoría del Occidente industrializado. Las privatizaciones han persistido durante la coalición de Concierto de centro izquierda. La mitad de los 26 bancos del país están hoy en manos extranjeras, y no hay restricciones a la propiedad privada exterior, a excepción de la radio y la televisión.

 

En los años setenta, los aranceles eran del 1000%. El arancel medio es ahora de un dos por ciento, gracias sustancialmente al papel de Chile como bastión global -- junto con México -- de los acuerdos de libre comercio. El país ha suscrito 47, negociando nuevos acuerdos con China, y con un grupo que incorpora a Nueva Zelanda, Singapur y Brunei. El 75% de la economía es comercio. El peso se refuerza. Los tipos de interés se encuentran a niveles norteamericanos, el 2,5% o así. El resultado ha sido un crecimiento económico constante, de 6,4% de media a lo largo de los años noventa y de 5,9% el año pasado, incluyendo un 7,3% en el cuatrimestre final. La deuda se reduce al 11% del PIB, mientras el gobierno ha producido este año un superávit de un 2%. Y el nivel de la pobreza, al 50% en 1988, ronda el 6% hoy.

 

Después de este año, es probable que el hijo del presidente, Ricardo Lagos Weber, tenga más que decir en tales materias que Lagos, que se jubila. Se presenta al Congreso (y se espera que gane) en diciembre, y puede desplazarse suavemente hacia una cartera económica si la coalición de centroizquierda mantiene el poder. Actualmente, Lagos Weber es el director de asuntos económicos multilaterales del Ministerio de Exteriores de Chile, y se mueve constantemente, no solamente a causa de los múltiples acuerdos de libre comercio de Chile, sino porque es especialmente activo en temas de la Organización Mundial de Comercio, como miembro del Cairns Group de naciones agrícolas exportadoras y del grupo G20 de países en desarrollo que ha emergido como una influencia poderosa en la ronda de Doha.

 

Puesto que una parte tan grande de la economía de Chile es comercio, dice Lagos Weber, no puede permitirse esperar a que los mercados se abran con las conversaciones de la WTO en punto muerto, y se ha lanzado a sus acuerdos de libre comercio genuino. "Una vez que estás metido en el proceso, tienes que negociar con todo el mundo, es el único modo de evitar la división comercial. Casi hemos llegado, con acuerdos con nuestros 20 socios principales, solamente falta Japón. Pero solo somos un país pequeño, así que nos hemos acomodado a nuestros socios mayores, y buscamos mayores beneficios del foro multilateral".

 

Rowan Callick es el editor de Asia-Pacífico de The Australian Financial Review.