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26/12/2005 | Multilateralismo

Rogelio Ramírez De la O

LA reciente reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Hong Kong apenas escapó del fracaso al lograr posponer las ne-gociaciones sobre los temas más sensibles para abril de 2006.

 

Los delegados lograron algunos acuerdos de importancia secundaria que pudieron ser vestidos por sus miembros más importantes como avances para el consumo de los observadores superficiales. Con ello compraron tiempo para buscar resolver asuntos que hoy parecen muy difíciles de resolver.

El tema medular es la insistencia de Estados Unidos y de la Unión Europea por mantener ayudas a su agricultura. Aun con la presencia de los países africanos más pobres, que se convirtieron en el icono de esta reunión, dañadas sus economías por los subsidios estadounidenses al algodón, dichos subsidios no serán eliminados.

A lo más que se comprometió Estados Unidos es a reducir los subsidios a la exportación de algodón a un paso más rápido que el que toma para reducir los subsidios al resto de su agricultura. Sin embargo, la reducción de estos últimos todavía debe negociarse, de manera que el posible alivio para los países africanos más pobres es aún indeterminado.

La Unión Europea, por su parte, acordó, renuentemente, eliminar para 2013 sus subsidios a la exportación. Pero al mismo tiempo su propia reforma agrícola, negociada entre sus 25 miembros, ya contemplaba esta eliminación, de manera que su contribución a la reunión de la OMC fue más que nada simbólica.

Los países en desarrollo resistieron la liberalización de los servicios, en los cuales Estados Unidos y Europa tienen gran interés como posible motor de crecimiento mundial. Sólo se acordaron algunos lineamientos para una futura negociación, en julio de 2006. En contraposición, los países en desarrollo insisten en que los países ricos admitan más trabajadores temporales.

Lo anterior, cuando en Francia acaban de sufrir alarmantes revueltas de las minorías étnicas causadas por alto desempleo y la exclusión social, y cuando en Estados Unidos se considera la construcción de un muro para evitar el ingreso de trabajadores ilegales. Esta petición doble, de mayor liberalización de servicios y de mayor acceso de trabajadores huéspedes, parece parte de un diálogo de sordos.

Es un gran error de muchos analistas dedicados al tema del libre comercio ver estos acontecimientos como obra de políticos ciegos y sordos y, más aun, como fruto de modelos económicos de autarquía.

Simplemente lo que sucede es que las grandes regiones del mundo se están cerrando a los flujos de intercambio mundial, en tanto que tratan de resolver o aliviar problemas domésticos; por ejemplo, el alto desempleo en el caso de Europa y de los países en desarrollo.

En el caso de Estados Unidos, la prioridad sigue siendo la seguridad y la necesidad de contar con el apoyo de sectores conservadores para emprender la tarea de corrección de un masivo déficit fiscal y al mismo tiempo minimizar el desempleo.

En efecto, si Estados Unidos reduce su déficit, debe reducir su gasto doméstico y ello significa menos empleos. Proteger su agricultura es entonces una reacción natural, según la coalición política que hoy está a cargo de esa estrategia.

Con el libre comercio todo mundo está de acuerdo en principio, pero en estas condiciones el consenso mundial no explícito apunta hacia un freno temporal.

Durante algunos años no vamos a ver avances ni en comercio mundial ni en otras latitudes.

Estos resultados de la reunión ministerial de la OMC siguieron a la operación de prepago de deuda al Fondo Monetario Internacional por Brasil y luego por Argentina. Tomando en cuenta que los créditos del FMI sólo tienen un costo de 4%, y que este costo es mucho menor que lo que dichos países pueden obtener en los mercados internacionales, es claro que hay un atractivo adicional para estos países de la eliminación de esta deuda.

Este atractivo es quitarse la presión del Fondo sobre asuntos que tienen que ver con la conducción de sus políticas fiscal y monetaria.

Por cierto ello no significa que Argentina y Brasil quieran seguir políticas económicas equivocadas o contrarias a la estabilidad macroeconómica que el Fondo defiende. Más bien significa que requieren mayor flexibilidad para maniobrar entre diferentes objetivos, la estabilidad de precios por una parte, y el crecimiento económico por la otra.

Lo que resalta de lo ocurrido en la Organización Mundial de Comercio y en el deseo de Brasil y Argentina por apartarse del FMI refleja un desgaste muy serio de los organismos multilaterales. Éste tiene que ver con sus agendas: la liberalización del comercio por parte de la OMC, y el cumplimiento de metas fiscales y de inflación por el FMI.

Para que el multilateralismo recupere una alta estima entre los países del mundo, hay dos requisitos: mayor crecimiento económico para facilitar la voluntad del libre comercio; y mayor flexibilidad en la fijación de metas macroeconómicas para facilitar la concordancia entre los intereses de los países y los del FMI.

Como todas las instituciones internacionales, la OMC y el FMI tienen su propia concepción de lo que debe ser la agenda económica de los países y esta visión puede ser correcta o no. Pero independientemente de ello su agenda parece hoy desfasada de la realidad de cada nación y sobre todo de los cambios en el entorno político.

Si este desfase se profundiza, el diálogo y el avance de programas multilaterales se frena. Y con ello se frenan planes que en principio podrían tener buenas intenciones. Por ello el desfase debe corregirse. Es mejor que los organismos internacionales se den cuenta que son ellos los que deben adaptarse a la realidad de los países, y no que sean los países los que deban adaptarse a los designios de los organismos.

ecanal1@attglobal.net

Analista económico

El Universal (Mexico)

 



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