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09/08/2010 | Cuidado con los estados que vulneran el sistema electoral

Jeff Jacoby

Pero el voto popular total no tiene ninguna importancia constitucional y nunca la ha tenido.

 

ES LA NOCHE DE LAS PRESIDENCIALES DE 2012. Las urnas han cerrado. Estado a estado se hace el recuento de votos, y paulatinamente va quedando claro, para el insondable horror de algunos votantes y el irrefrenable deleite de los demás, que la exgobernadora de Alaska Sarah Palin, candidata presidencial Republicano, ha superado al Presidente Barack Obama en el voto popular a nivel nacional.

En Massachusetts, donde Obama aplastó a Palin por una ventaja del 79% -- el resultado más desproporcionadamente anti-Palin de todos los estados -- "horror insondable" no llega a describir la reacción política. Porque en el año 2010, Massachusetts se unió al acuerdo Voto Popular Nacional, prometiendo dar todos sus compromisarios al candidato presidencial que reciba la mayoría de los votos a nivel nacional, con independencia de los resultados de Massachusetts. La iniciativa entró en vigor en diciembre de 2011, cuando California pasó a ser el estado número 15 en ingresar, combinando así los estados suficientes para albergar a la mayoría del electorado. Ahora Massachusetts, el más Demócrata de los estados Demócratas, tiene que ceder sus compromisarios a una candidata que los electores de Massachusetts rechazaron de forma masiva.
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Bien, esa es una posibilidad. Puede que no sea Sarah Palin, puede que no sea en el año 2012, pero antes o después un Republicano va a alzarse con el mayor número de votos en unas presidenciales, y ese Republicano no va a ganar en Massachusetts probablemente. ¿Qué dirán los progres del Bay State y los Demócratas cuando la iniciativa Voto Popular Nacional que tantos de ellos apoyaron obligue a los electores de Massachusetts a apoyar al Republicano?  

Imagine que Massachusetts hubiera sido obligada a ceder sus compromisarios en 1972 no a George McGovern, sino a Richard Nixon. O a George Bush padre en 1988, en lugar de a Michael Dukakis. O a Bush hijo -- no a John Kerry -- en 2004. A medida que la ley Voto Popular Nacional era tramitada el mes pasado por la Legislatura del estado, el secretario del Comité Electoral, el Senador Thomas Kennedy, advertía a los detractores de no intentar bloquear su tramitación. "Estamos decididos a esto", decía. "Es la voluntad del pueblo". ¿La voluntad de qué pueblo? Del de Massachusetts no. La idea entera de este ejercicio es frustrar su voluntad.    

De ahora en adelante, cada vez que los electores de Massachusetts bailen a un son político diferente al de la mayoría de sus paisanos, el acuerdo Voto Popular Nacional garantizará que sus votos no cuenten. Massachusetts es el sexto estado en aprobar esta vulneración de la Constitución, tras Illinois, Nueva Jersey, Hawai, Maryland y Washington. No es casualidad que cada uno de los seis sea una plaza fuerte de los Demócratas.  

Este movimiento está alimentado por el persistente resentimiento Demócrata hacia George W. Bush, y hacia el sistema electoral que le hizo presidente en el año 2000 a pesar de que Al Gore se alzó con el voto popular. Supone una ironía cómica que si el acuerdo entrara en vigor en algún momento, su único impacto práctico sobre esos estados consistirá en conceder puntualmente sus apoyos presidenciales a candidatos Republicanos que sus electores rechazan.

Los Demócratas hablan de las elecciones de 2000 como si representaran alguna colosal violación de la democracia. "Algo pasó en las presidenciales de 2000 que no debe tolerarse que vuelva a suceder", escribe Michael Dukakis en Salem News. "El candidato que no obtuvo el voto popular se convirtió en presidente de los Estados Unidos". Pero el voto popular total no tiene ninguna importancia constitucional y nunca la ha tenido. Los presidentes estadounidenses no se eligen en un único plebiscito nacional. Son elegidos por los 50 estados (con el Distrito de Columbia), celebrando cada uno unas elecciones democráticas para determinar su voto en el sistema de elección.  

Según la terminología del politólogo Matthew Franck, las presidenciales estadounidenses son democráticas a nivel federal, pero no a nivel nacional. En la elección del presidente como en tantos otros terrenos -- desde la representación proporcional de los estados en el Senado a las mayorías necesarias para superar los retos legislativos -- los arquitectos de la constitución rechazaron la norma de la mayoría democrática.    

Durante más de dos siglos, la fórmula que concibieron ha redundado en una administración pública pacífica y estable. No es un logro baladí en una nación tan grande, diversa y compleja como ésta.
 

 ¿Puede mejorarse el sistema de elección presidencial? No con el acuerdo del Voto Popular, no se puede. La mayoría de los estadounidenses nunca va a aceptar un sistema que funciona a través de la anulación de su voto. A los políticos de Massachusetts puede gustarles hoy la idea de conceder los votos de su estado al candidato presidencial más popular. Atención a lo rápido que cambiarán de opinión en cuanto el candidato sea Republicano.  

 

(Jeff Jacoby es columnista del Boston Globe).  

Diario Exterior (España)

 



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