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22/01/2011 | Lo de Túnez y sus consecuencias

Ricardo Alonso Flores

Desde aquel año de 1952, cuando el llamado Comité de Oficiales Libres, encabezado por Gamal Abdel Nasser, derroca al complaciente e inepto rey Fauruk, poniendo fin a la monarquía en Egipto, tan sólo recuerdo otro suceso similar, aunque sin los acontecimientos sangrientos de Túnez y es la caída del anciano rey Idris de Libia, que mientras estaba en el exterior, un joven oficial, Muammar al Gaddafi, pone fin a sus días como gobernante e instaura desde 1969, un régimen que llega hasta nuestros días.

 

El rey egipcio era algo así como un protegido de los británicos, que desde hacía mucho tiempo estaban en la zona con enorme influencia política y militar, no olvidemos el Canal de Suez, administrado por ingleses y franceses hacía que su presencia se fortaleciera luego de las aventuras de Mussolini en Etiopía y en Somalia, por lo que la “estadía” británica, no querida pero sí necesitada, resultaba cómoda para el sibarita monarca.

En tanto, Idris I, soberano de Libia, había logrado después de la segunda guerra mundial formar un país con una llamada monarquía federal independiente, luego de unificar las antiguas regiones de la Cirenaica, la Tripolitania y Fezzán, en 1950 pero ello no excluía que fuera un régimen personalista.

Túnez es bastante diferente. Luego de la independencia de Francia, asume el poder un hombre fuerte, pero muy popular inicialmente, Habib Burguiba, algo pro occidental, casado en primeras nupcias con una dama francesa, quien permanece en la presidencia de la república por una buena cantidad de años, hasta que Ben Ali, ahora defenestrado, quien era su primer ministro es quien lo saca del poder en el que dura 23 años. No obstante Burguiba se enfrenta a la  ex metrópoli, haciéndola abandonar la base naval de Bizerta.

África es totalmente distinta a la América Latina y obviamente a Europa aunque haya sido colonizada por europeos, especialmente franceses, italianos, españoles, ingleses, holandeses y alemanes.

Sin embargo, hay naciones como las del Magreb, es decir Marruecos, Túnez, Argelia y en menor medida Libia, que tienen una cultura diferente, son bilingües  casi totalmente los tres primeros y nada pobres, lo que sucede que en algunos su desarrollo post independencia ha sido lento o insuficiente.

Túnez, por ejemplo no es atrasada, sino todo lo contrario, porque tiene una gran cantidad de profesionales que se han formado en Europa o en su propio país. Lo que ha marcado este movimiento es la marginación, la falta de empleo para una juventud que ya no sólo se dedica a rezar y a seguir las enseñanzas del Islam, sino que quiere estar a la par de esa Europa que no siempre le facilita una migración, como ha sucedido en años pasados, al grado que París y otras capitales del viejo continente están llenas de argelinos, marroquíes y tunecinos.

La situación se torna más difícil, cuando junto a estos elementos que suelen ser moderados, surgen movimientos islamistas que como sucediera en Argelia hace algunos años, hubo que emplear todos los recursos para que el Frente de Salvación Islámico no tomara el poder por la vía electoral, puesto que eso hubiese constituido una catástrofe, tanto para el país como para Europa.

Pese a su cercana vinculación con Occidente, el concepto de la democracia no es propiamente un sentir popular y aquella no constituye ni un programa electoral ni una necesidad sentida, pero ahora parece que las cosas han cambiado algo o mucho, según se vea.

Después de aquella carrera independentista, auspiciada por la ONU, cuando en 1957 Kwane Nkrumah se inicia una nueva etapa, que en estos países no han sido precisamente un ejemplo de alternabilidad en el ejercicio del poder, porque la mayoría de los gobernantes se perpetraron en sus cargos. El mismo Nkrumah, Sekú Turé, Habib Burguiba, Idi Amin en Uganda, Houari Boumedienne y Chadi Bendjedid en Argelia, y hasta el tan respetable y admirado académico de la lengua francesa Léopold Segal Senghor, entre  otros, sin olvidar al célebre Teodoro Obiang en la Guinea Ecuatorial, que lleva como cuatro décadas en la presidencia de ese país que cuando menos se dio cuenta se había convertido en una nación rica, con petróleo incluido.

Ha sido curioso ver que en Túnez un joven se inmoló “a lo bonzo”, como sucedió en Viet Nam en los años sesentas y más tarde luego de la invasión de la antigua Checoslovaquia cuando el siempre recordado Ian Palach lo hizo en la plaza de San Wenceslao en Praga, pero realmente hasta donde se sabe no hay mano de radicales musulmanes en este cambio de gobierno.

De lo que hay que estar seguro es que esto no debe ser visto con criterios occidentales, porque sería desconocer las costumbres y tradiciones de los pueblos africanos. Aquí, más que libertad lo que se buscaba era bienestar. Lo político no es tan prioritario, o por lo menos no ha sido hasta ahora. Quieren trabajo, pan y menos restricciones, pero democracia realmente lo dudo mucho, al menos como lo entendemos nosotros ni mucho menos como plantaba el Barón de Montesquieu, en su clásica división de poderes.

La Tribuna (Honduras)

 


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