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26/03/2010 | Brasil - La paz comienza a abrirse paso en Río

Francho Baron

El lunes pasado 335 agentes de la Policía Militar de Río de Janeiro ocuparon el Morro da Providencia, la favela más antigua de la ciudad brasileña. El objetivo no fue capturar a los jefes del narcotráfico local vivos o muertos y volver a abandonar la comunidad a su suerte, como solía suceder con frecuencia en el pasado.

 

En esta ocasión, la policía desembarcó para quedarse y facilitar la entrada del Estado y todos sus servicios en la favela. Fue la fase previa a la inminente llegada de una Unidad de Policía Pacificadora (UPP), cuya función consistirá en mantener el orden y asistir a la comunidad. Las autoridades de Río entienden que sólo garantizando ese orden se puede cambiar el rumbo de estas ratoneras humanas, donde desde hace más de tres décadas las facciones criminales han logrado imponer su ley.

Actualmente son varias las favelas que esperan como maná la llegada de la policía pacificadora. Y no sólo las favelas, sino también los barrios que las rodean, muchos de ellos de clase media que se han visto devaluados por los altísimos niveles de inseguridad. El caso del Morro da Providencia es un buen ejemplo: se encuentra enclavado en pleno centro de Río y el radio de alcance de una bala perdida llega hasta la Estación Central de Brasil, el sambódromo o la zona portuaria, que ahora vive un proceso de regeneración de cara a los Juegos Olímpicos de 2016. La expulsión del narcotráfico y el control de la zona por parte de la policía supondrán una mejora exponencial de los niveles de seguridad en el centro de la ciudad y la revalorización de sus inmuebles.

El tradicional barrio de Tijuca también espera con ansia la entrada de la policía pacificadora en las favelas que actualmente salpican su geografía. "La llegada de la UPP no sólo mejorará la seguridad en el barrio, sino también los servicios públicos que ahora viven en una cierta decadencia. Mi apartamento está valorado hoy en unos 130.000 reales [algo más de 54.000 euros] y en breve podría subir hasta los 200.000 [más de 83.000 euros]", explica el profesor de educación física Paulo Bourdett, vecino de Tijuca.

Por ahora, se han desplegado seis unidades de esta innovadora policía y el próximo mes desembarcará la séptima en el Morro da Providencia. En total, 12 favelas se beneficiarán del proyecto (Dona Marta, Cidade de Deus, Jardim Batan, Chapéu Mangueira, Babilonia, Pavão-Pavãozinho, Cantagalo, Ladeira dos Tabajaras, Morro dos Cabritos, Morro da Providencia, Pedra Lisa y Moreira Pinto). El secretario de Seguridad Pública de Río, José Beltrame, adelantó que, a final de año, 59 favelas estarán controladas por agentes de 15 unidades pacificadoras, entre ellas varias comunidades del inexpugnable y siempre violento Río norte. Esto supone un golpe de timón revolucionario en la política de seguridad de una ciudad donde los suburbios periféricos de la zona norte nunca habían gozado del mismo tratamiento que las favelas enclavadas en los barrios de clase media y alta.

Las favelas de Pavão-Pavãozinho y Cantagalo, en el corazón de los barrios de Copacabana e Ipanema, recibieron su unidad pacificadora a finales del año pasado. Hoy es posible dar un paseo por cualquiera de estas comunidades con garantías de no ser abordado por soldados del narcotráfico armados. "Lo que no quiere decir que haya desaparecido por completo la venta de drogas al por menor. Lo que sí hemos conseguido es que nadie se pasee por la calle impunemente con un arma en la mano. Eso se acabó", sentencia un joven agente que patrulla el acceso principal de Pavão-Pavãozinho. Calle arriba, un vecino replica: "No te creas lo que te cuentan. Según ellos, son una ONG, pero el otro día vi cómo les rociaban la cara a unos niños con gas pimienta".

El comentario refleja a la perfección la guerra soterrada que actualmente se libra en las favelas donde la policía pacificadora ha tomado el control. Ya no se trata de una guerra armada, sino de una sutil guerra de propaganda. La policía intenta convencer a la comunidad de que ha llegado para quedarse y de que no tiene nada que temer si colabora con la limpieza de delincuentes. En el otro bando, los pocos elementos del narcotráfico que desde sus escondrijos y totalmente desarmados continúan operando en estas favelas aseguran que algún día la policía se marchará. Cuando eso ocurra, avisan, recuperarán el control del territorio y aquellos que hayan colaborado con la policía lo pagarán caro.

Entre unos y otros se sitúan los vecinos, ya acostumbrados a vivir durante décadas bajo la tiranía de los narcotraficantes y el fuego cruzado de las brutales operaciones policiales. "En esta guerra de propaganda y contrapropaganda, el nivel de aceptación de la policía pacificadora por parte de las comunidades dependerá de cada caso particular. Aquellas favelas que han tenido históricamente más convivencia con el narcotráfico son más propicias a situaciones incómodas. En las que no ha existido este problema, la aceptación será más rápida", explica el sociólogo Fabiano Monteiro, de la ONG Viva Rio.

El Pais (Es) (España)

 


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