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04/02/2006 | Las paradojas de la democracia: Irak, Venezuela y Palestina

Luis E. De San Martín

A pesar del reconocimiento generalizado de la preeminencia de la democracia como el único sistema capaz de salvaguardar los valores que hacen posible la vida digna, es necesario reconocer los peligros que ella misma entraña cuando se la concibe exclusivamente como un instrumento ilimitado de toma de decisiones por voluntad mayoritaria.

 

En este caso, la sacrosanta voz del pueblo puede llegar a ser el tobogán que conduce a la servidumbre, el caos, el fanatismo y la pobreza, si no se entiende que existen derechos permanentes, inalienables e individuales que protegen a cada ciudadano de las embestidas de la caprichosa y, que duda cabe, en ocasiones manipulable voluntad colectiva. Derechos ante los cuales debe subordinarse la democracia de manera obediente y que no se someten a votación: Libertad (económica, de expresión y de organización política) y Justicia (Estado de Derecho que garantice la igualdad de todos ante la ley).

En algunos acontecimientos sucedidos últimamente hemos presenciado cómo la democracia puede nacer en medio de las condiciones más adversas (Irak); manifestar su rebeldía en silencio (Venezuela) o iniciar el camino de su auto destrucción con algarabía y entusiasmo (Palestina). En los tres casos se conjugan grandes incertidumbres con notables esperanzas.

La democracia en el laberinto iraquí

Irak comienza su camino a la democracia convertido en el campo de batalla de la guerra contra en terrorismo islamista que se inició el 11-S y que tuvo en el derrocamiento del mayor déspota de Oriente Medio, Sadam Hussein, su episodio más controversial. La martirizada sociedad iraquí ha tenido que soportar la más brutal e indiscriminada ofensiva del terrorismo islamista de la historia moderna por la osadía de intentar un camino distinto a la teocracia islámica o el autoritarismo militarista.

En cada una de las elecciones celebradas el año pasado en Irak la participación de la ciudadanía iba aumentado paralelamente a la crueldad de los terroristas empeñados en hacer estallar una guerra civil entre chiíes, sunitas y kurdos, sin haber logrado intimidar a millones de votantes empecinados en participar en la reconstrucción y pacificación de su país. Los ejércitos ocupantes, con Estados Unidos a la cabeza, y las fuerzas de seguridad iraquíes han ido aprendiendo en medio de la desgracia a combatir a un enemigo escurridizo y artero, mientras que los activistas anti-guerra se empeñan en precipitar una retirada extemporánea sin tomar en cuenta la opinión de las autoridades democráticas iraquíes, que, como es natural, tratarán de demostrar que pueden defenderse solos antes de solicitar la retirada de la tropas extranjeras.

No obstante, sólo en la voluntad de reconciliación y consenso de los grupos étnicos, políticos y religiosos que componen el nuevo parlamento iraquí está la posibilidad de construir una democracia sin ira ni revancha, que disipe de una vez por todas las sospechas de que el islamismo reaccionario espera agazapado cualquier fallo de la joven democracia iraquí para imponer la dictadura de Alá, con el patrocinio de su vecino iraní.

La consolidación del nacional-populismo de izquierdas

Por su parte, en Venezuela se ha ido consolidando un proyecto revolucionario de corte militarista en el seno de una sociedad con tradición democrática y plural, de la mano de una significativa mayoría que avaló todas y cada una de las reformas políticas propuestas por el líder nacional-populista Hugo Chávez, en sus dos primeros años de gobierno, que le permitieron consolidar una estructura jurídica, militar, política y económica que está dispuesto a exportar a algunos países de su entorno, aprovechando los altos precios del crudo en el mercado internacional y la precariedad institucional de algunas democracias latinoamericanas. Su populismo de izquierdas lejos de traer prosperidad a Venezuela ha profundizado los problemas sociales que padece desde hace al menos veinticinco años y que en los últimos siete años no han hecho más que crecer en un entorno de autoritarismo cleptocrático, que mediante el avasallamiento institucional ha logrado acorralar a la disidencia y recortar libertades.

Esta dictadura electa o paulatina ha adoptado formas muy modernas de control social, ya que a través de un costoso sistema de automatización del voto, que fuera impuesto antes del referéndum revocatorio de agosto de 2004, Hugo Chávez ha logrado encadenar una seguidilla de victorias electorales que además de ratificarle en el puesto le han permitido copar las instancias de poder municipal, regional y legislativo. Su capacidad carismática para movilizar a amplios sectores populares se ha ido transformando en una habilidad informática de control de bits de información, con lo cual el poder soberano de los venezolanos de decidir sobre su futuro depende, entre otras muchas cuestiones, de una secuencia manipulada de unos y ceros.

