15/08/2010 | Venezuela - Tiempos de cambio
Domingo Fontiveros
El Gobierno venezolano paulatinamente viene mostrando que admite, sin decirlo, que sus márgenes de maniobra se hacen cada vez más estrechas en comparación con las liberalidades que disfrutó durante años de bonanza financiera y apoyos múltiples internos y externos.
Los últimos acontecimientos en materia internacional y, en menor medida, algunas acciones en lo político y económico en el orden interno, así lo demuestran. Se percibe que el país se encuentra en un condicionamiento irresistible para un cambio respecto a lo que hasta ahora ha sido el andar revolucionario.
El hecho de política internacional más contundente tiene que ver con el viraje aperturista ofrecido a Colombia en la recién celebrada minicumbre presidencial de Santa Marta. Restablecer relaciones diplomáticas a los pocos días después de su abrupta ruptura es algo que revela más que un reencuentro, una urgente necesidad de Estado, luego del aislamiento en que se metió el Gobierno venezolano al romper con argumentos sin solidez el vínculo de embajadas. La alta resonancia que han tenido los casos relativos a la droga, corrupción alimentaria, lavado y otros, conduce también a reducir el espacio internacional en el que Venezuela se movió con holgura y simpatías desde variados sitios.
En la política interna, los analistas insisten en que si bien es posible que el chavismo obtenga mayoría parlamentaria, lo más probable es que ello ocurra a pesar de que los factores democráticos sean mayoría en el voto popular. Esta es otra paradoja que confunde a los ciudadanos; pero a pesar de ello, representaría un triunfo político determinante para el futuro desenvolvimiento de la gobernabilidad interna, que continuará debilitando al proceso revolucionario.
En lo económico, el balance de la Hacienda Pública y el presupuesto fiscal hacen aguas ante el crecimiento indetenible de la deuda y las urgentes transferencias de subsidios que reclaman trabajadores y empresas del sector oficial y privado, para seguir trabajando. La inflación carcome el poder de compra de la gente y el poder de pago del Gobierno, en una vorágine que con los trucos monetarios que hace el Banco Central, como en la compra de bonos de Pdvsa, se tornará más destructiva y galopante.
El Gobierno, a todas estas, ha demostrado mayor capacidad de autoconservación que de rectificación. Ha negociado y cedido, como en lo internacional, para protegerse; ahora buscará hacer lo mismo en lo interno con el mismo propósito. Pero le falta un ingrediente fundamental.
De economía, el régimen entiende muy poco. Aprender a moverse en escasez para sacar el máximo rendimiento para todos es como un cuerpo extraño en el pensamiento atávico de sus dirigentes. Y es aquí donde medularmente es urgente y necesario que se den pasos cruciales en una dirección distinta al denominado socialismo del siglo 21, definido exógenamente por Fidel Castro como nada distinto al comunismo.
Si los vientos de cambio que soplan desde la cruda realidad que viven las personas en su vida cotidiana sirven para bien, es precisamente para que el régimen, que tantas veces se ha desdicho de varios de sus centrales postulados, proceda ahora a aceptar esa realidad y admita su enorme fracaso en lo económico, sacrificando su propia vocación a favor de un mejor futuro para el pueblo.
El Universal (Ve) (Venezuela)
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