El tono belicista, de rechazo y confrontación, que domina el Partido Republicano de EEUU aparece en la campaña de las elecciones presidenciales de 2008. Fue el que alejó a John McCain de sus tradicionales posiciones centristas.
La derrota electoral desató una campaña que tiene por objetivo minar al nuevo presidente, recuperar en noviembre el control de las dos cámaras del Congreso y expulsar al invasor de la Casa Blanca en 2012. El rechazo visceral a Barack Husein Obama, como le llaman muchos hasta confundir al 18% de los estadounidenses que le cree musulmán, esconde un racismo latente. El locutor de radio
Rush Limbaugh, un agitador de extrema derecha que tiene émulos por España, centró
la razón de tanta animadversión:
"medioamericano", "es el candidato de la discriminación positiva", "Obama es más africano en sus raíces que americano"...
Bill Maher, una estrellas de televisión de EEUU, es rotundo al definir el problema: Obama es negro.
Limbaugh es un adelantado en la cruzada con el Obama (negro). Durante la campaña electoral, hace dos años, empezó a emitir durante la campaña una canción de escaso gusto escrita por un presunto humorista Paul Shanklin titulada Barack The Magic Negro.
Al color de la piel del presidente se une su segundo nombre, Husein, sospechoso, capaz de despertar en el inconsciente colectivo recuerdos de otro Husein, Sadam, del que oyeron hablar durante décadas. Ese nombre conecta con una creciente islamofobia en EEUU. Negro e islámico es un mensaje que debería ser suficiente para desplazar a Obama.
La conmemoración del 11-S en Nueva York se convirtió en una representación de ese sentimiento y el enfrentamiento que genera. El también humorista Jon Stewart realizó una excelente parodia, más informativa que muchas de las noticias emitidas sobre el asunto. Stewart, harto de tanto extremismo, ha decidido salir a la calle. Y el New York Times publicó una encuesta conjunta con la cadena CBS en la que se recoge el desgaste del presidente y de los demócratas. Esa pérdida no beneficia a los republicanos y revela que su desgaste y rechazo es aun mayor. Una situación que también se podría dar en España.
Winston Churchill dijo una vez que en política "un día es un año y un año una eternidad".