En este sentido, las elecciones legislativas llevadas a cabo el 4 de diciembre pasado estuvieron marcadas por una abstención que superó ampliamente el 75% del padrón electoral producto del retiro masivo de candidatos de los partidos de oposición, ante las desequilibradas condiciones impuestas por una autoridad electoral sometida claramente a las exigencias del gobierno bolivariano y al hecho de que un técnico informático opositor había demostrado frente a los observadores internacionales y periodistas que las máquinas capta-huellas permitían saber por quién había votado cada elector; es decir, la constatación concreta de la vulnerabilidad del secreto del voto, que corroboró ante la opinión pública internacional lo que el venezolano común ya conocía con anterioridad debido a la existencia pública y notoria de listas, en soporte CD pirata, en las que estaban registrados los ciudadanos que no apoyaban a la revolución con número de documento de identidad, domicilio y tendencia política (Maisanta), continuando la saga represiva de una anterior (lista Tascón) en la que figuraban aquellos que habían solicitado la convocatoria del referéndum revocatorio presidencial y que han sido utilizadas para chantajear, despedir a empleados públicos, negar documentos oficiales, revocar contratos estatales y escamotear créditos por el hecho de manifestar su oposición a la voluntad del caudillo bolivariano, una especie de apartheid político selectivo que actúa con un despotismo que podría asemejarse al descrito por Kafka en "El Proceso" y por Orwell en "1984".

No obstante, una importante porción de venezolanos se resiste al sometimiento doctrinario chavista como receta para lograr la paz y la concordia, más por convicción e instinto libertario que como consecuencia de una actividad política diseñada por una dirigencia opositora representativa, unida y coherente, cuya inexistencia hace imprevisible el destino de las libertades en Venezuela, en medio de una bonanza petrolera al servicio de la perpetuación de Hugo Chávez en el poder, ante las narices y los bolsillos de una parte de la comunidad internacional sedienta de sustanciosos contratos con la generosa petrocracia revolucionaria.

¿Hamas democrático?

La ascensión del grupo terrorista Hamas al poder en Palestina a través de unas concurridas, pacíficas y transparentes elecciones democráticas enciende todas las alarmas de Occidente, haciendo tambalear el complicado proceso de paz en Oriente Medio, en momentos en los que parecía que algo se había avanzado con la retirada de los asentamientos judíos en Gaza impulsada por Ariel Sharon con pulso firme. La doctrina de destrucción total de Israel mediante la crueldad terrorista de los nuevos gobernantes palestinos paraliza la ya maltrecha Hoja de Ruta diseñada por el cuarteto EEUU- ONU- Unión Europea- Rusia para lograr la creación de un Estado palestino en convivencia pacífica con el Estado israelí.

El ejemplo de una Turquía democrática y secularizada se diluye con el recuerdo de aquella victoria electoral no reconocida del FIS (Frente Islámico de Salvación) en Argelia en 1992 y sus consecuencias en violencia y destrucción. La deriva islamista de una población cansada de la corrupción y el despotismo de su clase dirigente, le abre las puertas de par en par a los "locos de Alá" en su camino para asaltar el poder político, desde el cual, con más recursos (el petróleo primordialmente), cumplir con el imperativo "moral" de extender la Jihad antioccidental y antisemita con nuevos bríos: ¿Nos atreveríamos a vaticinar el resultado de unas elecciones trasparentes en las que optara Osama Ben Laden a la presidencia de Arabia Saudita? Su imposibilidad práctica no nos debería tranquilizar, porque ver a mujeres marchando en apoyo de la religión que las subyuga, además de dar tristeza, denota el vértigo cultural que afecta a las sociedades árabes-musulmanas contemporáneas, resistentes como parecen a un proceso de revisión crítica acerca del peso de la religión como causa de su retraso cultural en el campo de los derechos humanos, que condiciona negativamente todo intento de progreso económico y político. El extra-punitivismo victimista, alimentado de agravios reales y ficticios, que muchos musulmanes endilgan a Occidente siempre será el pasto que aviva el fuego de la sinrazón terrorista, en manos de peligrosos, despóticos y autoritarios demagogos que utilizan a la democracia para acabar con la libertad de su gente.

Ahora bien, tal y como uno de los principales patrocinadores de la política de asentamientos judíos en los territorios ocupados, Ariel Sharon, se atrevió a retirarse unilateralmente de Gaza, Hamas puede abandonar el territorio de la barbarie imitando a los derrotados de Al Fatah quienes optaron por la vía política como la única forma de encontrar salidas razonables al conflicto, con excepción de las brigadas de los mártires de Al Aqsa. Sin embargo, puede que su fanatismo les haya hecho creer la estúpida propaganda de que fueron las decenas de ataques suicidas palestinos las que precipitaron la salida de Israel de Gaza y que su victoria electoral junto con el derrame cerebral del líder israelí son señales divinas que legitiman sus actuaciones.

De presentarse el peor de los escenarios, la democracia palestina no sólo podría sucumbir por la oposición y abandono económico de los patrocinadores del proceso de paz, sino, más grave aun, crearía un clima de confrontación civil entre los propios palestinos atrapados en la intransigencia islamista de odio, atraso y pobreza. Las cartas están sobre la mesa.

En definitiva, la democracia no vive sus mejores momentos pese a haberse extendido a lo largo y ancho del planeta. Sus enemigos cambian de piel como las serpientes. Las fuerzas totalitarias entendieron que el binomio libertad y democracia era derrotable mediante la ruptura de su relación de interdependencia, de la mano del discurso demagógico e intolerante del nacional-populismo en Latinoamérica y el terrorismo islámico en Oriente Medio. Entre bombas, silencios y euforias se desata la lucha por la mejor democracia posible, adquiriendo especial significado las palabras de Alexis de Tocqueville: "habría amado la libertad, creo yo, en cualquier época, pero en los tiempos en que vivimos me siento inclinado a adorarla".

Diario Exterior (España)

 



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