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El Universal (Mexico)

 

15/11/2007 | México - Apertura en energía

Rogelio Ramírez De la O

La próxima propuesta de “reforma estructural” del gobierno se anuncia en energía y tiene gran potencial para afectar profundamente la capacidad de desarrollo de México. Hay cuatro grandes riesgos con alta pro-babilidad en las condiciones que hoy privan en México.

 

Un riesgo estriba en la apertura cuando los precios del petróleo están tan altos y probablemente sigan así. El segundo riesgo reside en la complejidad del sector energético. El tercero son los malos antecedentes de aperturas y privatizaciones y nuestra incapacidad como país para controlar los monopolios. Y el cuarto está en el potencial de alzas de precios generalizadas.

Sobre el primero, el mundo vive hoy dos fenómenos nuevos. Uno es la escasez de reservas petroleras, misma que ha causado una ola mundial de nacionalismo en torno a los recursos naturales, desde Rusia hasta Francia. El segundo es la debilidad del dólar y su perspectiva de continuar perdiendo valor.

Aunque no hay manera de hacer pronósticos confiables, un argumento de peso es el probable continuo encarecimiento del producto en el largo plazo. Cuando en China y la India la población usuaria de automóviles aumente, como lo hizo en otros países, incluyendo México, los precios escalarían casi a cualquier nivel. El riesgo es vender un patrimonio que al cabo de poco tiempo va a valer mucho más. Sólo hay que recordar que la empresa nacional China ha sido valuada en un billón de dólares, cuando hace un año esto parecía imposible.

Sobre el segundo riesgo, la complejidad del sector energético es tal, que una vez abiertas algunas partes al sector privado sería muy difícil encontrar soluciones óptimas para sinergias de desarrollo de la economía, pues se rompería la línea de continuidad entre productos y subproductos. En esta industria más que en ninguna otra las empresas frecuentemente usan altos márgenes como cobertura (hedge) de operaciones de bajo margen, lo cual es justificado y más lo sería si lo que se busca es apoyar el crecimiento de toda la industria y del país.

Como los márgenes de refinación están castigados y siempre ha sido un negocio volátil, al abrirse al sector privado nadie podría garantizar una tasa de retorno atractiva sin pedir garantías al gobierno de tener el crudo a precios predecibles a largo plazo. Si el gobierno la concede, qué caso tiene que lo haga el sector privado cuando el riesgo del margen lo absorbe el productor de crudo. O bien, no habría suficiente producción de gasolina.

Más aún, como es usual en México, si el empresario tiene influencia o amistad con el gobierno, podría pedir y recibir exclusividad para vender en regiones, en donde recrearíamos el modelo de monopolio público que se convierte en monopolio privado.

El tercer argumento está relacionado con el anterior. En México muchas privatizaciones no han sido buenas para la economía. Aunque los afortunados empresarios que adquirieron empresas públicas fueron muy exitosos, esto fue a costa de los consumidores. Para el desarrollo las consecuencias son aún peores, pues esos empresarios crearon barreras contra nuevos oferentes.

La industria justificadamente demanda cambios de fondo en el sector energético, pero más que nada por la necesidad de precios competitivos y seguridad de suministro. Le entusiasma la idea de una apertura, porque supone que podría explorar y asegurar su propio gas y tener un mercado competitivo.

Sin embargo, lo opuesto es más probable. Quienes encuentran el gas automáticamente lo ofrecerían a los precios de Estados Unidos, aun cuando los costos de producción de Pemex son mucho menores. Más aún, la escala de la inversión y las barreras naturales a la entrada de otros competidores, combinado con débil regulación y deficiente estado de derecho, darían como resultado una pesadilla y mayor pérdida de competitividad.

Un productor fuerte que tenga como misión precios competitivos y suministro a todos es en realidad la mejor posibilidad de abaratar costos para la industria. Pero esto siempre y cuando Pemex se comprometa con más inversión y mucho más eficiencia.

El cuarto riesgo es el alza de precios de los energéticos por productores privados sin ninguna posibilidad de que el Estado tenga un dique mediante sinergias internas entre varias partes de la industria, incluyendo la electricidad.

Hoy, por ejemplo, es un error que los generadores eléctricos no puedan impedir el alza de tarifas por utilizar gas, cuando podrían utilizar productos más baratos de Pemex. Un encarecimiento general de la energía causaría gran protesta, sobre todo por la percepción de que la energía es escasa en el mundo y porque se trata del último activo de gran valor que tiene México.

rograo@gmail.com

Analista económico


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