La demanda de “replantear la estrategia” sonará hueca mientras no se especifique una nueva y no se examinen los resultados de la estrategia en curso. Una debilidad es el impacto adverso de las noticias en el ánimo de la sociedad. El reto de los media es mantener la objetividad y desarrollar una visión de conjunto mientras reporta y da seguimiento a los sucesos cotidianos.
El aumento de las ejecuciones es consecuencia de la disrupción de las bandas por los golpes que reciben. A cada golpe responden con ejecuciones de los supuestos delatores. Esto explicaría las matanzas de adictos en rehabilitación, desertores de bandas. La captura y muerte de cabecillas también aumentan la violencia porque vacían espacios que son llenados por la fuerza de subalternos en competencia. La explicación de la violencia como pugna por mercados es un cliché.
La estrategia del gobierno parece correcta, pero sus recursos son limitados y la coordinación es muy deficiente. Hace dos años la SDN estimó el número de miembros de bandas en 40 mil (incluyendo sembradores, transportistas y almacenistas). La estimación parece muy conservadora. En tres años han sido capturados 23 mil presuntos narcotraficantes y otros 23 mil han sido ejecutados. El despliegue de 49 mil 650 militares es insuficiente.
La descoordinación es obvia, las reuniones de seguridad nacional son rituales, los gobernadores lo denuncian. La situación demanda un coordinador con plenos poderes, liderato, valor e interlocución con todas las instancias, experiencia en seguridad y capacidad de convocatoria política y social. Temo que no haya muchos, pero alguno habrá. El Presidente debería recoger propuestas de todas las instancias involucradas.
Otra debilidad es la poca cooperación de Estados Unidos. Los compromisos, ampliados por el presidente Obama, son ambiciosos: desorganizar la capacidad operativa de las bandas, fortalecer las instituciones mexicanas de seguridad y justicia, combatir en territorio americano las bandas, el tráfico de armas y el lavadode dinero, fortalecer las comunidades expuestas al crimen, crear oportunidades de empleo en las ciudades críticas, etc.
Un resultado de esta cooperación es la moderna escuela de policía de San Luis Potosí y varias más proyectadas, pero sus frutos sólo serán visibles en el mediano plazo. Entre tanto hace falta más cooperación en el terreno. Estados Unidos tiene recursos tecnológicos avanzados y personal para rastrear, perseguir y destruir blancos criminales. Su despliegue en México podría acarrear problemas colaterales y fricciones con las instancias nacionales, pero su implementación parece inevitable.
Hemos dejado al último lo más importante: la transformación de los cuerpos de seguridad y el mejoramiento de la administración de justicia, nuestro talón de Aquiles. No hay manera de derrotar al crimen con la policía y el aparato judicial que tenemos. Tenemos una mala policía porque su integración siempre fue negligente, “recluta maltusiana” (Miguel de Unamuno), cuyo nivel salarial, seguridad social y estabilidad son incompatibles con su exposición al riesgo.
La administración de justicia es atroz porque muchos funcionarios desempeñan su trabajo burocráticamente y se limitan a llenar expedientes para conservar su empleo. Su defecto es su inhumanidad, la cual se nutre de su formación académica y del medio laboral viciado. La enseñanza del derecho es escolástica porque enseña leyes en vez de representar los conflictos que las leyes deben dirimir. Así surgen los autómatas de la actuación judicial “conforme a derecho”.
